Cambio y transformación.
Decía Marco Aurelio, que la clave de un buen gobernante está en “mejorar todo aquello que puede ser cambiado, no intentar transformar aquello que no puede ser modificado y tener la sabiduría para distinguir lo uno de lo otro”. Estas palabras pueden ser aplicables a cualquier persona que tenga la misión de liderar un equipo, y también son válidas para todo aquel que pretenda liderar su vida.
Todos solemos movernos dentro de entornos conocidos, controlables y que nos aportan una aparente sensación de seguridad. Solemos pensar que nada nos puede inquietar dentro de ellos. Hasta que un día nuestro «chiringuito» comienza a tambalearse. Entonces, entramos en crisis casi sin darnos cuenta.
Da igual que hablamos del trabajo, de la pareja, de los amigos o de la salud. Hay momentos en la vida, en la que nos visita algún imprevisto en forma de desgracia o de contratiempo, que hace que todo lo que parecía seguro se transforme en inestable.
En realidad, no debería extrañarnos, ya que sí echamos un vistazo a nuestra historia personal o profesional nos daremos cuenta que todo ha ido cambiando. Aunque digamos que nada cambia, todo cambia, incluso para aquellos que suelen vivir en “el día de la marmota”.
“Ser conscientes del carácter “impermanente” de la vida es un signo de madurez. Pero no podemos quedarnos en la resignación del cambio o esperar sentados a que nos sorprenda la Vida. ” |
Eso llegará, y habrá situaciones para las que nada de lo que hagamos estaremos preparados: una desgracia, una pérdida de un ser querido, una enfermedad terminal…
Kaizen, mejora continua
Sin embargo, lo que si que podemos hacer es buscar la mejora de nuestra situación. Creo que las personas «somos más una tarea permanentemente inacabada que un proyecto terminado». Lo que supone un continuo desafío que nos invita a crecer, a madurar, a aprender de forma continua. Lo que los japoneses denominan «kaizen».
Por ejemplo, cuando hay algo que no me gusta, sea en el ámbito que sea, tendré que algunas decisiones. Puede ser una mejora en nuestras capacidades o competencias, a través de un proceso de formación. Eso es el “cambio proactivo”, y para lo que todos deberíamos estar dispuestos y concienciados en cualquier momento. Mantenernos en la misma dinámica, sin actualizar nuestra formación, es el modo más seguro de que acabemos “fuera de lugar”, y forzados a cambiar.
A veces no es suficiente con una actualización de nuestra formación. Esas “situaciones incómodas” exigen una modificación más radical, una transformación esencial que afectará a las diferentes dimensiones de nuestro ser: física, mental, emocional y espiritual.
“Realizar un “proceso de transformación”, no es ni sencillo ni complicado. Simplemente es un proceso que nace de una necesidad interna, de una motivación profunda, que nos empuja a alcanzar un nivel superior, y que generará mayores niveles de felicidad.” |
Incorporación de nuevos hábitos
Cualquier transformación exige la adopción de unos hábitos. Necesarios para lograr los objetivos nos reporten mayores niveles de satisfacción y felicidad.
En los hábitos hay una carga de inteligencia y voluntad. Permiten desarrollar una función estimulante, tienen una orientación definida, y se potencian unos a otros. Stephen Covey lo explica en su obra cumbre “Los 7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva”.
Cada uno de los hábitos recomendados por Covey son ladrillos que sirven para construir y desarrollar la Inteligencia Emocional. A través de los tres primeros hábitos desarrollamos algunos aspectos de la Inteligencia Intrapersonal:
- Desarrollar la responsabilidad personal
- Tener un fin en mente
- Organizar nuestro tiempo
Mientras que los tres siguientes hábitos nos permiten desarrollar habilidades relacionadas con la Inteligencia Interpersonal:
- Escuchar de forma activa para desarrollar la empatía
- Comunicar de forma asertiva
- Llegar a acuerdos de colaboración y cooperación.
Sin olvidad el carácter impermanente de todas las cosas, que nos hará invertir en un proceso de mejora continua en nosotros mismos. Es el séptimo habíto, denominado «afilar el hacha».
En la implantación de los hábitos reside el éxito de todo proceso de transformación. Y para adquirirlos es necesario quererlos, conocerlos y voluntad para asumirlos. Esto requiere tiempo, dejar espacio para que las cosas se vayan asentando y realizar esa transformación paso a paso.
“Y aquí está el peligro: queremos transformarnos de la noche a la mañana, y eso es imposible. Un proceso de transformación exige tiempo y constancia.” |
“Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible”
(San Francisco de Asís).