Aprendizaje: El caso de éxito de un fracasado

El aprendizaje de la Champions

Este fin de semana, he leído un par de artículos que he recomendado en mis redes sociales. El primero preguntaba, ¿Cuánto durarían Isabel Pantoja y Sergio Ramos en su empresa? El segundo se titulaba, El fútbol le debía una Champions a Klopp. En ambos se puede sacar un aprendizaje o varios, que podemos aplicar a nuestros equipos y, quizá lo más importante, a nosotros mismos. El fútbol se ha convertido en un fenómeno que arrasa con todo. Moviliza a millones de aficionados. Crea seguidores fanáticos. Y podemos caer en la tentación de mitificar jugadores o entrenadores que logran los títulos que anhelamos para nuestros equipos. Y también crucificar a otros por no conseguir esos mismos títulos que pensamos que nuestros equipos se merecen por encima del resto.

Cuando solo vale la victoria

Este año, hemos visto como los grandes transatlánticos del fútbol europeo fueron cayendo de forma sorpresiva (R. Madrid, PSG, Juventus, Manchester City, Barcelona…). Sus entrenadores fueron crucificados y sus jugadores, otrora ídolos a los que se admiraba e idolatraba, señalados. El pueblo pide la cabeza de todos, como en la Antigua Roma. La razón estriba en la creencia extendida entre los aficionados que sólo vale la victoria. Que sólo se recuerda al campeón. Y eso es cierto, no vamos a engañar a nadie. Los resultados mandan, pero cuando nos hacemos esclavos de ellos, la ansiedad y la frustración arrasan con todo. Falta más análisis, más reflexión, más calma y más paciencia. Porque lo que nadie quiere ver o aceptar, es que se pierde muchas más veces de las que se gana. En el fútbol, y en cualquier ámbito de la vida.

Aprendizaje basado en problemas

No hace falta irse al mundo del fútbol. En la empresa, sucede algo similar. Cuando no se logran los resultados, se desatan las crisis, se cambian organigramas, se señala a los culpables y se tambalean proyectos porque no aguantamos perder, o que no se cumplan las expectativas que teníamos. El entrenador del Liverpool, campeón de esta edición de la Champions, es Jurgen Klopp. Antes de la Final de Madrid, había disputado 7 finales con diferentes equipos. Todas las había perdido. Pero, entendió la gran verdad de este juego y, probablemente de cualquier profesión o ámbito de la vida. Que perder es lo normal y lo único puedes hacer tras una derrota es volver a intentarlo. El éxito de Klopp, es el éxito de un fracasado, que entendió mejor que nadie que tenía que seguir intentándolo. Y, además, lo hizo poniendo una sonrisa al mal tiempo. Quizá, por eso, acabó ganando. Porque entendió que, a pesar de todas las finales perdidas, era un afortunado.

Cuando los equipos son esclavos de los héroes, ídolos o “prima donnas”

Hace unos días, escribía que cuando los equipos dependen de los héroes, algo en ellos no está funcionando como debería. Y la razón estriba en problemas de planificación. En esta Champions, lo hemos visto en los casos de Real Madrid y FC Barcelona. El primero, sin Cristiano Ronaldo, se ha visto condenado a una temporada gris y aciaga. El segundo, cuando el “superhéroe” Messi sin equipo, no pudo con un equipo sin figuras (su estrella estaba lesionado). Sin embargo, las organizaciones se ven secuestradas por las exigencias de estos héroes. Y, en muchas ocasiones, como son los que sacan las castañas del fuego, pues todo vale con ellos. Se sucumbe a sus caprichos, se les otorgan privilegios y con ello se destruye al equipo. Obviamente, en el mundo de la empresa, nadie o muy pocos, pueden realizar las mismas peticiones de determinadas estrellas futbolísticas. Pero, sus comportamientos están en la misma línea: culpar a otros de los fiascos del grupo, exigir más dinero, hablar mal públicamente de la empresa…Son personajes que enturbian el ambiente, y desmoralizan al resto del equipo. Como escribía Ovidio Peñalver en el primer artículo citado, lo más profesional en una organización es apostar por el equipo, la eficiencia y el largo plazo, y no exclusivamente por los “prima donna” que no respetan las reglas del juego.

«No se sale adelante celebrando éxitos, sino superando fracasos.» (Pericles)

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