LO IMPOSIBLE CUESTA UN POCO MÁS…
Con la motivación nos equivocamos…
A veces cuando hablo con clientes me comentan la necesidad que tienen de motivar a sus equipos. Algo que consideran como una “misión imposible”. Buscan actividades de equipo (team building) o charlas motivadoras, que permitan mejorar la motivación de esas personas que, por diferentes razones, muestran apatía, cansancio, desgana o cualquier otra emoción “negativa” que caracteriza a las personas desmotivadas. Sin embargo, ni las actividades que permiten pasar un rato ameno y divertido, ni los mensajes quirúrgicos basados en el cambio de actitud, la búsqueda de la felicidad o el pensamiento positivo, resuelven el problema de la desmotivación.
Este tipo de acciones sirven para mover la energía, incluso nos hacen sentir bien durante el tiempo que dura la actividad o la charla. A veces, incluso nos hacen reflexionar brevemente. Pero cuando volvemos a nuestro día a día, vuelven a aparecer los sentimientos y emociones que comentábamos más arriba. Entonces, ¿cómo resolvemos el problema de la motivación?, ¿se puede motivar a alguien desmotivado?, ¿qué resorte hay que tocar para que una persona active su motivación?
¿Qué es la motivación?
Una de las cosas que más me sorprende cuando hablamos de motivación, es pensar que podemos motivar sólo con un cambio de actitud. O simplemente diciéndole a nuestra mente que deje de pensar en negativo para pensar en positivo. O convertirnos en bombillas que vamos alumbrando en la oscuridad que nos rodea, con ponernos las famosas pilas del conejito Duracell, que duran y duran. La motivación no va de eso, y para entenderla hay que estudiar las diferentes teorías de la motivación y, sobre todo, hay que estudiar y comprender a las personas: su personalidad, su vida, sus inquietudes, sus preocupaciones, sus estados de ánimo, sus valores, sus fortalezas…
“La motivación es la voluntad para actuar (o para cambiar cosas).”
La motivación proviene del verbo latino “moveré”, es decir implica un movimiento, el paso de un lugar a otro. Y surge cuando existe un deseo, una necesidad o un interés por conseguir algo (una recompensa que nos genera una satisfacción). El problema de la motivación es que a cada persona nos mueven cosas diferentes. De hecho, ninguna de las definiciones de motivación, explican las razones por las que las personas nos movemos, actuamos o cambiamos. Y es ahí, en el por qué, cuando podemos tratar el problema de la desmotivación. Cuando preguntamos “¿por qué estás motivado?” y comenzamos a profundizar para comprender las razones profundas que mueven a las personas, el famoso “para qué”: ¿para qué haces lo que haces?, ¿para qué quieres eso?
¿Por qué motivar no sirve de nada?
Hay una película, “Moneyball”, que cuenta la historia de Billy Beane, director general de un humilde equipo de béisbol, los Atletics de Oakland. En 2002 fue tentado por los poderosos Boston Red Sox, para que aceptara el cargo de director general, cobrando un salario record para ese cargo. Y, sin embargo, no aceptó la propuesta. Priorizo el amor y dedicación a su familia y a su equipo por encima del dinero, la fama, la notoriedad y el prestigio… Lo cual demuestra que la motivación es automotivación. Por mucho que yo quiera motivar a alguien con cientos de motivos, si esa persona no quiere, porque ya tiene sus propios motivos, (Y SIEMPRE LOS TENEMOS), es imposible.
¿Por qué lo hizo? Existen diferentes factores que propiciaron esta decisión. Pero conviene escuchar en la explicación que dio la madre de Billy Beane: “Después del instituto, Billy firmó con los New York Mets por una cuestión puramente económica, y después se arrepintió. Es algo que ha influido para tomar esta decisión ahora”. La historia de cada persona cuenta. Así como la forma de ser, los valores, los ojos con los que vemos el mundo…y, sobre todo, el corazón cuenta mucho en el dilema de la motivación.
¿Cómo activamos la motivación?
Conectándonos a nuestro sueño. Porque el sueño nos conecta con nuestro corazón, con aquellas cosas que nos hacen vibrar. Parece sencillo, pero no lo es porque hemos dejado de soñar. Puedes llamarme ingenuo, pero si dejamos de soñar nos desconectamos de nosotros, de lo que somos, de nuestra esencia más profunda. Cuando éramos pequeños soñábamos continuamente con ser cualquier cosa que nos llamaba la atención: ser futbolista, médico, cantante, albañil, pintor…
Ahora, preguntas a alguien por cuál es su sueño, y le pones en un aprieto. Comienza a mirarte perplejo, extrañado, pensando que esa pregunta se sale del guion. Necesitamos volver a soñar, pensar en aquellas cosas que nos hacen vibrar, que nos mueven del asiento y digamos “yo quiero eso”. Los cambios suceden por inspiración, por desesperación o porque la Vida te empuja. En la inspiración está el camino más corto para activar la motivación, para movilizar tu voluntad interna y actuar.
Pregúntate qué quieres de verdad
Por eso, es necesario, preguntarnos qué queremos, cuáles son nuestros sueños, adónde queremos llegar, qué cosas nos ponen de verdad … El ejemplo del expresidente de la República de Uruguay, Pepe Mújica, nos permite tener un referente sobre cómo luchó a lo largo de toda su vida por aquello en lo que creía y quería que se lograra, aunque a priori fuese algo imposible. Recomiendo ver el documental de Netflix, «El Pepe, una vida suprema»:
“Necesitamos un margen de utopía (…): la posibilidad de creer en algo que nos de esperanza en el futuro y que nos ilumine. Creer en algo que nos permita soñar.”
La utopía es lo imposible, y se configura a través de nuestros sueños, que nos sirve para caminar hacía la realidad que deseamos o para cambiar una realidad que no nos gusta. Por eso es vital dedicar tiempo a cuestionar y profundizar en nuestra visión personal, que es el sueño puesto en acción. Porque los sueños se logran desde la acción, no desde una cama o sentado en un sillón. Aunque a veces esos sueños imposibles cuesten un poco más.
“Lo imposible cuesta un poco más, y derrotados son sólo aquellos que bajan los brazos y se entregan.”
(Pepe Mújica)
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