El sueño como motor del cambio.
El éxito de cualquier proceso de cambio y transformación radica en el compromiso con la acción para llevarme al objetivo deseado. En mi anterior post, hablaba de la importancia de tener un propósito que acompañe a los cambios que deseamos realizar en nuestra vida. Sin embargo, no podemos quedarnos sólo en el sueño o en el pensamiento positivo de querer algo.
Los procesos de acompañamiento con profesionales o con personas que se plantean nuevos retos, nacen con la ilusión y el deseo de lograr un objetivo. El sueño es la visión, el lugar dónde queremos llegar. Todos sabemos soñar. En los sueños ponemos nuestra felicidad, nuestro bienestar o el éxito. “El sueño es lo que nos sirve para caminar”, decía Eduardo Galeano.
Pero el sueño por si sólo no es suficiente. Después, hay que ponerse a andar, y eso es lo más difícil, sin duda. Hay que construir planes de acción… y cumplirlos.
El sueño necesita la acción.
Todo objetivo requiere un compromiso con la acción. Sin embargo, muchas veces nos olvidamos de esto. Soñamos, pero no hacemos, entonces fantaseamos…Dice un proverbio japonés: “Una visión sin acción es un sueño. Una acción sin visión es una pesadilla”.
Anhelamos conseguir mejores trabajos o ascender profesionalmente, pero no nos formamos o hacemos lo necesario para ser más mejores. Queremos equipos más motivados y comprometidos, pero no trabajamos los fundamentos para construir equipos de alto rendimiento. Buscamos llegar al objetivo, sin transitar por el camino, sin pagar el precio… y así no es posible.
“En la acción está la clave. Los comportamientos muestran el grado de compromiso con el cambio, y son el termómetro para medir la transformación de una persona o equipo.” |
¿Qué nos hace pasar a la acción?
La pregunta que nos podríamos hacer es qué es lo que hace que unas personas comiencen a andar y sean constantes en su caminar, y otras apenas dados unos pasos dejen de hacerlo o ni siquiera se pongan en marcha. ¿Qué resortes hay que tocar para ponerse en acción y mantener el rumbo?
Podemos ponernos en marcha cómo una huida ante algo que no queremos. Por ejemplo, irnos de un trabajo que por diferentes razones estamos a disgusto. O incluso, podemos hacer sin que nos apasione lo que hacemos.
O también, podemos ponernos en marcha porque tengamos una motivación o un proyecto personal o profesional lo suficientemente atractivo. Perseguimos aquello que deseamos, un sueño. Esta es la opción ideal, porque probablemente nos permita llegar al compromiso.
“Hacemos porque perseguimos una motivación, que nace de un deseo o de un sueño, y que va construyendo nuestro camino.” |
¿Qué necesitamos para comprometernos con algo? Voluntad & Disciplina
La voluntad de QUERER. Nace de nuestro interior, más allá de los motivos o razones que tengamos para hacer algo. Cuando apelamos a nuestra voluntad, nos centramos en nuestra fuerza interior, y ponemos toda nuestra energía al servicio del objetivo.
“La voluntad surge cuando nos identificamos con una causa o un propósito transcendente. Algo que nos mueve por encima de nuestros miedos o de las dificultades que tengamos que afrontar.” |
Y la disciplina, que es el esfuerzo repetido en el tiempo. Es lo que nos permite perseverar y ser constantes para lograr nuestros objetivos.
“Ser un profesional es hacer las cosas que amas hacer, los días en que no tienes ganas de hacerlas” (Julius Erving, Dr. J)