GILIPOLLAS EN EL TRABAJO
¿Qué podemos encontrarnos en el trabajo?
El título con el que abro este post es la traducción agresiva del libro de Tessa West, “Jerks at work”. Podría haber utilizado otro título más suave como “Idiotas en el trabajo”. Pero la realidad, es que cuando tenemos la mala suerte de encontrarnos con un perfil así, nuestra reacción, sí somos un poco mal hablados es decirnos a nosotros mismos y, después, compartirlo con alguien: “este (o esta) es un/a gilipollas”.
Y, ¿por qué llegamos a esa conclusión? Existen varias razones, pero las más comunes suelen ser estas. Porque sus ideas están en las antípodas a las nuestras, o porque adopta comportamientos que no compartimos y/o agreden a nuestros valores, o porque, simplemente, no tenemos feeling con esa persona. Sin embargo, lo realmente importante es comenzar a hacernos algunas preguntas básicas:
- ¿Qué hacemos cuando un gilipollas (un jefe o un compañero) se instala en nuestro entorno?
- ¿Cómo lo tratamos? ¿Cómo lidiamos con él/ella en el día a día?
- ¿Qué nos está enseñando esa persona?
- ¿Somos capaces de darnos cuenta que, a veces, nosotros también actuamos como unos gilipollas? O quizás, ¿en algún momento de nuestra vida hemos sido así?
Siete perfiles que preferirías evitar…
En el libro, esta profesora de la Universidad de Nueva York, que lleva 15 años estudiando el comportamiento humano y tiene una buena idea de por qué somos así en el trabajo, clasifica en 7 perfiles el conjunto de gilipollas, que antes o después nos encontraremos en nuestra vida laboral. Y encontramos los siguientes:
- El trepa
- El cuelga-medallas (o ladrón de crédito)
- El avasallador
- El parásito
- El micro-manager
- El jefe descuidado (o cretino)
- El manipulador
La utilización del artículo “el” no circunscribe estos perfiles únicamente a género masculino, también podemos encontrar estos especímenes en el género femenino, u otras identidades de género.
Pero ¿cuáles son las características básicas de cada perfil?
- El trepa
Se caracteriza por su deseo de alcanzar la cima a través de cualquier medio. No reparan en daños con el único objetivo de conseguir su objetivo, compitiendo con cualquier estrategia o maña que les ayude a lograrlo. Y cuando lo han logrado, luchan de una forma encarnizada para mantener su estatus o elevarlo. Suelen tener buenas maneras y se relacionan con inteligencia con sus mandos superiores.
- El cuelga-medallas (o ladrón de crédito)
Son lobos con piel de cordero. Su mayor y, probablemente, única, preocupación son ellos mismos. Parece que son grandes amigos, pero pueden traicionar tu confianza, si detectan que tu idea es suficientemente buena para ser robada. Te ofrecen su ayuda para luego aprovecharte de tus ideas.
- El avasallador
Están bien colocados y no temen mostrar sus músculos para conseguir lo que desean. Buscan controlar los procesos de toma de decisión y son capaces de intimidar a los jefes con menos poder. Su comportamiento está bien visto por algunos jefes, ya que se les considera para futuros puestos de dirección y responsabilidad.
- El parásito
Son expertos en no hacer nada y, pese a esto, son recompensados por ello. Prosperan con el buen funcionamiento de los equipos, sobre todo, los que están fuertemente cohesionados. Tienen buenas relaciones con el grupo o, incluso, son amigos, lo que dificulta tomar decisiones dolorosas.
- El micro-manager
Son impacientes con las tareas que realizas y no respetan tu espacio personal y tu tiempo. Generalmente, antes ocupaban el puesto que tú tienes actualmente y piensan que lo mejor es monitorizar a la gente para que mejoren los resultados. Son jefes que no les preocupa que su gente escale, de hecho, suelen trabajar con personas de alta rotación en sus equipos.
- El jefe descuidado (o cretino)
Son jefes que no tienen ni el dominio ni el control de la situación y que lo que más temen es quedarse fuera del círculo de poder e influencia. Su comportamiento tiene 3 fases: primero, viven largos periodos de descuido de sus obligaciones y responsabilidades; segundo, sufren una ansiedad creciente, al darse cuenta que no tienen el control de las cosas; y, tercero, aumentan el control sobre las personas que dirigen para aliviar su ansiedad.
