Vencer al miedo es tener el valor para ir adonde no quieres ir.

Hay heridas que nunca cerramos y caminos que evitamos recorrerlos… Porque no sabes, porque no puedes o porque no quieres como dice la canción de Los Madison «Casi Siempre«. O simplemente porque no tenemos la motivación para hacerlo. Permitimos que continúen en nuestra vida en un estado latente, y nos impiden avanzar hacia nuevos caminos, desarrollarnos y crecer.

Cuando decidimos salir de nuestra zona de seguridad o cuando tenemos que tomar una decisión transcendental, sentimos miedo. No logramos ver el camino con claridad, porque en realidad no hay ningún camino pre-estrablecido. Somos nosotros quienes nos encargamos de diseñar nuestro propio camino. Sin embargo, salir de una situación acomodada o tomar una decisión importante no es sencillo. Porque en el fondo sabemos que tendremos que atravesar algunos senderos que no queremos recorrer.

Ponernos en acción

Podemos llegar a tener una visión clara sobre adónde queremos llegar. Porque todos sabemos soñar, y todos sabemos lo que queremos, o nos gustaría ser. Sin embargo, si esos sueños no se ponen en acción, y se establecen rutas intermedias, nunca saldremos de donde estamos. Recuerdo este proverbio:

Una visión sin acción es un sueño; y una acción sin visión es una pesadilla”

Recorrer esas rutas no es fácil, porque sabemos que nos provocarán dolor. Sin embargo es necesario recorrerlas para tomar conciencia de que ese ya no es el camino correcto. O simplemente es un camino que necesitábamos dejarlo atrás, y no volver a pisarlo, ni a mirarlo.

“Sin ese trabajo, sin esa valentía para encarar lo que no queremos afrontar, todo nuestro esfuerzo será en vano.

Estaremos condenamos a repetir los mismos errores, sin salir de donde estamos.”

En el fondo, da lo mismo de qué estemos hablando, puede ser un proyecto de emprendimiento, un cambio de trabajo, un cambio de pareja o un cambio de hábito que nos está matando por dentro. Quizás, lo más difícil es ponerse de cara al dolor, enfrentarlo, sentirlo y dar el paso.

Ese miedo a enfrentarte a “lo que no quieres dejar” o “soltar” es lo que nos hace daño, lo que nos acaba machacando poco a poco, como algo que se extiende en nuestro interior y que en un momento decide estallar como un volcán provocando conflictos con una situación determinada, con otras personas o contigo mismo, y terminas enfermando.

Reconocer el miedo

El miedo nos imposibilita soltar, nos impide ir a ese lugar donde no queremos ir. Porque en el fondo, de alguna forma, algún beneficio nos está reportando. Una ilusión, un deseo, un sueño, un momento de calma interior “ficticio” o una incapacidad para enfrentarnos a una decisión.

Cuando más miedo tenemos, es precisamente cuanto más cerca hay que estar de eso que temes, en lugar de apartarte. Por ejemplo, cuando esquías y bajas por una pendiente muy pronunciada, tienes que hacer justo lo contrario de lo que te parece que deberías evitar: inclinarte hacia la pendiente que tienes delante en lugar de echarte hacia atrás.

«Sí inicias un camino de cambio o tomas una decisión transcendental para tu vida, tienes que recorrer todos esos caminos que no te gustan, que te provocan dolor.

Precisamente por eso, porque sabemos que nos provocarán dolor, es por lo que los tratamos de evitar.”

Cuando bajamos por una pendiente, echarnos hacia atrás, significará la caída. Del mismo modo, no recorrer esos caminos que no queremos recorrer, significará sufrimiento y seguir en un mismo círculo vicioso.

Aceptar las cosas

Es posible que para poder soltar sea necesario aceptar lo que es tal y como es. Aceptar que los momentos, buenos o malos, vividos en el pasado, ya no volverán. Reconciliarnos en el presente con la pérdida. Y mirar de frente lo que nos traiga el aquí y el ahora. Jon Kabat Zinn, lo explica así:

“Soltar significa eso precisamente, dejar de aferrarnos a lo que sea, una idea, un objeto, un suceso, un momento, una perspectiva o un deseo determinado. Es una decisión consciente de dejar ir, aceptando el momento presente.

Soltar significa dejar de forzar, de resistirnos o de luchar, para recibir algo más poderoso y saludable. Que surge del hecho de permitir que las cosas sean como son, sin quedarnos atrapados en la atracción o en el rechazo que sentimos hacia ellas, en el enganche al deseo, a lo que nos gusta o a lo que disgusta”.

Bruce Springsteen lo explica a su forma en Trapped…A veces es necesario soltar para dejar de estar atrapado en un juego que lo único que provoca es dolor y sufrimiento.