¿Podemos cambiar teniendo miedo?
Viviendo en un estado de supervivencia
¿Te has preguntado en las últimas semanas dónde has puesto tu atención la mayor parte del tiempo? ¿Qué pensamientos y emociones has tenido? Y ¿cómo te has sentido, cómo estaba tu cuerpo? Seguramente, tu atención se haya centrado, inevitablemente en todo lo que está sucediendo y te habrán asaltado pensamientos como estos: “tengo miedo a enfermar”, “me da rabia todo lo que sucede”, “siento tristeza por las personas que han fallecido”. También, habrás sentido incertidumbre, al no poder controlar o definir el futuro: “¿qué ocurrirá cuando volvamos?”, “¿mantendré mi trabajo?”, “¿llegaré a fin de mes?” Y, estoy convencido, que también te habrás planteado la posilidad de cambiar algunas cosas en tu vida.
Todos esos pensamientos, emociones, sentimientos y preguntas sin respuesta están provocando algo en ti estrés. El estrés es un estado de tensión mental o emocional resultante de circunstancias adversas o muy exigentes. Es la respuesta de nuestro cuerpo cuando vivimos en un estado de supervivencia. La cuestión es si podemos vivir continuamente en este estado de estrés provocado por toda esta situación.
Podemos tolerar el estrés a corto plazo
Cuando una persona percibe un peligro, el cuerpo comienza a movilizarse de forma innata para adaptarse y dar una respuesta a esa amenaza. La respuesta viene dada por nuestro sistema nervioso primitivo, llamado sistema nervioso de lucha o huida. Y podemos luchar, huir o quedarnos parados y escondernos. Supongo que, en estas semanas, cualquier persona puede identificarse con alguna de estas reacciones. Estas respuestas son naturales y suponen una buena adaptación al medio ambiente, cuando detectamos un peligro o amenaza. Además, cualquier organismo en la naturaleza es capaz de tolerar ese estrés.
El problema surge cuando no podemos apagar la respuesta al estrés. Cuando seguimos sintiendo miedo continuamente ante un peligro, por ejemplo, una enfermedad, un virus, un compañero de trabajo, tu jefe o tu pareja. Si vivimos en ese estado de estrés constante, nuestro cuerpo generará unas sustancias químicas, denominada cortisol, que es la hormona del estrés, que provocará que nuestro sistema inmune se vea afectado. Y, por lo tanto, aumentarán las posibilidades de caer enfermo. Ahora, puedes preguntarte, sí merece la pena vivir en estrés continuo por algo o alguien que consideres una amenaza o un peligro.
¿Es el momento de cambiar?
Sí estás viviendo en un estado de supervivencia, provocado por una amenaza y que está generando estrés en tu cuerpo, la primera reacción es hacer algo. Como hemos dicho, ante un peligro, no es el momento de quedarse quieto, porque si lo haces te convertirás en presa. De tal forma, que surge la necesidad de moverse, de cambiar, de adaptarse a las nuevas circunstancias. ¿Para qué hacemos esto? Para volver a tener el control, para alejarnos de la incertidumbre, de lo desconocido y volver a lo conocido, porque en un estado de supervivencia, lo desconocido es un lugar aterrador.
Sin embargo, cuando vivimos en un estado de estrés continuo, provocado por el miedo, es difícil que encontremos muchas soluciones o verdaderas posibilidades de cambio. La razón estriba en que nuestro cerebro se vuelve demasiado analítico y enfocado, y no advierte otras posibilidades. Seguramente que a tí tambien te pasa que cuando estás bajo estrés sólo piensas en el mismo problema una y otra vez. Pero pensar mucho en algo, no significa que vayamos a tener muchas respuestas y, ni mucho menos, que sean buenas o correctas. Y no tenemos demasiadas respuestas u opciones porque elegimos ver las cosas del peor modo posible. Nos preparamos para lo peor y las posibilidades se reducen. Por lo tanto, quizá, cambiar en un momento o estado de supervivencia, no sea la respuesta mejor o más inteligente. De hecho, podemos hacer muchos cambios y actuar como pollos sin cabeza, algo que lamentablemente observamos en estos días en muchos ámbitos y actividades.
Para cambiar necesitamos estar en un estado de serenidad
Decían los filósofos estoicos que, en tiempos de incertidumbre, es dónde más se necesita practicar la serenidad. Alcanzar la serenidad es uno de los grandes pilares de la filosofía estoica. Ellos lo llamaban “ataraxia” que podríamos definirlo como “imperturbabilidad del ánimo”. La cuestión radica en encontrar técnicas que nos permitan alcanzar ese estado de calma, relajación y paz interior, que nos ayude a tomar mejores decisiones y hacer cambios significativos en nuestra vida.
Para alcanzar ese estado, necesitamos acallar uno de los grandes ladrones de energía: la mente analítica. Podemos analizar de mil formas un problema, podemos pensar día y noche sobre el mismo tema…y al final del día seguiremos estancados y con pocas o ninguna solución. Y seguiremos haciendo lo mismo de siempre. La mente analítica es la que separa nuestra mente consciente de nuestra mente subconsciente. En la mente consciente está nuestra lógica, razonamientos y da lugar a la voluntad, la fe y la creatividad. Y en la mente subconsciente están nuestras creencias, hábitos y comportamientos subconscientes, actitudes programadas. Ambas constituyen lo que somos, aunque pensamos erróneamente que somos mente consciente y que la parte subconsciente no nos afecta o si lo hace es de una forma residual.
¿Cómo acallar nuestra mente analítica?
En realidad, nunca podremos dejar que nuestra mente analítica deje de funcionar. Porque es la que se ocupa de que sobrevivamos en la vida. La necesitamos para aprender cosas nuevas, para tomar decisiones, para realizar juicios…Sin embargo, sí queremos cambiar, y cambiar implica modificar y sustituir programas instalados de forma subconsciente en nuestra mente, debemos dejar que nuestra mente analítica trabaje a un ritmo inferior, para poder darnos cuenta de alguno de esos programas que funcionan subconscientemente y que están influyendo negativamente en nuestra vida.
En resumen, si realmente queremos cambiar tendremos que cambiar nuestra personalidad, nuestro yo, nuestra mente. Y eso significa ir más allá de la mente consciente y análitica, para cambiar las creencias, hábitos y comportamientos instalados en nuestra mente subconsciente. Algunas de las técnicas que nos pueden ayudar a realizar estos cambios son:
- Relajar la mente con actividades que nos hagan disfrutar sin pensar ni analizar: hacer deporte, tocar la guitarra, ver una serie divertida…
- Pararnos a reflexionar sobre nuestras emociones como hacían los estoicos, preguntándonos sobre qué aspectos perturban nuestra serenidad.
- Meditar en el sentido budista para acallar nuestra mente y acceder a nuestro subconsciente para realizar cambios más profundos.
“Sí buscas la felicidad es mejor y más fácil cambiarte a ti mismo y lo que deseas, que cambiar el mundo que te rodea.”
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