¿Por qué los equipos necesitan verse?
La vuelta a la oficina.
En las últimas semanas, muchas organizaciones, empresas y equipos comienzan de forma progresiva a volver a sus lugares de trabajo. No al mismo ritmo, obviamente. Pero, managers y gestores de equipos empiezan a reagrupar a su gente bajo el mismo techo. Algunas empresas prefieren volver a la situación pre-pandemia, con un presentismo del 100% (eliminando el teletrabajo) y otras buscan conciliar ambos mundos, con el famoso entorno “híbrido”. También, hay otras que han decidido instaurar como norma general el teletrabajo.
Es obvio que casi nunca llueve al gusto de todos. Para unos la vuelta a la oficina es una bendición, aquellos que por su forma de ser han echado de menos el contacto con sus compañeros y la interacción de forma presencial. Para otros, sin embargo, el regreso a su mesa de trabajo la ven con una mezcla de miedo, pereza e incomodidad, apareciendo la queja y la frustración por tener que volver al trabajo. De tal forma, que hoy muchas empresas y equipos se encuentran con un problema: ¿qué hacemos con los que no quieren volver?, ¿es necesario trabajar presencialmente bajo un mismo techo?
¿Teletrabajo, presentismo o entorno híbrido?
Cada empresa o equipo debe saber qué modalidad se ajusta mejor a sus necesidades. Tanto unas como otras, presentan ventajas y desventajas. Este no es un artículo, que se decante por uno u otro. Mi experiencia me dice que, quizá, el entorno híbrido puede ser el más aconsejable en determinados casos. Pero, en cualquier caso, dependerá de diferentes variables, fundamentalmente asociadas al tipo de trabajo que se realice. Sin embargo, lo que si he aprendido es que los equipos, sí quieren ser equipos, y no sólo grupos de trabajo, necesitan verse, mirarse a la cara, incluso tocarse, para hacer equipo y ser un equipo.
La distancia física nos aleja.
Hay un concepto al que no se suele dar demasiada importancia cuando entramos por la puerta de la oficina: el espíritu de pertenencia. Hay una diferencia radical entre trabajar en una empresa o formar parte de un equipo, empresa u organización. Y es precisamente el espíritu de pertenencia. Pertenecer es formar parte de algo. Y cuando nos alejamos físicamente, los lazos de pertenencia se resienten, se debilitan. Hay algo que nos aleja o por contraposición, nos sentimos más cerca de otros lugares o cosas (nuestras casas, los clientes, los partners o simplemente de otras personas).
Por la distancia es por dónde comienzan a resquebrajarse las relaciones. Y hoy, las relaciones en los equipos y en las empresas u organizaciones, están tocadas, agrietadas y con riesgo de romperse definitivamente. Hay más tensión, más incomprensión y, probablemente, más dogmatismo en cómo ver y hacer las cosas. La pregunta que hay que hacerse es: ¿qué cosas nos ayudan a volver a juntarnos? Una pista, que nos deja un pasaje de El Principito:
“Sí quieres construir un barco, no empieces por recolectar madera, dibujar los planos o repartir el trabajo entre los hombres. Comienza por inculcar en los hombres el anhelo de mar libre y ancho.”
Hacer cosas juntos acerca a los equipos.
Lo cierto es que no hay que hacer un master en gestión de equipos para saber esto. Cuantas más cosas hagamos juntos, más cerca estaremos los unos de otros. Puede ser compartir un proyecto, comer juntos o tomar unas copas. Es en la cercanía cuando nos conocemos, cuando conectamos con el otro, cuando podemos llegar a sentir empatía por la otra persona y desarrollar la confianza, pilar básico e imprescindible para hacer y ser equipo. No es lo mismo tener una reunión virtual, que tenerla presencial. No es lo mismo hacer una cata de vino cada uno desde su casa que hacerla de forma presencial.
Los ejemplos de nuestra Selección de Fútbol o de Basket son prueba de esto. Obviamente ganaron tanto porque eran muy buenos en el desempeño de su actividad. Pero todos coinciden en que ese factor cercanía, era vital para lograr el espíritu de pertenencia y considerarse como sí fueran una familia. ¿Qué hacían? Iban al cine, jugaban a la pocha, a las cartas, etc. Aunque obviamente, había algo más que los hizo ser grandes, no sólo por ir al cine o jugar a la pocha ganaron lo que ganaron. La grandeza llega cuando se lucha por algo trascendente que proporcina fuerza emocional, dirección y seguridad. Ambos equipos tenían una visión que les permitía conectar con un futuro ilusionante. La pregunta que hoy se podrían hacer multitud de organizaciones, empresas o equipos sería: ¿cómo de ilusionante es su futuro? ¿qué podría volver a conectarlos con la ilusión de un futuro mejor?
Hablar de lo que nunca hablan los equipos.
Los equipos comienzan a hacer equipo cuando hablan de cosas que no tienen que ver con su actividad o con la consecución de unos objetivos o lograr unos determinados resultados. Hacer equipo comienza cuando hablan de sus hobbies, de sus aficiones, de sus emociones, de sus conflictos, de sus temas tabú. O cuando clarifican el para qué están unidos y los valores que los guían realmente, más allá de lo que pongan los carteles que adornan la oficina o la web de la empresa. Y para hablar de todo esto, necesitamos hacerlo de forma presencial, mirándonos a la cara, dándose cuenta de los pequeños detalles (cómo nos sentamos, movemos, hablamos, etc …). Creando espacios para compartir, para reflexionar, para pensar y también para sentir.
Decía Viktor Frankl que no era la supervivencia en el campo de concentración, lo que daba sentido a sus vidas, sino encontrar un sentido mayor que justificara aquel infierno. Del mismo modo, los resultados o la consecución de objetivos, no puede ser lo que de sentido a un equipo. Porque en el fondo, en última instancia, los resultados no dependen enteramente de nosotros. Debe haber un sentido más transcendente, más profundo que justifique para qué un equipo se une, luche y trabaje por lograr unos resultados. Eso es lo que une, conecta y genera pertenencia a un equipo, empresa u organización: un propósito y unos valores compartidos. No si se gana o se pierde. Y esto, no es posible hacerlo a través de una pantalla o con la tecnología más avanzada. Puede ayudar en momentos puntuales, pero la cercanía y el contacto humano es insustituible. Por eso, los equipos necesitan verse y volver a conectar presencialmente.
“Las personas necesitan un propósito que tenga significado, Esa es nuestra razón de vivir. Con un propósito compartido, somos capaces de conseguir cualquier cosa.”
(Warren Bennis)
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