¿Qué sucede cuando los sueños se rompen?

En las últimas semanas, he hablado con alguna amiga sobre sueños rotos. Esperanzas que se desvanecen e historias de dolor y de rabia que nos empujan a poner en tela de juicio eso que llamamos “pensamiento positivo”.

No creo en eslóganes facilones, ni en los predicadores motivacionales, ni en los vendedores de humo…Y tampoco creo en esos mensajes simples y empalagosos que inundan Twitter, Facebook o Youtube.

Creo en el optimismo mesurado, en el equilibrio. Ser consciente de tus fortalezas y debilidades, y que se pueden conseguir las cosas pero también no lograrlas. Creo en el trabajo, en el esfuerzo, en el sacrificio, la constancia y en crear las condiciones necesarias para que quizás, algún día se acaben logrando los sueños y anhelos más profundos.

La cuestión está en qué sucede cuándo esos sueños se rompen. Cuando: 

  • un proyecto que no sale,
  • un amor no cristaliza,
  • una enfermedad te puede,
  • no se consigue el trabajo deseado,
  • cuándo se pierde una final…

En suma, cuándo nuestra motivación se resquebraja.

Reconocer la emoción: llamar a las cosas por su nombre

Pues que jode, y mucho. Y lo primero que hay que hacer es reconocer esa emoción. A nosotros nos cuesta mucho, legitimar nuestras emociones, reconocerlas y darles un espacio. Ese es el primer aprendizaje, reconocer la emoción, ponerle nombre, ya sea tristeza, pena, rabia, resentimiento, miedo, sorpresa… Sea lo que sea, hay que darle un lugar y vivirla. Como decía la canción de La Unión, «sí te deja tu novia, te jodes»… Pues ese es el primer paso, permitirte estar jodido un tiempo, el que sea.

Sin embargo, no nos podemos quedar relamiendo mucho tiempo las heridas, viviendo en una emoción “negativa”.  Porque en ese caso, caemos en el peligro de entrar en estados de ánimo negativos, que nos hacen enfermar. La desrregulación emocional nos deja anclados a un hecho que ya pasó. Hay que pasar página, hay que reconciliarse con lo que sucedió y aceptarlo.

¿Cómo? Haciendo una reflexión serena de los aprendizajes que obtuve de esa experiencia. No recrearnos en los detalles, o en la historia, hay que ir más allá, hay que observar lo que hay detrás de lo que se ve.”

Reflexionar y extraer aprendizajes

Yo, como muchos de vosotros, también he sufrido fracasos, desengaños o desilusiones: los “sueños rotos”. Y ante eso hay un momento en el que es necesario hacer inventario. Qué conclusiones saqué de la experiencia y con qué aprendizajes pude quedarme. Estos son algunos de los aprendizajes que se pueden obtener de experiencias fallidas o de fracasos sonados:

  • Las cosas nunca suceden por casualidad. Por alguna razón ese fracaso o fatalidad ocurrió por algo, normalmente una enseñanza o una lección que necesitábamos aprender.
  • Las cosas salen bien cuando se hacen sencillas. Y cuando comienzan “torcidas”, existen muchas más probabilidades que terminen mal que bien, la famosa ley de Murphy. Todos nos damos cuenta de esto, lo difícil es tener el valor para reconocerlo y cambiar de tercio. No digo que no haya que luchar, pero si ser consciente de a qué nos estamos enfrentando. A veces una retirada a tiempo, es una victoria.
  • Respetar los tiempos. No siempre estamos preparados para cada reto o sueño que queremos cumplir. O a veces, nos encontramos que el entorno no lo está. Podemos querer mucho algo (éxito, amor, trabajo,…) pero si ese algo no está listo para nosotros, no lo conseguiremos.
  • Reconocer que en el intento, hubo cosas positivas. No sólo negativas, aunque el resultado final no fuese el deseado. Celebrar lo bueno que hicimos y reconocer lo menos bueno o nuestros errores, permite reconciliarnos con la experiencia y aprender de dicha experiencia.
  • Afrontar aquello que te da miedo. Tener el valor para ir adónde no quieres ir, a través de conversaciones públicas o privadas, nos permite enfrentarnos con nuestros miedos, con nuestras sombras… Es la única forma de aprender a respetar lo que necesitamos. Ante el miedo, sólo hay un remedio: querernos a nosotros mismos.
  • Ser consciente que los guiones de Hollywood con final feliz, en la vida real rara vez suceden. De hecho las películas que te dejan un sabor amargo o inesperado, dónde no hay un final feliz, son las que más te hacen reflexionar. Terminas preguntándote: ¿ya terminó?, ¿esto termina así? Solo hay que recordar el final de Los Soprano.

pensamiento mientras caminamos

¿Y ahora qué?

Pues ahora, como cuándo se terminaba la película, hay que seguir adelante. Reconocer los errores, extraer los aprendizajes que necesitabas aprender, y continuar. No hay mucho más que hacer. Al final, todo se reduce a cuatro cosas: actúa, observa, evalúa, ajusta y vuelve a actuar. O cómo decía una amiga, aplica el método de prueba y error: prueba y si te equivocas, a otra cosa. Así de simple, y es que «las cosas salen bien, cuando se hacen sencillas».

“En dos palabras puedo resumir cuanto he aprendido acerca de la vida: Sigue adelante” (Robert Frost)”

19 días y 500 noches – Joaquín Sabina