Los equipos que dudan, progresan

Tener razón siempre

Decía la periodista Julia Otero una frase que sirve para ilustrar la poca tolerancia que mostramos ante las ideas y opiniones de los demás: “Si siempre tengo razón, es probable que me esté alejando de la verdad”. Nos olvidamos cómo demostró Immanuel Kant, que cada persona tiene una percepción diferente de la realidad, y eso hace que tengamos opiniones e ideas sobre cómo es la realidad muy diferente a la que ven otras personas.

Hoy, en un momento histórico dónde parece existir mucha flexibilidad y apertura para expresar nuestras opiniones, nos encontramos con personas que se anclan en un sistema de pensamiento inflexible que impide cualquier tipo de acuerdo con otras personas que defienden posiciones contrarias.

Esto da lugar a la aparición del dogmatismo, fenómeno de alta intensidad en los equipos, las empresas, la política o la vida en general. Cada persona cree sentirse en poder de la verdad absoluta y piensa que siempre tiene razón en sus planteamientos.

El dogmatismo provoca conflictos

Muchos de los problemas de comunicación dentro de un equipo están originados por este tipo de actitudes. Se produce un enfrentamiento entre “mi idea” y “las ideas de otros” que da lugar a posiciones inflexibles y a menospreciar las ideas de otros.

Por lo general, expresar opiniones contrarias a las que tiene otra persona suele ser impopular, genera incomprensión y en algunos casos termina generando antipatía. Cuando se produce este tipo de discusiones, podemos incluso llegar sentir que estamos siendo atacados. Con lo que cerramos cualquier posibilidad de llegar a algún tipo de acuerdo, y lo que es peor, surgen conflictos personales, que difícilmente suelen resolverse.

Hacer (y hacerse) preguntas

Cuentan que el padre de la filosofía, Sócrates, nunca alardeaba de su inteligencia, frente a otros pensadores que se regocijaban en sus conocimientos. Sin embargo, en las discusiones con ellos, acababa desquiciándolos a base de preguntas, poniendo en evidencia las incongruencias de sus afirmaciones. De este modo surgió una metodología que se denomina “Mayéutica”, cuyo fin es ayudar a que las personas alumbraran sus propias ideas.

En lugar, de buscar argumentos con los que intentar convencer a otras personas para que acepten una idea contraria a las suyas, es más efectivo que esas personas lleguen a esos argumentos por sí mismas. ¿Cómo? Despertando sus dudas, a través de preguntas.

Autocrítica: reuniones de evaluación constructivas

Por ejemplo, es muy agresivo señalar a una persona cuando ha cometido un fallo. Todos conocemos, lo poco que suelen servir las evaluaciones de desempeño o las charlas sermón, cuando un jefe le pone las pilas a un subordinado. Se necesita otro tipo de aproximación al error, que permita tomar conciencia del mismo, sin hacer sentir culpable a esa persona.

Podemos iniciar este tipo de reuniones con preguntas abiertas: ¿qué hemos hecho cada uno de nosotros?, ¿dónde hemos fallado?, ¿cómo lo podríamos hacer de otro modo?

Cada uno tenemos nuestra idea, y a ninguno nos gusta que nos fuercen a aceptar las ideas de otros. Sin embargo, si somos capaces de hacer autocrítica, y preguntarnos sobre lo que hemos hecho, sobre nuestras ideas, en qué están basadas, etc…Podemos sembrar la semilla de la duda, y comenzar a plantearnos otra forma de hacer las cosas u otras ideas más adecuadas.

“Hay que ser un fanático o un tonto para no tener dudas.” (Toni Nadal)