- El manipulador
Son mentirosos a gran escala. Su comportamiento se basa en aislar a sus víctimas lentamente, construyendo una realidad alternativa, que se ajuste a sus necesidades. Algunos adoptan el papel de víctimas haciendo creer que tienen una posición precaria. Su objetivo es lograr que sus compañeros o jefes se marchen del equipo/empresa, utilizando chismorreos o robando sus ideas.
Los tres errores más comunes cuando nos encontramos con un gilipollas…
El historiador económico Carlo Mª Cipolla, escribió sobre las leyes fundamentales de la estupidez humana. En la primera ley sostenía que “siempre e inevitablemente todos subestiman el número de individuos estúpidos en circulación”. Es decir, como dice un afamado periodista, “hay más tontos que botellines”. El problema es que los gilipollas, estúpidos, tontos, idiotas o imbéciles suelen hacernos daño, por eso es importante tener en cuenta algunos errores que cometemos cuando nos referimos a ellos:
- Sólo la gente inexperta tiene problemas con un gilipollas en el trabajo…
Esto es un error. Por mucha experiencia que tengas, siempre es posible que aparezca un gilipollas que te fastidie la vida. Y esto sucede fundamentalmente, porque no sabemos manejar los problemas derivados de la relación con otras personas. Conviene diferenciar, por ejemplo, entre los conflictos de tarea y de relación, para saber a qué atenernos en cada situación.
- Los gilipollas son personas amargadas que no tienen competencias o habilidades reales…
Otro error de bulto. Solemos señalar al gilipollas como los malos de la película, y pensar que son imbéciles sin ningún tipo de talento. Lo cual, lamentablemente, no es cierto. Hay personas que tienen un talento especial para usarlo de forma vil y alcanzar sus objetivos. Por ejemplo, algunos de los perfiles anteriores suelen ser muy buenos conectores sociales.
- Mi jefe no hace nada con ellos, porque no le importa…
La triste realidad es que hay muchos jefes que no saben cómo tratar con este tipo de personas. Estos jefes han accedido al cargo por un brillante desempeño en las funciones que realizaban previamente. Pero nadie les ha enseñado a cómo manejarse e interactuar con personas de cualquier pelaje. Por ejemplo, un jefe que no domine la comunicación (sepa expresarse con asertividad, promueva las conversaciones difíciles o practique el feedback con su equipo) difícilmente podrá mantener unas relaciones satisfactorias su equipo.
¿Qué podemos hacer ante un gilipollas?
Las soluciones más comunes suelen ser sonreír y aguantar el chaparrón, o acabar largándonos del infierno que supone tratar día a día con estos personajes. Sin embargo, aguantar “sine die” a un gilipollas puede llevarte a vivir situaciones extremadamente estresantes que hagan mella en tu salud mental o corporal. Mientras que irte por las bravas de un sitio porque “estás tan quemado, que ya no aguantas más”, no siempre es una solución posible.
La alternativa que plantea la Tessa West pasa por aprovechar y fomentar nuestras relaciones sociales en el trabajo y, a través de ellas, resolver nuestros problemas con este tipo particular de jefes y/o compañeros. Necesitamos construir redes sociales con personas con poder, no sólo con nuestros amigos, que nos ayuden a lidiar con estas personas difíciles. A lo largo del libro, la profesora West ofrece soluciones para tratar con éxito con cada uno de estos perfiles.
Y… ¿cuándo los gilipollas somos nosotros?
Quizá este sea un aspecto que no se recoge específicamente en el libro. Pero sería necesario, hacer autocrítica, para identificar sí en algún momento de nuestra vida laboral, no hemos adoptado alguno de estos perfiles, o incluso, sí aún ahora estamos interpretando alguno de ellos.
Tener la humildad suficiente para reconocer que a veces, nos hemos comportado como auténticos gilipollas en alguna de las 7 variantes que se recoge en el libro, es el modo más directo para entender con quien tratamos. Y ser lo suficientemente valiente para rectificar nuestra actitud y comportamiento sí todavía no hemos cambiado. Porque por mucho que intentemos cambiar a un gilipollas, nunca lo conseguiremos. Sólo uno mismo tiene el poder para cambiar, ya sea por reflexión (toma de conciencia) o por compulsión (una desgracia). Ahora, y tú, ¿te has comportado alguna vez en el trabajo como alguno de estos perfiles?
“El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca.”
(Immanuel Kant)
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