Las cosas nunca ocurren de repente…

Siempre ocurren lentamente, gradualmente… Esta es la clave para entender los cambios y los procesos de transformación, ya sean personales o de equipos. El problema radica en que nos solemos perder lo que realmente está sucediendo en las profundidades.  Nos centramos en los comportamientos más evidentes de las batallas diarias, y no reparamos en qué subyace a esa realidad. Nos fijamos en los vientos que acechan nuestro iceberg, y nos olvidamos de indagar qué sucede con las corrientes más profundas, que son las que realmente lo mueven.

Hoy basta asomarse a cualquier diario deportivo para leer los análisis sobre la debacle del Barça en Paris. Y puede sorprender un marcador como el que se produjo anoche en el Parque de los Príncipes. Sin embargo, el resultado es consecuencia de un proceso que comenzó hace unos años, y que tiene como resultado la pérdida de identidad del juego del equipo.

Perdiendo la identidad de un equipo

Decía Martí Perarnau en su libro «Herr Pep», que la “idea” es la esencia de un equipo y de su entrenador. La idea del Barça desde la época de Cruyff ha sido la de dominar el balón. Detrás de esa idea hay un “idioma”, que son el conjunto de sistemas, ejercicios y principios que permiten expresar esa idea en el campo. Durante los últimos años, tanto la “idea” como el “idioma” han ido cambiando lenta y gradualmente. Hasta ver un equipo desdibujado, irreconocible y falto de las señas de identidad con las que dominó el fútbol mundial con Pep Guardiola.

“Este es uno de los principales males que aquejan a los equipos en las empresas: la falta de identidad. Falta la idea, la esencia reflejada en una misión. Faltan planes de acción simples y realistas que recojan los objetivos y tareas concretas para materializar la misión.”

Solemos vivir inmersos en la prisa y la urgencia por conseguir resultados y objetivos. No reparamos en la necesidad de comenzar por lo más básico: «Conocer nuestro propósito, por qué queremos ser recordados, por qué hacemos lo que hacemos…» Esto no va de pintar un futuro idílico con frases grandilocuentes para después colgarlas en las paredes de la oficina. Sino simplemente mirar a largo plazo qué es lo que queremos. Y después decir “¿qué hacemos hoy?”.

«La prueba definitiva no es lo bonita que ha quedado la declaración de tu misión, sino el rendimiento que estás logrando» (Peter Drucker).

La paradoja del cambio.

Hoy la gran prueba a la que se tienen que enfrentar las empresas y los equipos es saber gestionar la continuidad y el cambio.  Las organizaciones de éxito son las que son capaces de conservar su esencia y a la vez estimular el progreso. Es lo que se conoce como:

“La paradoja del cambio”: las organizaciones que mejor se adaptan a un mundo tan cambiante son las que mejor saben lo que no deben cambiar.

Tienen unos principios básicos que son su ancla, y todo lo demás lo pueden cambiar fácilmente. Tienen muy claro lo que es realmente sagrado y lo que no. Lo que nunca deberán cambiar y lo que siempre están abiertos a cambiar.

Las personas son la clave en cualquier proceso de cambio.

Y por último, hay un aspecto que no podemos olvidar: la gente. “Ni la mejor idea, ni el idioma más elaborado podrán interpretarse correctamente sí los jugadores no están predispuestos”, cita Martí Perarnau. Deben estar predispuestos a aprender los secretos del idioma.

“En muchas empresas existe un clima de desmotivación que aleja a los empleados de la misión y del plan de acción establecido. Esto impide que tengan una mente abierta, condición imprescindible para aprender.”

En la actualidad, los managers y directivos de muchas empresas se empeñan en poner en marcha los conocidos procesos de Transformación Digital. Estos procesos son nuevos “idiomas” que implica aprender nuevos sistemas de organización, nuevos productos y servicios, nuevos mensajes…

Es necesario crear un clima que permita integrar a los miembros de un equipo en la nueva idea (la misión, el propósito). Y que estén abiertos a “aprender” el nuevo idioma. Para aprender ese idioma nuevo hay que ir paso a paso. Siendo firmes, constantes e implacables en el objetivo, y flexibles en el proceso de aprendizaje.

«No subordines nunca la misión a los beneficios» (Peter Drucker)

The Price You Pay – Bruce Springsteen