Gestión de conflictos: aprender a escuchar
¿Y sí escuchamos más y juzgamos menos?
Hace unos días veía el último capítulo de la serie de Jon Sistiaga, “ETA. El final del silencio”. En este episodio, “Terceras Generaciones”, se sentaban a conversar en la mesa de un restaurante de San Sebastián, cuatro personas. Dos personas que perdieron a sus padres en sendos atentados cometidos por la banda terrorista. Otra víctima que perdió a su padre por el terrorismo de Estado (GAL). Y la última persona, era el hijo de un terrorista fallecido en la cárcel mientras cumplía condena. Y la palabra que se repetía más a menudo durante la conversación mantenida por los cuatro era ESCUCHAR.
No entraré en valoraciones ni juicios ni opiniones sobre el tema de la conversación. Cada cuál tiene y tendrá su opinión al respecto, en función de sus circunstancias, sus recuerdos, su experiencia, sus valores… Quizá, lo realmente relevante es que en un tema tan doloroso como este, y con un nexo común, el sufrimiento por la muerte de familiares directos, la escucha es el único instrumento válido para poder restaurar la comunicación y empezar a sentar las bases de la convivencia. Obviamente, no sirve cualquier escucha, pero de esto hablaré más tarde.
¿Podemos escuchar hoy?
Cambiemos los protagonistas de esa mesa, y situemos en ella a 4 o 5 personas, que puedan representar, las diferentes sensibilidades políticas que aparecen hoy en nuestra sociedad actual. Con una crisis sanitaria, económica y social, el debate, el conflicto y la confrontación es cada vez más patente. Una sociedad cada vez más dividida, sólo es necesario echar un vistazo por las redes, leer diferentes periódicos o ver alguna tertulia en algún medio…Todo es frentismo, intereses partidistas, opiniones radicalizadas y extremistas, donde se fomentan las emociones más básicas: miedo, ira, tristeza, ansiedad…Y todo esto lo único que genera es más conflicto, más enfrentamiento, más diferencias, más fanatismo.
Mi pregunta sería: ¿sabemos escuchar?, ¿podemos sentarnos en una mesa sin enfrentarnos por tener ideas diferentes?, ¿sabemos aceptar otras formas de afrontar los problemas? Hace unos días conversando con mi pareja, me hacía reflexionar sobre lo que acontecía en España. Ella, mexicana, y con más de veinte años viviendo en Madrid, sostenía que nuestro país era una sociedad de extremos, donde nos radicalizamos a las primeras de cambio. Izquierdas o derechas, público o privado, rojo o facha, salud o economía…Y nos olvidamos continuamente de escuchar, de intentar entender y comprender los argumentos e ideas de otros y de aceptar otros planteamientos para instalarnos en nuestro dogmatismo y en el “tengo razón”.
Somos seres sociales y racionales
Quizá, convendría recordar una de las máximas de la filosofía estoica. Un ser humano es, por naturaleza, un ser social y tenemos el deber de formar y mantener relaciones con otras personas, a pesar de los problemas que puedan derivarse de ellos. Además, la función primordial de los seres humanos, y lo que nos separa del resto de animales, es ser racionales, nuestra capacidad de razonamiento.
Recordemos, somos seres sociales y racionales. Y, ambas cosas, no deberíamos olvidarlas en estos días. Porque la sociabilidad es la que nos ha llevado a alcanzar los mayores éxitos evolutivos, imponiéndonos a otras especies animales que existen o han existido en la Tierra. Y para lograrlo ha sido imprescindible cooperar, reunirse y transmitirse conocimientos. Es decir, hemos necesitado desarrollar nuestro razonamiento, la capacidad para utilizar nuestra razón y el pensamiento crítico. Sin embargo, utilizar la razón no debe hacernos caer en uno de los grandes enemigos de la escucha, el dogmatismo.
El dogmatismo impide escuchar al otro
Ahora, traslademos a esa mesa imaginaria a un equipo o a una familia. Donde los conflictos surgen cada día con la mera convivencia entre unos y otros. Un conflicto consiste en la existencia de intereses, ideas y/o percepciones contradictorias entre dos o más personas, y que entran en contacto en algún momento. Se manifiesta de diversas formas: discusiones directas, desacuerdos, sabotaje y agresión pasiva. Sí se maneja mal o no se afronta, la tensión que no se soluciona puede resultar muy destructiva.
El conflicto se genera por una mala comunicación o, mejor dicho, por una comunicación ineficaz, que impide que mi mensaje llegue al otro y sea comprendido. Las causas pueden ser, o porque no se expresar ni argumentar mis ideas, o porque no puedo escuchar lo que dice el otro. Y lo que provoca que dejemos de escuchar al otro es nuestro dogmatismo. Que significa mantener posiciones inmovilistas con bajo grado de apertura a las ideas de otros. Se traduce en el “yo tengo razón (siempre)” y se manifiesta en luchas de poder entre las partes enfrentadas: “tú idea o la mía”.
Escuchar significa abrirse a la empatía
Existen diferentes grados de escucha. Pero el último escalón, el que nos permite desarticular el dogmatismo y la inmovilidad y, en última instancia desactivar el conflicto, es practicar la escucha empática. La escucha empática implica escuchar con la intención de comprender. A través de ella, entramos en el marco de referencia de la otra persona. Vemos el mundo tal y como lo ve. Incluso, somos capaces de comprender lo que siente.
Su esencia no consiste en estar de acuerdo con sus argumentos. Consiste en comprender profunda y completamente a la otra persona, tanto emocional como intelectualmente. No sólo se registran y comprenden las palabras pronunciadas. En la escucha empática, uno escucha con los oídos, pero también -y esto es más importante- con los ojos y con el corazón. Se escuchan los sentimientos, los significados, la conducta. Incluso se es capaz de descifrar los silencios de la otra persona, mientras escuchamos en silencio.
Creo que el ejemplo que nos dieron las cuatro personas que se sentaron en ese restaurante de la Parte Vieja de San Sebastián fue precisamente este: una clase magistral de escucha empática. Convendría que todos observáramos esa conversación. Y luego, en nuestro día a día, practicáramos con el ejemplo, en estos días donde la radicalización y el conflicto parecen instalarse y amenazan la convivencia de la sociedad.
“Escuchar detenidamente te hace especial, pues casi nadie lo hace.”
(Ernest Hemingway)
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