La gestión emocional de un equipo
En ocasiones nos podemos encontrar con equipos dónde reina un gran ambiente. La química entre las personas que forman ese equipo es especial. Y se cumplen todas las presuposiciones que permiten crear un EQUIPO con mayúsculas: una meta y unos valores compartidos, un elevado espíritu de equipo, un nivel de compromiso elevado…
Sin embargo, al igual que ocurre con la motivación individual, el compromiso de los equipos puede verse afectado por cientos de circunstancias. Y esa “química” comience a cambiar, teniendo un reflejo en los comportamientos de cada miembro del equipo. Entonces comienzan a existir objetivos distintos entre cada uno de los componentes y desaparece la cultura de equipo.
Hace unos días escuchaba en un programa deportivo a J. Cuspinera, entrenador del Montakit Fuenlabrada, equipo de la Liga Endesa. Él hacía referencia al cambio de química del equipo de esta temporada con respecto a la anterior. Dónde habían conseguido grandes éxitos deportivos, como llegar a jugar la Copa del Rey y ganarse el derecho a jugar competiciones europeas. Ese cambio se traducía en distintos males que suelen aparecer cuando se rompe un equipo:
- Falta de responsabilidad compartida.
- Recriminaciones y culpas cuando las cosas salían mal.
- Falta de actitud en determinados partidos que les hacía “dejarse ir, y perder de paliza”.
- Falta de tensión en los entrenamientos.
Y la pregunta que le hacía el entrevistador: ¿qué es lo que ha pasado para que se produjera ese cambio?
Tomar conciencia de las emociones de un equipo
Obviamente, es imposible conocer las razones que han motivado dicha situación sin estar dentro de ese vestuario. Sin embargo, cuando trabajamos con equipos, ya sean empresas o equipos deportivos, hay un elemento común en todos estos colectivos.
“Todos están formados por personas. Y hay un elemento que marca nuestro comportamiento interno y la relación con el grupo, y que a menudo descuidamos: las emociones o la gestión de las emociones.” |
El lenguaje nunca es inocente, y siempre crea realidades. Cuando hablamos de “la química de un equipo” nos estamos refiriendo al “estado emocional” del equipo. Como dice Valdano, «un equipo es un estado de ánimo». La química de un equipo refleja qué emociones gobiernan a ese equipo y las relaciones que se establecen dentro de él. Es en esa capacidad para relacionarnos con lo “nuestro” y con “el resto”, dónde se desarrolla lo que Goleman define como la inteligencia emocional. La inteligencia colectiva o social, si nos referimos al plano colectivo.
Cuando la química de un equipo cambia, el estado emocional del equipo cambia. Esto puede ser debido a situaciones o circunstancias que provocan la aparición de nuestras emociones.
Desarrollar la inteligencia emocional en los equipos tiene que ver con el desarrollo de determinadas competencias, que permita a cada componente ser más inteligente. Es decir, saber explicar desde la razón que está sucediendo ante situaciones dónde la emocionalidad aparece.
“Todos vivimos en el mundo de las emociones, tanto en nuestro trabajo como en nuestra vida personal. Ser capaz de gestionar las emociones dando una respuesta razonada e inteligente es lo que nos diferencia como seres humanos del resto de especies” |
¿En qué se traduce el desarrollo de estas competencias en un equipo?
- Fomentar la confianza dentro del equipo para reconocer con humildad los errores o limitaciones de los miembros del equipo.
- Establecer una comunicación clara y directa dentro del equipo. Para poder debatir sobre los temas “tabú” o los “inconversables”. O abordar los conflictos que se viven en el día a día entre los miembros de un equipo.
- Desarrollar la empatía de cada miembro del equipo. Que se traduce en una actitud de generosidad para entender qué es lo que le está sucediendo a mi compañero o al resto del equipo, en momentos complicados o cuando las cosas se ponen feas.
- Ser consciente de las emociones que surgen en nuestro día a día, y desarrollar una autoconciencia y autocontrol emocional que nos permita saber gestionar emociones provocadas por situaciones que nos desregulan y nos sacan de nuestras casillas.
- Hacer responsable a cada miembro de su liderazgo para llevar al equipo a los objetivos o a la meta compartida. Esta corresponsabilidad hace surgir el “co-liderazgo”, dónde el líder es capaz de crear líderes dentro del equipo.
En suma, cuando buscamos desarrollar la inteligencia emocional de un equipo, el objetivo es que cada componente del equipo asuma su responsabilidad. Que comience a plantearse determinadas preguntas que les permita tomar las riendas de su propio liderazgo, con preguntas del tipo: ¿Qué puedo hacer yo para aportar más al equipo? ¿Qué he aprendido de esta situación? ¿Qué vamos a hacer para llegar adónde queremos llegar?…
Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente (Ludwig Wittgenstein)