Las claves del coaching (I)
¿En qué puedo ayudarte?
Una de las primeras cosas que aprendí en la escuela dónde me formé en coaching ejecutivo y coaching de equipos, es sustituir la palabra ayudar por acompañar. Ayudar es hacer algo de manera desinteresada para otra persona por aliviarle el trabajo, para que consiga un determinado fin, para paliar o evitar una situación de aprieto o riesgo que le pueda afectar… Acompañar es estar con otra persona o ir junto a ella.
Los coaches intentamos evitar la palabra ayudar porque tiene una connotación de salvador que soluciona los retos (que no problemas) que puede estar viviendo nuestro cliente. Sin embargo, con ello negamos la belleza de esta palabra y la vocación de servicio que trae implícita la actividad del coaching.
Ayudar y acompañar
Para mí, ayudar y acompañar son las dos caras de una misma moneda. Un coach acompaña a la persona que atraviesa problemas, dificultades o desea lograr determinados retos. Y en la medida de lo posible, se pone a disposición de esa persona y le ayuda. Le ayuda a clarificar sus dudas, aunque a veces parezca que le estamos complicando la vida aún más con preguntas aparentemente incontestables, o que generan el temido “no se”.
Qué es mejor, ¿darle un pez a alguien que pasa hambre o enseñarle a pescar para que nunca más dependa de alguien? Es evidente, que cuando alguien está muy necesitado requiere la ayuda inmediata, es decir, darle el pez. Pero la verdadera ayuda, aparece cuando la persona necesitada aprende a pescar. Cuando por sus propios medios llega a la respuesta a esa pregunta que nos incordia y que nos hace removernos porque no tenemos ni idea de cómo responderla.
Coaching racional o mental
Uno de los riesgos del coaching, en mi opinión, es hacerlo demasiado mental. Caer en la trampa de las preguntas brillantes que son aquellas que nos remueven o que nos permiten hacer un cambio de conciencia o que promueven un cambio de creencias. Podemos caer en el error de pensar que el coaching sólo es hacer preguntas y manejar los silencios de forma magistral.
Sin embargo, sí nos dedicamos a buscar la pregunta ideal corremos el riesgo de hacer lo que yo defino como coaching mental (algo en lo que solemos caer con demasiada frecuencia). Es decir, realizar un proceso desde la mente, buscando racionalizar lo que sucede y buscando respuestas desde la lógica o la razón. Lo cual puede ser importante y generar algún cambio, pero no generará una verdadera transformación.
Coaching desde el corazón
La verdadera transformación surge cuando lo que se toca es el corazón. Hay una frase que dice: “La mente crea el puente, pero es el corazón el que lo cruza”. Tanto en el coaching personal/ejecutivo o en el coaching de equipos, la clave está en conectar emocionalmente con las personas. De hecho, no basta con entender desde la razón qué es lo que te pasa o le pasa al equipo, debe haber una comprensión más profunda y emocional, que te ayude a comprender (o al equipo) cuál es el propósito o fin de lo que se está poniendo en juego cuando se inicia un proceso de coaching.
En suma, el propósito o el fin no sólo se responde con la razón o la lógica, o a través de un ejercicio intelectual. Se responde o la respuesta aparece cuando el corazón habla. Por eso, un coach no sólo debe buscar hacer las preguntas correctas o ideales mientras acompañamos a un cliente o un equipo. El objetivo es conseguir la apertura emocional y ayudar a que esa persona o el equipo profundicen y descubran qué es lo que les mueve en su corazón.
“Quizá la verdadera sede de la inteligencia no sea la razón, sino el corazón; un corazón inteligente y una razón sensible forman un tándem imparable.” (Santiago Álvarez de Mon)
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