¿Qué está pasando?
Siento estupor, vergüenza, rabia, tristeza…y miedo porque “esto” cada vez da más miedo. Con “esto” me refiero a lo que sucede en este país. Y me refiero a la totalidad del país porque todavía se puede llamar así, aunque unos y otros se estén empeñando en romperlo. Las declaraciones de los de “aquí” y los de “allá”, en vez de acercar posturas, parecen cada vez más irreconciliables.
Basta con asomarse a los medios para leer, escuchar y ver opiniones de todo tipo. Y nada parece presagiar un futuro halagüeño. Se recuperan sucesos históricos, para mostrar que esto ya sucedió otras veces, aquí y fuera, y que casi siempre terminó mal. Sobre todo, para la gente de a pie. Otras afortunadamente terminaron mejor, y deberíamos no olvidar ni unas ni otras.
Cuando aparece el miedo se rompe la convivencia de los equipos
Este verano, leí la novela Patria de Fernando Aramburu, y lo que más me impactó fue cómo consiguió reflejar precisamente esa fractura social, entre amigos y familias, casi de una forma inminente. De un día para otro, bastaron unas pintadas amenazantes para señalar y marginar al que no pensaba igual. Puede ser la base de los nacionalismos (de los de aquí y de los de allá) … quizás. Aunque creo que poner etiquetas, hoy nos aleja más que nos acerca.
Lo importante es el daño que se produce entre personas, entre amigos, familias, compañeros… Un clima tenso, que corrompe y fractura una relación, un equipo o una sociedad…como hoy vemos en las calles de Barcelona, Calella o Pineda de Mar. Y dónde el miedo lo va carcomiendo todo.
“El miedo es el enemigo número uno de la confianza, elemento principal para crear relaciones, equipos y sociedades.” |
¿Cómo abordamos este conflicto?
Hace una semana, mi post iba de sobre cómo enfrentarnos a un conflicto cuando surgen intereses o deseos contrapuestos. Obviamente aquí estamos ante un conflicto de naturaleza superior, dónde la racionalidad y la emocionalidad se mezclan y hace confundirnos a todos.
Bajar la emocionalidad debería ser el primer mandamiento. Cuando estamos alterados, no pensamos con claridad, sufrimos el secuestro emocional. La emoción puede hacernos conectar con otras personas, pero si no sabemos gestionarla, nos hace ser menos inteligentes. Esta semana he escuchado hablar de “esto” de un modo visceral, elevando el tono en muchas ocasiones. Así es complicado llegar a soluciones inteligentes.
Podemos poner el acento en explicar de dónde viene el monstruo y quiénes son los responsables que han provocado esta situación. Aunque como dijo W. Churchill, “sí el presente trata de juzgar el pasado, perderá el futuro”. Es como cuando estamos en una empresa, y comenzamos a culpar los jefes de aquí y de allá, por las decisiones que se han ido tomando, y que nos han llevado a un desaguisado. Quizás, esto sirva para liberarnos y expresar nuestra rabia o indignación, pero no soluciona nada.
Lo primero de todo es jugar con las mismas reglas
Hoy todos apelamos al diálogo, a sentarse y conversar como modo para resolver este conflicto. Buscar puntos en común que permitan establecer puentes, y llegar a una solución. Aunque parece difícil cuando la irresponsabilidad de unos y de otros, les impide conversar con la intención de encontrar una salida. Unos porque se han salido del marco, y otros porque no se han movido ni un milímetro de su posición inicial. Así difícilmente, podemos dialogar ni conversar sobre nada.
En los equipos, uno de los primeros requisitos, pasa por establecer las reglas del juego. Ese conjunto de normas que nos permiten desarrollar nuestra actividad.
“El primer paso debería ser ese: volver al marco inicial, a las reglas establecidas. Y desde ahí dialogar sobre el establecimiento de nuevas reglas, de un modo sensato y con la disposición de ceder en algo cada una de las partes.” |
Es complejo conversar cuando nos salimos del marco, cuando comenzamos a jugar cada uno con unas reglas diferentes. En ese caso, ya no hay ni equipo, ni juego, ni convivencia.
Construir un equipo
Los políticos y la sociedad en general deberían tratar este tema como la construcción de un equipo. Un equipo que se pusiera de acuerdo bajo dos premisas:
- Para qué estamos aquí, cuál es el objetivo.
- Y qué reglas elegimos para convivir de nuevo.
Quizás sea el momento de dejar de vivir como “reinos de Taifas”, dónde cada uno ha ido a lo suyo, a defender su terruño y proteger a su tribu. Curiosamente, algo que ocurre de forma recurrente en nuestras empresas, organizaciones y equipos. Y dónde al final, los más perjudicados son los de siempre.
“La más estricta justicia no creo que sea siempre la mejor política.” (Abraham Lincoln)