¿PUEDE SER DIVERTIDO EL TRABAJO?
En el trabajo nos divertimos a veces…
¿Quién no se ha tomado un café junto a sus compañeros, justo antes de comenzar la jornada laboral? En ese momento, justo antes de comenzar la jornada de trabajo, se suele conversar sobre el partido de fútbol de Champions, algún culebrón del mundo del corazón o alguna noticia política o económica que nos haya sorprendido. Es una conversación en la que todos participamos y nos gusta dar nuestra opinión. Generalmente, son momentos en los que nos divertimos escuchando los comentarios de nuestros compañeros. De hecho, algunas veces unos y otros defendemos con pasión nuestras ideas.
El problema surge cuando nos damos cuenta que hay que empezar a trabajar. Cuando hay que volver al sitio y ponerte delante del ordenador. O comenzar una reunión con tu jefe o con un compañero que no tragas. O hacer una presentación que no la llevas bien preparada. La energía baja de forma exponencial y la diversión se acaba. Sólo queda esperar a otro parón para recuperar un poco la energía y desconectar de la tarea (un café, la comida o el fin de la jornada laboral). La cuestión que nos podemos plantear es:
¿Por qué no nos divertimos en el trabajo?, ¿Por qué no lo pasamos bien?, ¿Por qué no disfrutamos con lo que hacemos?
Sin pasión en el trabajo …
Cuando lo que haces no te divierte, el trabajo se convierte en una condena. Y lo único que deseas es que llegue la hora para “dejar que se te caiga el boli” y dar carpetazo a otro día más. Aparece la desmotivación, la falta de compromiso, la apatía, el cansancio, la dejadez…y te dedicas a dar lo mínimo o cumplir con lo que te piden sin más. El problema es que cuando hablas con amigos o con clientes percibes que esto es lo normal. No hace falta acudir a los estudios que reflejan la alta desmotivación, la falta de compromiso o el famoso síndrome del “burnout”, que ha desembocado en la no menos cacareada “Gran Renuncia”. Pero cuál es el problema o la causa que nos lleva a trabajos que inicialmente deseamos, pero que, al cabo de unos pocos meses o años, aborrecemos.
Quizá, sea difícil dar una respuesta sencilla a un tema tan complejo. De hecho, hay múltiples factores que deberíamos tener en cuenta. Sin embargo, hay un aspecto que convendría no pasar por alto y que apela a la responsabilidad de cada persona. Cuando hay pasión por algo, es más fácil mantener la motivación. El problema reside en que, en los trabajos, en general, no encontramos pasión. La gente no va apasionada a trabajar, porque no le gusta lo que hace. Y no le gusta lo que hace, porque no ha encontrado algo que le motive, que le llene, que le mueva. Probablemente porque ni siquiera se lo ha planteado, ni ha sido capaz de hacerse un par de preguntas sencillas pero imprescindibles:
¿Qué me gusta hacer? y ¿Qué se me da bien hacer?
Preguntarse es indagar en uno mismo
La diversión comienza cuando encuentras algo que te apasiona. Mihaly Csikszentmihalyi lo explica en su teoría del “estado de flujo”. Ese estadio que nos permite fluir absortos en lo que estamos haciendo, al tiempo que soltamos la noción del tiempo que pasa. Y eso sucede cuando das con algo que te gusta, con lo que disfrutas y te apasiona. Ken Robinson define como el momento “eureka” en el que descubres tu don o te das cuenta que tienes determinadas habilidades para hacer algo.
Unos lo descubren a una edad temprana por sí mismos (Bruce Springsteen lo descubrió a los 8 años viendo a Elvis Presley en la tele). Otros porque hay una persona (mentor) que lo ve y le ayuda a dirigir su carrera (Rafa Nadal se decidió por el tenis en lugar del fútbol, y tuvo en su tío a su mentor). A otros nos cuesta más, y generalmente llega a través de una gran crisis en la que te das cuenta que lo que haces no te llena o no tiene sentido. Ahí comienza una búsqueda para descubrir eso que te hace disfrutar, vibrar y apasionarte por algo. Por eso, si no te gusta lo que haces, búscalo, prueba, experimenta… Al final, si tienes la voluntad por encontrarlo, aparece.
El liderazgo humano
Ese camino, el de descubrir «qué te apasiona», hay veces que se hace difícil emprenderlo o requiere tiempo para averiguar eso con lo que vibras. Así continuamos en trabajos que no nos gustan y en los que no damos lo mejor de nosotros mismos. Sin embargo, podemos tener la fortuna de encontrarnos a determinadas personas que nos ayuden a cambiar esa situación. Esas personas suelen ser líderes “humanos”. Porque una de las claves del liderazgo es justamente el “cuidado a las personas”. “Cuidar” es un verbo que, en el mundo laboral, salvo contadas excepciones, no se tiene en cuenta.
Cuidar significa reconocer, estar pendiente, escuchar, compartir, empatizar, transmitir confianza …
Además, implica preocuparse por tu gente, saber qué le ocurre y si detectas que alguien de tu equipo está quemado, no se divierte y el clima se enrarece, necesitas averiguar qué sucede y revertir esa situación.
Podemos utilizar la analogía de un avión. Generalmente, los aviones suelen tener dos motores, y aunque puede volar con un solo motor, su velocidad y su alcance será menor. Con el liderazgo sucede algo similar. Cuando dirigimos una empresa necesitamos centrarnos tanto en lo que vendemos (nuestro producto o servicio) como en las personas (que son los que hacen posible que las cosas sucedan). Si no cuidamos a las personas (el otro motor), el liderazgo es incompleto y deja de ser humano, para convertirse en un liderazgo centrado en objetivos, resultados, estrategias de producto, etc… Y eso, ya no es liderazgo, es más un modelo de dirección de negocio.
Extraer lo mejor de cada persona
Un líder debe ser capaz de extraer lo mejor de cada persona. Es decir, debe crear un entorno donde se pueda desarrollar el máximo potencial de las personas. Puede que una persona no le guste un trabajo determinado o no esté capacitada para su desempeño. Sin embargo, cuando el entorno es adecuado y se le da protagonismo, fomentando su participación y encargándole unas funciones correctas de acuerdo con sus capacidades, su rendimiento mejorará. Incluso podrá disfrutar con lo que hace.
Cuando nos sentimos protagonistas y somos tenidos en cuenta, nos sentimos bien y, además, solemos pasarlo bien con lo que hacemos.
Por eso, es importante preocuparse por las personas, cuidarlas, ayudarlas a descubrir sus talentos, dónde pueden dar su máximo potencial. Puede ser más fácil, “bajar del autobús” a aquellas personas que no están capacitadas y fichar a las grandes estrellas del mercado (teoría de Jim Collins). Pero tampoco nos vamos a engañar, no siempre vas a tener a los mejores, ni los más responsables, ni los más perfectos (porque no existen). Una de las funciones de un líder consiste en recuperar a personas desmotivadas y desilusionadas y poner los medios para que esas personas se apasionen con su trabajo.
“Un grupo de personas apasionadas y con experiencia pueden tener un rendimiento muy superior a cualquier grupo de estrellas de negocio.”
(Bob Chapman, «Todo el mundo es importante»)
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