En la cocina se forja la confianza de un equipo.
Los equipos sin confianza desaparecen.
El 24 de mayo de 1985, John Sculley, CEO de Apple, canceló un viaje a China para asistir a una reunión de su equipo directivo, dónde Steve Jobs, su fundador y director de la división Macintosh, planeaba organizar una conspiración para deshacerse de él. Durante la reunión, Sculley le preguntó a Jobs si quería expulsarle de la compañía a lo que éste le respondió afirmativamente. La respuesta de Sculley fue: “No confío en ti, y no toleraré la falta de confianza”, según cuenta Walter Isaacson en “Steve Jobs. La Autobiografía”.
Aquel desencuentro había comenzado a fraguarse hacía meses, debido a la falta de sintonía entre los dos personajes de esta historia. Jobs pensaba que su compañero no se apasionaba por los productos ni comprendía los detalles técnicos y, por lo tanto, no estaba capacitado para dirigir Apple. Para Sculley aquella obsesión por los detalles del diseño era obsesiva y contraproducente. De hecho, en los últimos meses había perdido la confianza en su capacidad para dirigir al equipo Macintosh. El resultado de aquella confrontación llevó a Jobs a dejar la compañía que él mismo había creado. El resto de la historia es conocida por todos.
Las conversaciones pendientes destruyen la confianza
La confianza se construye creando espacios dónde poder conversar de cosas, sobre las que rara vez hablamos durante las reuniones. En el deporte, existe la expresión, “los trapos sucios se lavan en el vestuario”, y eso es lo que normalmente no se suele hacer en el mundo empresarial, quedando pendiente siempre los famosos temas “tabú” o también llamados “inconversables”. ¿Cuántos problemas irresolubles se han enquistado por no haber abordado a tiempo una conversación? ¿Cuántas veces preferimos no abordar una conversación por miedo, por falta de seguridad o por no saber expresar lo que sentimos?
Para poder abordar estas conversaciones pendientes, es necesario previamente haber creado un entorno de confianza. A través del juego podemos crear ambientes amenos, divertidos y distendidos dónde poder hablar de lo que nunca hablamos. Por ejemplo, podemos utilizar la metodología Lego® Serious Play® para crear espacios donde compartir nuestras ideas y reflexionar sobre diferentes aspectos de la vida de un equipo. Otra forma de generar este clima de confianza consiste en entablar conversaciones sobre aspectos más personales o privados: aficiones, sentimientos, emociones, sueños, deseos, necesidades… Cuando nos abrimos a un nivel más personal, construimos confianza. Por ejemplo, cuando contamos historias sobre el fracaso y la vulnerabilidad, fomentamos el sentido de pertenencia al sentirnos identificados con ellas. Así se construye la confianza dentro de un equipo.
¿Cómo gestionamos nuestras imperfecciones?
Es normal que en el día a día, ocurran contratiempos, adversidades y situaciones que nos alejan de los otros componentes del grupo. Ni los equipos ni las personas son perfectas, y las imperfecciones están a la orden del día. Sin embargo, no podemos permitirnos el lujo de romper una relación porque se haya producido un deterioro por causa de determinadas circunstancias. Una situación que nos ha parecido injusta, un agravio comparativo, una mala contestación…
Necesitamos aprender a expresar qué es lo que ha sucedido en las reuniones de trabajo o en las conversaciones mantenidas con compañeros. Necesitamos limpiar nuestros trapos sucios en el vestuario. O siguiendo la analogía de la cocina, necesitamos limpiar la cocina que hemos ensuciado para volver a preparar nuevos platos. Pero ¿sabemos identificar y expresar con inteligencia nuestros sentimientos?, ¿hemos aprendido a regular nuestras emociones?
Aprender a expresar lo que sentimos.
Cualquier reunión de equipo debería concluir conversando sobre lo que se ha conversado en una reunión. Pueden haberse producido aprendizajes o situaciones de enfrentamiento que han dejado personas heridas en sus sentimientos. Cada persona debe ser capaz de expresar lo que siente con lo que la otra persona o el grupo hace o dice. Cuando verbalizamos lo que nos sucede tras una reunión tensa o que nos ha dejado tocados, liberamos parte de la emoción que ha quedado activada.
A veces, el simple hecho de hablar las cosas nos permite encontrar una solución, sin necesidad de hacer nada más. Cuando expresamos lo que nos ocurre, abrimos nuevos espacios para nuevas conversaciones. Al hacer esto, nos completamos, y no dejamos una conversación pendiente, que solemos continuar con nuestro amigo del alma en la máquina de café. La cocina, el vestuario o la trastienda es un espacio regulador, dónde desaparece la crítica destructiva y por la espalda, y se permite decir todo aquello que se quedó sin decir.
“La confianza viene de horas, días, semanas y años de constante trabajo y dedicación.”
(Roger Staubach)
Para más información, lee «TEAM UP. EQUIPOS CONECTADOS».
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