¿Para qué sirve un plan en épocas de incertidumbre?
Parásitos: ¿tenemos un plan?
La película Parásitos trata sobre la relación de codependencia que se establece entre dos familias distanciadas por sus hábitos, costumbres y su posición social y económica. Los diferentes miembros de la familia pobre trazan un plan para poder conseguir todos trabajo en la casa de la familia rica. El plan se cumple a la perfección, mientras existe un entorno predecible y controlado. Sin embargo, una noche comienzan a ocurrir una serie de eventos inesperados que ponen a prueba la fiabilidad del plan. Todos los personajes comienzan a vivir una situación de incertidumbre, donde el plan inicial queda invalidado, y necesitan adaptarse a una nueva situación.
Más o menos, lo mismo que nos ha sucedido a todos (personas, equipos, empresas, organizaciones, países…) en los últimos meses. Cuando cambia la situación o nuestro entorno conocido se ve amenazado, la pregunta inmediata es: ¿cuál es el plan? De hecho, el plan es una herramienta utilizada para recuperar el control. Con los planes buscamos reducir la incertidumbre y manejarnos en entornos controlados y seguros. Sin embargo, en entornos altamente volátiles e impredecibles, el control se nos escapa de las manos. Entonces, ¿sirven para algo los planes cuando vivimos una situación de incertidumbre? ¿podemos hacer algo para controlar nuestro destino? ¿cuál es el plan cuando no hay plan?
Vivir el cambio y adaptarse a él sin tener un plan
Hoy en día, todos estamos intentando recobrar el control. Sin embargo, la realidad nos da bofetadas un día si y otro también. Cuando pensamos que las cosas ya las tenemos bajo control aparece un nuevo evento que desbarata nuestro plan. De hecho, hoy los planes a medio o largo plazo apenas tienen ningún interés, ni aportan ningún beneficio, porque ni siquiera sabemos lo que va a suceder en unas semanas o en un par de meses. Todo cambia con rapidez y apenas podemos predecir qué sucederá en cualquier ámbito de nuestras vidas. Esto siempre fue así, aunque en general, nuestra sociedad occidental ha vivido en un entorno relativamente seguro y predecible. Lo que nos permitía tener una falsa sensación de seguridad y control.
Cuando aparece la incertidumbre, la única respuesta que tiene el ser humano es vivir la vida minuto a minuto. Es decir, poner el foco en el presente, en el aquí y en el ahora. Y sobre esa base, tomar decisiones en función de lo que vaya sucediendo en cada momento. Claro, esto es más fácil decirlo que hacerlo. Primero porque en una época incierta, aparece el miedo y la ansiedad nos bloquea. Fijamos nuestra atención en el pasado y en el futuro, y apenas reparamos en el presente, que es el único momento en el que realmente podemos hacer algo. Segundo, porque cuando decidimos solemos dar mucha más importancia a nuestros pensamientos, a la lógica, a la razón, al sentido común…Y pocas veces dejamos espacio a la intuición, a las corazonadas, a lo que nos dicen las tripas… Así solemos equivocarnos a menudo.
¿Qué hacemos con los planes y los objetivos hoy?
La teoría nos dice que tener objetivos y planes para alcanzarlos es algo imprescindible. Sin embargo, hoy, en un entorno altamente impredecible (volátil, incierto, complejo y ambiguo), los planes son poco o nada fiables. Incluso en el supuesto de fijarnos un plan para alcanzar un objetivo, estamos expuestos a vivir acontecimientos que nos provoquen una desregulación emocional (desilusión, ansiedad, negatividad…) ¿Qué hacemos entonces?, ¿cómo manejamos la incertidumbre? Quizá, la respuesta la podamos encontrar en el juego del baloncesto.
Un partido de basket es un juego complicado y rápido, lleno de decisiones espontáneas que se toman en una fracción de segundo. De hecho, para alguien que no sea experto en este deporte, puede pensar que los jugadores actúan de forma espontánea. Sin embargo, esa espontaneidad sólo es posible cuando todos los jugadores han pasado muchas horas de entrenamiento repetitivo y estructurado. La clave cuando tenemos que tomar decisiones en condiciones de cambio veloz y estrés, como la época actual, depende de la formación, de las reglas y del entrenamiento. O para ser más concreto, pensar rápido con acierto dependerá en gran medida de las experiencias de cambio que hayamos vivido.
El plan consiste en entrenar la toma de decisiones
El problema fundamental radica en que no estamos entrenados para tomar decisiones en entornos altamente complejos e inciertos. Y la época actual lo es, ya que nos exige tomar decisiones asociadas al cambio en situaciones llenas de dudas e incertidumbre. Y no estamos acostumbrados por la propia naturaleza del ser humano. Porque como animales racionales que somos, el cambio supone un gasto de energía brutal (como para cualquier animal) y preferimos ahorrar esa energía para otros menesteres. Además, por otro lado, debemos conocer las reglas que intervienen en los procesos de toma de decisiones. Y como demostró Daniel Kahneman, en su libro “Piensa rápido, piensa despacio”, la mayoría de las decisiones importantes no están sostenidas por un análisis formal del problema, sino por una serie de principios heurísticos y sesgos.
Estos sesgos cognitivos (cognitive biases) son las causas que provocan alteraciones en el procesamiento de la información que un ser humano capta a través de sus sentidos. Estas alteraciones nos generan distorsiones o interpretaciones ilógicas sobre la información de que disponemos. Es decir, los sesgos cognitivos, son atajos mentales, que a veces nos llevan a tomar decisiones erróneas y otras veces nos ayudan a la hora de tomar decisiones de forma más rápida. Y así ser más ágil a la hora de reaccionar, desenvolvernos y adaptarnos al entorno. La cuestión no estriba en eliminar los sesgos, sino ser consciente de cuando entran en juego y si nos ayudan o nos perjudican.
Por eso, ante las situaciones de cambio e incertidumbre que hoy nos toca vivir, lo más importante es actuar y tomar decisiones. Es decir, decidir, no quedarse parado o estancado. Te lleve a dónde te lleve esa decisión.
Para decidir se necesita tener confianza
Decidir implica actuar sin tener resueltas todas las dudas. Comprometernos con nosotros mismos a pesar de la incertidumbre. Y para hacer eso, debemos tener confianza en nosotros mismos o en algo superior en lo que creamos. Decía Søren Kierkegaard que se necesita plena confianza en uno mismo para atreverse a decidir en medio de la incertidumbre: confiar en uno mismo inmerso en la duda.
El problema hoy ante este entorno cambiante es nuestra falta de confianza en nosotros mismos, en nuestros valores, en nuestro talento, en nuestras capacidades para afrontar lo que venga. O la falta de confianza en la vida para confiar en que nos traerá lo mejor para nuestro crecimiento como defendían los filósofos estoicos. La pregunta del millón es cómo logramos adquirir esa confianza…La respuesta en el próximo post.
“La vida no es un problema que tiene que ser resuelto, sino una realidad que debe ser experimentada.”
(Søren Kierkegaard)
Sí quieres saber más sobre coaching, liderazgo de equipos o gestión de equipos de trabajo, no dudes en contactar con nosotros. Y pregunta por nuestros procesos de trabajo, servicios de coaching de equipos y coach personal y profesional.