Las 5 prioridades de los equipos hoy: la incertidumbre (PARTE 2)

¿Qué ha cambiado en los equipos con el COVID-19?

En el post de la semana pasada identificaba 5 prioridades que tenían las empresas y equipos antes de que se produjera el COVID-19.

  • La orientación a resultados como lait motiv de la actividad
  • La cultura de lo urgente orientada a cumplir objetivos, metas y planes
  • Seguridad y control como necesidades prioritarias
  • Mantener una armonía artificial como consecuencia del miedo al conflicto
  • La felicidad como fin último

 

No se si van a cambiar estas prioridades. Lo único cierto es que hoy vivimos en un entorno mucho más VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo) que hace tres meses. La gran pregunta es cómo vamos a manejar la INCERTIDUMBRE que ha provocado este “cisne negro”, tanto a nivel colectivo (países, empresas, equipos…) como individual.

 

La incertidumbre

Hay un pasaje en la novela “Crimen y castigo” de Fedor Dostoyevski, donde el protagonista, Raskolnikov, mantiene una reunión informal con el juez de instrucción, Porfirio Petrovitch. El juez investiga el crimen de dos mujeres cometido por el protagonista. Sin embargo, en ese momento, Raskolnikov todavía no está acusado oficialmente de haberlo cometido. Es una charla “amistosa”, donde el juez relata sus sospechas y da a entender que ya tiene pruebas contra el asesino. Raskolnikov cree que le ha descubierto y necesita saber si él es el sospechoso. La razón es que no puede soportar la incertidumbre de sí es él el sospechoso o no.

 

Hoy todos, en mayor o menor medida, vivimos bajo el síndrome de Raskolnikov. La incertidumbre nos tiene alterados. No sabemos lo que va a pasar ni con nuestra salud, ni con nuestra economía, ni con nuestras empresas, ni si podremos mantener el trabajo. Dudas, preguntas, miedos… Hemos perdido el control y eso nos aterra. Sólo tenemos la certeza de que nuestro mundo ha cambiado. Se ha vuelto más VUCA y mucho menos seguro. Aunque en realidad vivir siempre ha sido, es y será una actividad de riesgo, como sostenía la filósofa Anne Dufourmantelle:

“Vivir sin riesgos es realmente no estar viviendo.”

Aprender a vivir en la incertidumbre

La reacción cuando dejamos de tener el control es intentar recuperarlo cuanto antes. Es una reacción instintiva. Sin embargo, cuanto más intentamos controlar más sentimos el descontrol y nos damos cuenta que las cosas se nos escapan. Un ejemplo de esto es cuando estamos aprendiendo a esquiar. En cuanto vamos descendiendo una pendiente y ganamos velocidad, nuestra reacción es tirarnos hacia atrás, lo que provoca que perdamos el equilibrio, y caigamos. Cuando nos resistimos a algo, más persiste eso que rechazamos. Si rechazamos la incertidumbre, más cambios y movimientos habrá. Quizá, la clave esté en aceptar la incertidumbre. Pero ¿cómo? Probablemente, tengamos que aprender a aceptar que la Vida es cambio, al igual que sucede en la Naturaleza. Esta idea es muy difícil de asumir en nuestra cultura occidental. Porque hemos construido vidas “relativamente seguras y cómodas” en nuestra zona de confort. Y nos hemos erigido en dioses, creyendo que teníamos el control sobre todo lo que sucedía en nuestras vidas.

 

Sin embargo, tanto las filosofías orientales y como el estoicismo nos recuerdan que esto no es así. Por ejemplo, la filosofía oriental (budismo, taoísmo, zen…) lo conoce como la “ley de la impermanencia”. Todo cambia y nuestro sufrimiento se debe a que nos aferramos a lo que existe. Hoy queremos que nada cambie, que todo vuelva a ser como antes. Pero sí hacemos esto, negamos la realidad. Vamos en contra de lo que la naturaleza, la vida, el universo o Dios nos ha puesto delante (cada uno que elija lo que más crea). Por otro lado, los filósofos estoicos también defendían esta postura. Sostenían que había que procurar que nuestros deseos se adapten a los acontecimientos, en lugar que los acontecimientos se conformen a nuestros deseos. Es decir, aceptar la naturaleza y adaptarnos a ella.

