¿Qué se necesita en las sesiones de coaching personal o de equipos?

En serio, ¿todo es urgente?

Las sesiones de coaching personal y profesional, o el coaching de equipos se han asociado a la imagen de cambio, de transformación. Se ha utilizado hasta la extenuación y el cansancio la necesidad de salir de la famosa “zona de confort”, para cambiar o alcanzar los objetivos deseados. Da la sensación que lo importante es cambiar sea como sea. Y si puede ser de un modo rápido mejor. Hoy están de moda las metodologías ágiles (Agile, SCRUM, Kanban…) que buscan poner en marcha proyectos de forma inmediata, adaptándose a las circunstancias específicas de un entorno altamente cambiante. De hecho, el objetivo de estas metodologías es acelerar al máximo los procesos de transformación. Incluso, existe el “coaching agile”, que promete cambiar tu vida en un “pispas”.

La sociedad de las prisas

Todo pasa deprisa, rápido, veloz… o al menos es la sensación que tenemos o nos hacen creer. Y si no entras en la rueda de la velocidad, parece que estás perdiendo el tren de la vida. Este sentimiento existe en un equipo o empresa cuando inicia un proceso de transformación (“todo es para ayer”). Y, también, cuando a un profesional se le exige formarse en determinadas habilidades, por ejemplo, haciendo un MBA para adquirir los atributos de un líder. El problema aparece cuando nos sentimos sobrepasados, cuando no entendemos cómo gestionar las cosas, o nos sentimos superados por determinadas circunstancias. Por ejemplo, cuando un equipo no alcanza los resultados esperados relacionados con el proceso de transformación, o cuando no logro gestionar un equipo pese a que me he leído el enésimo libro de liderazgo. Entonces, buscamos ayuda. Y lo hacemos, exigiendo la receta mágica e inmediata. Y es ahí, dónde aparecen todas esas metodologías de acción rápida e inmediata que ofrecen soluciones milagrosas en un tiempo récord.

¿Para qué hay que ir deprisa?

Sería necesario darse cuenta del motivo que se esconde detrás de las prisas. Los cardiólogos Meyer Friedman y Ray Rosenman acuñaron el término «Hurry Sickness”, o “enfermedad de la prisa”. Refleja el comportamiento caracterizado por una lucha continua y un intento incesante de lograr hacer más y más cosas en cada vez menos tiempo. En resumen, es la mezcla de ansiedad, estrés y sentimientos continuos de urgencia. Lo que hay detrás de este sentimiento es miedo. Miedo al dolor, al sufrimiento y a la insatisfacción de no lograr algo. Y se expresa en forma de preocupación por lo que suceda en el futuro. Este sentimiento, surge de la acuciante necesidad de tener todo controlado. Algo que como nos enseñaron los estoicos es una ilusión infantil, debido a que son pocas cosas las que están en nuestra zona de control. Pero seguimos intentando controlar todo, para que las cosas sean como nosotros queremos. Y nos pegamos de frente con la realidad.

Necesitamos parar

El presidente de Toyota, Fujio Cho, lo explica de este modo: “Si usted no para la planta de montaje, eso quiere decir que no tiene problemas. Sin embargo, todas las plantas de producción tienen problemas. De modo que usted debe estar ocultando sus problemas.” Uno de los principios de Toyota es precisamente este: crear una cultura de parar a fin de resolver los problemas e incorporara calidad. Esto se denomina “Jidoka”. Sin embargo, lo que no hacemos es pararnos, frenar, para reflexionar o pensar si todo es tan urgente. O si realmente, estamos poniendo el foco dónde debemos y no en el lugar equivocado. Y no lo hacemos, porque nos da miedo pararnos a pensar, a reflexionar. Esa incapacidad para frenar se denomina «cronopatía». Y ¿por qué necesitamos parar? Porque necesitamos comprender, y este proceso es lento. Nietzsche hablaba del elogio a lo lento. Lo realmente importante requiere de tiempo. Kavafis en el poema de Ítaca, sostiene que lo que cuenta no es llegar sino la experiencia que tenemos durante el viaje. Y este debe ser lento. Justo lo contrario a lo que sucede hoy: lo rápido es lo mejor, hay que darse prisa en llegar.

Una sesión de coaching personal es una parada

Para parar o frenar necesitamos tomar conciencia de nuestro sentir. Cuando estamos alterados, nuestro cuerpo es el que nos avisa de que algo está ocurriendo. Existe una aceleración que nos impide estar relajados. Y para darnos cuenta de esto, necesitamos estar en el presente. Pararnos a sentir lo que sucede aquí y ahora. Y esto es justamente lo que hacemos en las sesiones de coaching personal o de coaching de equipo: PARARNOS. Es necesario encontrar un espacio para parar, para reflexionar, para sentir qué ocurre. Las sesiones de coaching personal o de equipos son una parada que se enmarca dentro de un proceso. Y un proceso es una sucesión de fases sucesivas. Es decir, un proceso de coaching es una sucesión de paradas. Por eso, resulta contradictorio hablar de inmediatez o metodologías agile cuando nos referimos a procesos de coaching o de transformación cultural. Debido a que éstos traen aparejada la realización de cambios profundos o estructurales, que requieren tiempo y paciencia, y no prisas ni soluciones inmediatas.

“Una sesión de coaching personal o de equipos es un Jidoka, un espacio para parar e incorporar calidad al proceso”

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