Las dos caras de una misma moneda

Motivación y miedo siempre están presentes en nuestra vida, aunque a veces ni siquiera seamos conscientes de ello. La motivación nos mueve a conseguir un fin. Mientras, el miedo nos moviliza para evitar una amenaza. Aunque a veces nos paraliza y nos impide seguir adelante.

Alguien pensará que no está muy de acuerdo en eso de que “siempre estamos motivados”. Por ejemplo cuando vivimos una situación traumática o una crisis, por alguna desgracia o una pérdida, es difícil encontrar esa energía que nos mueve. Sin embargo, seguimos viviendo, y seguimos levantándonos por la mañana para hacer algo.

Y del modo contrario, cuando vivimos una etapa feliz en la que todo nos va bien, alguno pensará que en ese momento “no tenemos miedo a nada”. Sin embargo, en esa situación existe el miedo a dejar de vivir ese “momento feliz”. En ambos casos, la motivación y el miedo conviven permanentemente con nosotros.

La motivación es frágil. Durante muchas etapas de nuestra vida, podemos sentirnos desmotivados.

Sin embargo, siempre habrá algo en nuestra vida que nos impulse a movernos. Y si no es así, cabría preguntarnos para qué estamos vivos, como preguntaba Viktor Frankl a sus pacientes.”

A veces, la motivación la encontraremos huyendo del miedo, justo allí dónde detectamos una amenaza. En ese caso, nuestra motivación consistirá en eliminar de nuestra vida ese temor o amenaza. Por ejemplo, podemos sentir miedo a perder nuestro trabajo, y no queramos perderlo porque nos gusta o porque nos reporta seguridad financiera.  En ambos casos, la motivación residirá en alejar esa amenaza.

Distintos tipos de miedo

miedo palabra

El miedo siempre estará presente en nuestra vida, de una u otra forma. Adoptará formas diferentes:

  • A no ser reconocido o valorado
  • A no ser aceptado o querido
  • Por la pérdida de salud
  • Por no llegar a fin de mes
  • A perder el trabajo
  • A la pérdida de poder
  • Al fracaso
  • Al cambio
  • A sentir
  • A no llevar la razón…

Mirar al miedo de frente no es sencillo. Todos somos capaces de contarnos muchas historias para no afrontar nuestros miedos más profundos. Cuando sentimos miedo, nos damos cuenta que tenemos que actuar.

Sin embargo, no estamos acostumbrados a los cambios. Y mucho menos, queremos que nadie nos diga que tenemos que cambiar. Por eso nos cuesta tanto realizar cambios o enfrentarnos a nuestros miedos.

Preferimos mantenernos en nuestra zona de confort.

Confortablemente incómodos pero con la “certeza” que nadie nos moverá de nuestro sitio.

Y vivir en la ilusión que las cosas acabarán cambiando para bien, algo que en raras ocasiones sucede.

Solemos mantener nuestro estatus o posición, evitando el riesgo de la incertidumbre, a pesar de que ello nos provoque alguna incomodidad, como la desmotivación.

El problema está en que el miedo suele ir acompañado siempre de otras emociones como la ansiedad, el estrés, la angustia, las fobias o el pánico. Sí dejamos que estas emociones se apoderen de nosotros y se prolonguen en el tiempo, acabaremos viviendo estados de ánimo perjudiciales para nuestra salud. Podemos llegar a somatizar esas emociones, transformándolas en alguna enfermedad.

¿Cómo nos enfrentamos al miedo?

desmotivación

El miedo siempre nace en nosotros. Somos nosotros los que creamos nuestros miedos más profundos, y los creamos en una conversación interna. Una conversación que no somos capaces de verbalizar ni de expresar públicamente porque no sabemos, porque no podemos o porque no queremos enfrentarnos a ella, como la canción de  “Los Madison – Casi Siempre”.

Algunos miedos están muy enraizados dentro de nosotros, y de ellos ni siquiera somos conscientes.  Permanecen en nuestro inconsciente, fruto de las creencias, los valores heredados, la educación recibida o las experiencias vividas cuando éramos niños.

Por lo tanto, para poder abordar algunos miedos, tenemos que ir más allá de nuestro consciente. Empezar a sumergirnos en lo más profundo del iceberg que es nuestra mente. Descubrir por qué tenemos miedo a determinadas cosas, y por qué ese miedo nos impide tomar algunas decisiones y realizar algunos cambios.

Por ejemplo, un problema de desmotivación laboral puede sostenerse durante un proceso de tiempo muy prolongado. Podemos sentirnos desmotivados en nuestro trabajo, y sin embargo tener miedo a perderlo. Ese miedo deriva del hecho que el trabajo nos proporciona cierta seguridad financiera.

Además puede haber otra causa más profunda que nos impida buscar otro trabajo más motivador en otra empresa o emprender un negocio. Puede que la causa real esté en una creencia, de la que puede que no seamos conscientes.  Como por ejemplo:

  • Que el trabajo en una empresa debería ser para toda la vida
  • No puedo cambiarme de trabajo porque solamente sé hacer lo que hago y no tengo experiencia en otros campos
  • Emprender un negocio por cuenta propia es una decisión arriesgada con pocas posibilidades de éxito
  • Para emprender un negocio necesitas una idea brillante que no exista…

Todo esto son creencias con las que convivimos, y podrían ser la causa real que está impidiéndonos avanzar y tomar una decisión. Para desterrar una creencia de nuestra mente, tenemos que sustituirla por otra. En el ejemplo anterior, una nueva creencia sería estar abierto a nuevas posibilidades.

aceptar el miedo

Aceptar el miedo

Otra forma de enfrentarnos a nuestros miedos, es a través de la aceptación del miedo. Descubrir y reconocer internamente que tenemos miedo a algo, es el primer paso para afrontarlo y superarlo. Quizás, la clave esté en este punto: dejar de resistirnos a lo que nos inquieta o nos incomoda, y aceptar esa realidad.”

Muchas veces, cuando comenzamos a sentir una amenaza en nuestros puestos de trabajo, comenzamos a hacer todo lo necesario para alejarnos de ese miedo. Solemos enrocarnos en nuestra posición y buscamos la defensa de nuestro territorio.

Y nos pasamos la vida intentando que la vida sea cómo nosotros queremos que sea. Es decir, intentando que nuestros deseos y preferencias se hagan realidad. Y esto aplica a cualquier ámbito: trabajo, pareja, familia, amigos, clientes…

A veces lo conseguimos, aunque rara vez nos sentimos satisfechos con nuestros resultados. Siempre anhelamos algo más, en algún ámbito de nuestra vida. Y eso irremediablemente nos lleva a la insatisfacción permanente, a la frustración y a un desgaste de energías que tarde o temprano, pasará factura a nuestro cuerpo.

Quizás, sería más sano dejar de luchar permanentemente para que nuestros deseos se hagan realidad. No quiero decir que nos resignemos ante una situación negativa o que nos desagrada, o que dejemos de tener sueños por cumplir. Nada de eso.

La cuestión está en pararnos a reflexionar sobre la situación que nos plantea la vida.

Intentar responder a la pregunta de “para qué” se está produciendo ese hecho

Y extraer qué enseñanza tengo que aprender de lo que está sucediendo.

Así que cuando sintamos miedo o aparezcan todos los síntomas relacionados con él, tendremos que hacernos algunas preguntas para descubrir que hay detrás de esa emoción, para qué se está produciendo esa situación que nos hace sentir miedo, y qué lección tenemos que aprender.

«El miedo y la motivación son las dos caras de una misma moneda» (Pilar Jericó)

MClan – «MIEDO»