Claves de la formación continua e innovadora

Energía y humildad

Esta semana asistía a un encuentro organizado por la empresa Vaughan, donde se debatía acerca de la importancia de formar a los trabajadores de manera continua e innovadora.  Richard Vaughan exponía los dos elementos vitales para que la formación resultara un éxito: la energía y la humildad del personal docente. Y tiene toda su lógica. Sin energía, difícilmente un formador puede transmitir todo su conocimiento. Y, por otro lado, a ninguno de nosotros nos gustan los profesores prepotentes y arrogantes que van dando cátedra sobre determinadas materias.

 

Sin embargo, el elemento diferenciador, y dónde reside el éxito de cualquier proceso formativo, cuyo fin debería ser el aprendizaje de una materia, competencia o habilidad, es la conexión emocional que establece el formador/profesor con el alumno. Y esa conexión tiene que ver con varios factores.

 

El conocimiento

Creo que es interesante, partir de este punto. Podemos caer en la tentación de pensar que con unas buenas dotes comunicativas y la capacidad para generar feeling con nuestra audiencia podemos conquistar a cualquier alumno. En mi opinión, lo primero que necesita un formador es saber, tener conocimiento sobre la materia en cuestión.

 

El conocimiento convierte a un formador en alguien apto, capaz y autorizado para poder hablar sobre una materia con conocimiento de causa. Es este conocimiento el que nos permite elevar la confianza en uno mismo, y desarrollar nuestro talento. Sin conocimiento, no hay talento.

 

La comunicación

Hoy en día, existe un amplio consenso en considerar la comunicación, definida competencialmente como la capacidad para generar “Impacto & Influencia” en nuestro entorno, como uno de los factores clave para el éxito de cualquier carrera profesional. Sin embargo, basta trabajar con equipos o personas, para darnos cuenta que existen graves problemas de comunicación que se traducen en conflictos diarios que generan incomprensión y frustración.

 

No se puede negar la importancia de conseguir ser un buen comunicador, porque eso nos permitirá hacer llegar nuestro mensaje a otras personas, y que éste sea entendido, comprendido y recordado, lo que nos permitará lograr nuestros objetivos. Porque en el fondo, cuando comunicamos lo que buscamos es que nuestro receptor nos entienda o haga algo que necesitamos. Y, éste, es uno de los principios del liderazgo.

 

La empatía

Sin embargo, ser un buen comunicador requiere de algo mucho más importante que hablar bien o realizar discursos perfectos. Creo que hay un elemento que determina el éxito de la comunicación y del que todo el mundo habla, pero generalmente muy pocas personas son capaces de practicar: la empatía.

 

La empatía es la capacidad genuina para ver el mundo a través del otro. Sí un formador no es capaz de empatizar con el mundo del alumno difícilmente van a poder hablar el mismo idioma. Por eso necesitamos aprender a escuchar, a observar lo que se dice y lo que no se dice, a captar las emociones y las energías de una audiencia. Y evitar caer en el error de hablar demasiado, aunque sepamos mucho (conocimiento) o tengamos buenas dotes para la comunicación (verbal o no verbal).

 

¿De verdad la gente quiere formarse?

Sin embargo, cuando hablamos de formación aparece una cuestión que invalida cualquier intento de un profesor o formador: la negativa del alumno a aprender.  Lamentablemente, en las empresas nos encontramos con un porcentaje muy elevado de trabajadores que les importa bastante poco la formación. Piensan que con lo que saben, ya les vale. Sí nos chocamos con esta piedra, poco podemos hacer.

 

Al final, tener una actitud abierta hacia el aprendizaje depende de la voluntad de cada persona. Sí hay voluntad, la motivación se activará. Pero ¿cómo prender la llama de la voluntad? Encontrando la necesidad, el deseo o el interés de cada persona. Todos necesitamos o deseamos algo que nos falta o que anhelamos.  Nietzsche lo denominó voluntad de poder, entendida como “la ambición que coloca al hombre en el lugar que le corresponde”. Es decir, la ambición es la voluntad por desarrollarse, para llegar a convertirte en lo que realmente eres. La cuestión reside en que cada persona se conozca para saber qué es lo que realmente quiere ser o en qué convertirse.

 

“Sin una chispa no puedes encender un fuego.” (Bruce Springsteen)

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