Cinco razones por las que los equipos caen

¿Cuándo caerá el próximo imperio?

La historia muestra, una y otra vez que ningún imperio o civilización ha perdurado en el tiempo. El Antiguo Egipto, el Imperio de Alejandro Magno, la Dinastía Zhou, el Imperio Romano, la Civilización Maya, el Imperio Español, la Francia de Luis XIV o el Imperio Británico… Todos cayeron.

Jim Collins en su libro “Empresas que caen”, nos muestra cómo en el mundo empresarial grandes empresas han caído en los últimos años también: Kodak, Motorola, Blockbuster, Nokia, Olivetti, Lehman Brothers… Si consideramos que el modelo ideal de organización de trabajo son los equipos, cabe preguntarse cuáles son las razones por las que los equipos caen.

Lo más inquietante de este hecho, es que nada hacía prever que se produjera esta caída, en los momentos álgidos de estos imperios, empresas o equipos. Quizá sería conveniente detectar que indicadores conducen a las empresas o los equipos hacia el desastre.

La falta de un propósito compartido

Muchas empresas pueden estar viviendo en el éxito. Cosechando grandes resultados. El impulso puede hacer que los equipos sigan adelante. Son como grandes transatlánticos que se mueven por inercia.

Sin embargo, si no son capaces de hacer partícipes a sus equipos de un propósito compartido, inevitablemente terminarán cayendo. Cada empresa, cada equipo, incluso cada persona, deberían entender por qué hacen lo que hacen.

El ego desproporcionado destruye la comunicación

Es fácil perder la perspectiva cuando el éxito te alcanza. El crecimiento, los elogios, el éxito… Cualquier cosa que nos haga elevarnos del suelo, es un peligro. Cuando todo va bien, es cuando hay que estar más atento.

Pensar que somos Dioses y que podemos hacer cualquier cosa, es el modo más directo hacia la destrucción del equipo. El ego desmesurado engendra arrogancia, y ésta provoca la desconexión entre sus miembros. Se produce una falta de sintonía en la comunicación.

La negación de riesgos y peligros

Un equipo puede estar obteniendo buenos resultados, que oculten problemas o ineficiencias. Los resultados lo tapan todo. Sin una profunda reflexión sobre lo que realmente está sucediendo detrás de los datos, se estarán creando las condiciones para que un equipo se destruya.

Los equipos y cada componente deben responsabilizarse de los resultados. Analizando y reflexionando sobre las causas que hay detrás de esos datos. Un análisis basado en hechos constatables, no en juicios o interpretaciones subjetivas.

La implantación de recetas mágicas

No hay atajos en las cosas realmente importantes de la vida. Sin embargo, muchos equipos cuando las cosas van mal recurren a “recetas mágicas”: planes estratégicos, programas de transformación, revoluciones culturales, líderes carismáticos, inversiones en consultores estratégicos…

El éxito de las empresas, de los equipos y las personas está en la práctica continuada de acciones serenas y reflexivas que permitan avanzar, aunque sea a un ritmo mínimo. La mayoría de las historias de “éxito de la noche a la mañana” han necesitado veinte años para llegar a donde están.

Rendirse antes de tiempo

Hay una canción de Bruce Springsteen que sirve para reflejar una de las actitudes más importantes que debe presidir la vida de las empresas y equipos: “No surrender” (No rendirse). La construcción de equipos es un proceso laborioso, la consolidación de una empresa también. Durante el proceso, se plantean multitud de obstáculos y adversidades.

El objetivo es implantar la actitud del prisionero de la Guerra del Vietnam, James Stockdale: “nunca se debe confundir la confianza en que al final triunfarás (algo que nunca se debe permitir el lujo de perder, con la disciplina para enfrentarse a los hechos más brutales de la realidad corriente, cualesquiera que ellos sean.”

“Perdurar o caer, sobrevivir o desaparecer depende más de lo que tú te hagas a ti mismo que de lo que el mundo te haga a ti.” (Jim Collins)