Lecciones de liderazgo
Populista, déspota, manipulable, falto de criterio, medianamente inteligente y aceptablemente culto. Estos son los calificativos que se suelen otorgar a Fernando VII, uno de los monarcas más denostados de la historia de España. A Fernando VII le tocó reinar en un tiempo convulso. Las guerras napoleónicas y el choque ideológico entre los defensores del Antiguo Régimen y los partidarios de planteamientos constitucionales, requerían una personalidad y un liderazgo muy diferente.
Podemos encontrar un paralelismo con algunos jefes, managers o responsables de equipo dentro de las organizaciones empresariales de hoy. Tanto a uno como a otros, les tocó vivir circunstancias similares en términos de cambio y transformación. Ambos vivieron tiempos volátiles, inciertos, complejos y ambiguos. Estos entornos VUCA requieren un tipo de cualidades muy diferentes a las que suelen poseer estos “jefes”. Ellos reciben calificativos similares por parte de sus subordinados, a los que recibió Fernando VII.
Inquietantes paralelismos
Para entender al personaje y las decisiones que tomó durante su reinado, es necesario acudir a sus orígenes. Algunas de sus circunstancias personales no ayudaron a desarrollar un carácter fuerte y decidido:
- El entorno convulso en el que creció dentro de la corte española.
- La educación conservadora que recibió.
- La inquietud que generaba la Revolución Francesa
Provocaron el nacimiento de una personalidad desconfiada. Su maleabilidad sirvió a determinados grupos de poder para mantener los privilegios que les concedía la monarquía absoluta.
“Hoy en día todavía existen jefes y directivos cuya personalidad es similar a la del monarca de principios del s. XIX. Y no son las más adecuadas para afrontar la situación actual de cambio y transformación. Más preocupados en “intrigas palaciegas” entre diferentes jefes o camarillas que luchan por mantener su poder y sus privilegios. Sin importar demasiado lo que ocurre con las personas que están a su cargo.” |
El amiguismo destruye equipos
En estas situaciones, la brecha que se abre entre el jefe y sus subordinados es inevitable y cada vez es mayor y más profunda. Sólo se salvan de este abismo, los más afines o “palmeros”. Quiénes se mantienen fieles al jefe, para medrar y mantener sus privilegios, a cambio de aplaudir sus acciones. Surge así el “amiguismo”, uno de los elementos más corrosivos para destruir equipos de trabajo. Esta es una de las causas de la desmotivación del resto del equipo.
La brecha que se abre entre jefes y subordinados, tiene su origen en en la falta de escucha y empatía de este tipo de gestores. Priorizan sus necesidades y deseos por encima de los de los miembros de su equipo, creándose dos mundos paralelos. Y terminan por destruir la convivencia y las relaciones entre dirigentes y dirigidos.
El peligro del populismo.
Sin embargo, uno de los elementos que más llaman la atención del personaje al que nos estamos refiriendo fue su populismo. Fernando VII fue “adorado” inicialmente por el pueblo. Se mostraba asequible y amable con el pueblo llano, con el que alternaba en tabernas y figones para beber y tocar la guitarra. Este populismo apela a las emociones más básicas. Y permite conectar con facilidad con las personas.
Como explica José Aguilar en su post «Dirigir personas en tiempos de la posverdad», este populismo tan de moda en nuestra política, también comienza a filtrarse entre las organizaciones empresariales.
El perfil de este tipo de directivos responde a las siguientes características:
Resultado: utilizan su «populismo» para lograr sus objetivos. |
El liderazgo es cambio
Al igual que Fernando VII, nos vemos condicionados por nuestras creencias y valores con los que fuimos educados en nuestra infancia. Éstas, en gran medida, determinan la forma en la que nos conducimos a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, esto no justifica, no abordar determinados cambios. Sólo cuando somos capaces de modificar nuestras creencias, hábitos o comportamientos, podemos superar las crisis que la vida nos va presentando.
La incorporación de cualidades y habilidades relacionadas con la Inteligencia Emocional nos permiten afrontar este tipo situaciones. Y determinan las principales competencias del liderazgo, como explica Goleman:
- La autoconciencia emocional que es la capacidad para poder conocerse a uno mismo.
- La autogestión emocional identificada en el autocontrol y la adaptabilidad.
- La conciencia social: la empatía.
- La gestión de las relaciones: gestión de conflictos, impulso del cambio, etc.
«A vosotros (políticos) os hemos formado en interés del Estado tanto como en el propio vuestro, para que seáis en nuestra República nuestros jefes y vuestros reyes.» (Platón)