 

Centrarnos sólo en lo que podemos controlar.

El mayor error que podemos cometer hoy es pretender alcanzar el bienestar o la felicidad cambiando el mundo que nos rodea. Hoy necesitamos poner el foco en nosotros mismos, y más en concreto en nuestros deseos. Debemos elegir entre desear cosas que dependen enteramente de nosotros o desear cosas que no dependen de nosotros. Sí ponemos el foco en estás últimas, quizá las consigamos, pero sentiremos ansiedad. Y sí no las conseguimos nos sentiremos frustrados. Por esta razón, los filósofos estoicos utilizaban una herramienta denominada “tricotomía del control”. Ésta les permitía invertir el tiempo y las energías en aquellas cosas sobre las que tenían un control total. ¿Cuáles son esas cosas? Nuestras opiniones, impulsos, deseos, pensamientos, creencias… De hecho, establecieron 3 categorías:

 

  • En primer lugar, cosas sobre las que tenemos control absoluto. Por ejemplo, los objetivos que nos formamos para nosotros mismos (no si se cumplen, porque eso no depende enteramente de nosotros) o nuestros valores.
  • En segundo lugar, cosas sobre las que no tenemos ningún control en absoluto. Por ejemplo, que se encuentre la vacuna del Covid-19 o la crisis económica.
  • Y, en tercer lugar, cosas sobre las que tenemos un control relativo. Por ejemplo, ganar un proyecto, encontrar trabajo, ganar un partido de tenis…En esta última categoría es dónde debemos ser más precavidos e interiorizar que quizá no lo consigamos. Tanto en el ámbito de los equipos como individualmente, sólo podemos hacer todo cuanto esté en nuestras manos, pero aceptar que no todo va a depender de nosotros.

 

Adaptabilidad y flexibilidad en los equipos

En las últimas semanas, se han convertido en las palabras de moda dentro de las empresas y equipos. Todos hablamos de ambas cualidades, pero ¿cómo se traduce esto en el día a día? Para resumirlo sin extenderme demasiado, flexibilidad significa hacer las cosas de otra manera. Es comenzar a abrirnos a las ideas y planteamientos de otras personas. Es dejar atrás posturas dogmáticas e intransigentes. Implica saber escuchar de forma empática. Requiere desarrollar nuestro pensamiento crítico para analizar, pensar y reflexionar para adaptarnos a lo que el entorno requiere de nosotros. Y también cooperar y participar activamente, con buena disposición, en la búsqueda de nuevas formas de cambiar el comportamiento.

 

Quizá la mejor forma para entender ambos conceptos sea recurrir a la famosa frase de Bruce Lee: “Be water, my friend”. La frase hace referencia al principio taoísta (filosofía de Lao-Tse) del Wu wei o principio de la acción natural no forzada. El Jeet Kune Do, el arte marcial que practicaba Bruce Lee, es un método de combate muy transgresor, sin posturas fijas, muy práctico y con una cantidad casi ilimitada de recursos para las situaciones de combate, con lo que se consigue adaptarse a cualquier circunstancia. La adaptación, la anticipación, el uso correcto de las fuerzas tanto propias como del contrario, son referencias que se hacen desde la famosa frase “Be water, my friend”. Sus ideas nos transmiten el siguiente mensaje: no tienes que usar la fuerza para luchar contra la fuerza, es mejor ser como agua y dejar que el golpe fluya sobre tu oponente. Lo que podríamos traducir como la capacidad de “fluir” y ser “flexible” y “adaptable” como el agua en un mundo en constante cambio. El reto de los equipos y de las personas está en aprender a ser agua.

 

 “El cambio es lo único constante en la vida.”

(Marco Aurelio)

 

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