La exigencia precede a la excelencia.

Solón (638 a. C.–558 a. C.) fue un poeta, reformador político, legislador y estadista ateniense, y se le considera uno de los Siete Sabios de la Antigua Grecia. No dejó escritas sus leyes y pensamientos, pero a través de sus discípulos, Platón entre ellos, podemos encontrar algunas de sus citas más relevantes: “Sin método, orden, voluntad, esfuerzo y sacrificio no son posibles ni el genio ni el triunfo”.

En la actualidad, podemos encontrar personas que tienen éxito sin recurrir a estas virtudes, y han dado lugar a determinadas corrientes de pensamiento que proclaman que se pueden lograr éxitos y vivir una vida plena sin necesidad de hacer grandes sacrificios ni realizar esfuerzos desproporcionados.

La exigencia se entrena

Toni Nadal, en “Todo se puede entrenar”, explica como desde muy joven quiso creer en la cita de Solón. Decidió adoptarla y seguirla, y a través de ella, impregnar la filosofía de trabajo de Rafa Nadal desde que era niño. Hoy, puede resultar ventajista, utilizar su ejemplo, después de verle ganar su décimo título de Roland Garros. Sin embargo, sirve para mostrar el triunfo de todas esas virtudes que defendió Solón, y que acertadamente Toni Nadal decidió incorporar a su filosofía de vida y a su ética de trabajo.

Cuando hace poco, algunos daban por muerto a Nadal, él continuó trabajando hasta la extenuación, sufriendo, recuperándose de sus lesiones, perseverando, esforzándose, siguiendo la disciplina y el orden que le imponía su entrenador. Y los éxitos comenzaron a llegar otra vez. Finalista en Australia, y triunfos en Montecarlo, Barcelona, Madrid…y ahora en París. Aplicó una vez más en su trabajo, la máxima de Solón.

Demonizar la exigencia

Además, en esa ética de trabajo, hay un término que sin él, ninguno de estos éxitos hubiera conseguido, y que en los últimos años se ha demonizado: la exigencia. Como explica Toni Nadal: “Mi sobrino ha soportado una gran exigencia. Primero impuesta por mi, y después, paulatinamente, impuesta por él mismo. Desde muy pequeño le obligué a plantearse cuáles eran sus objetivos y a ser consecuente con ellos. La exigencia es esto. Nada más. Ser consecuente con una meta, con los desafíos que se plantea uno mismo”.

“La pregunta sería: ¿la exigencia vista de este modo, es algo malo o un término que debamos denomizar y excluir de nuestro lenguaje?. Sí a Nadal, un mito del deporte, un ejemplo a seguir, le ha ido tan bien recurrir a ella, ¿por qué se persigue y se sustituye por otros términos en determinados ámbitos laborales?”

En mi opinión, la exigencia en sí misma no es mala, ni tiene por qué generar frustración, insatisfacción o sufrimiento. Todo dependerá del lugar desde el que se acometa un trabajo o una tarea.

Sí buscamos la perfección, es posible que nos sintamos frustrados. Porque la perfección no existe, y siempre habrá margen para la mejora. Sí nos fustigamos por los errores cometidos, y los consideramos como fracasos, auto-exigiéndonos más de la cuenta, estaremos continuamente insatisfechos. Pero sí afrontamos un trabajo justo desde la perspectiva de la mejora continua, aprenderemos con cada error. O sí sabemos qué lo que hago es porque quiero conseguir un objetivo concreto, entonces puede ser un término perfectamente válido y útil.

Conciliar exigencia y excelencia

Otra cosa, es que queramos utilizar algún “eufemismo” o “subterfugio lingüístico”. Por ejemplo, el término excelencia en lugar de exigencia. Algunos preferirán utilizar este término, y pensarán que el camino de Rafa Nadal es el de la “excelencia”. Sin embargo, basta leer y escuchar la filosofía de su tío, para darnos cuenta que el término “exigencia”, no debería ser demonizado alegremente. La exigencia ha sido uno de los pilares sobre los que se ha desarrollado la carrera y el éxito del mejor deportista español de todos los tiempos, y vistos los resultados, no le ha ido tan mal.

“El 90% del éxito se basa simplemente en insistir” (Woody Allen)

Mikel Erentxun – Cicatrices. Feat. Maika Makovski