El corazón tiene motivos que la razón no entiende.
Probablemente alguna vez hemos tenido la sensación de estar nadando contra corriente. Incomprendido por nuestros amigos o por la familia, debido a alguna decisión que estábamos tomando. Y sin saber explicar exactamente por qué actuábamos de un modo que nadie entendía.
Son situaciones dónde nuestro pensamiento racional queda subordinado a algo interno o profundo, que no podemos ni sabemos explicar. Pero que nos hace actuar de un modo diferente al que esperaría la mayoría de personas que nos rodean. Incluso puedes leer en la expresión de sus caras su pensamiento: “se está equivocando y se va a dar una buena ostía”.
Cuando la amígdala toma el control.
Normalmente, solemos actuar bajo un patrón de racionalidad, hecho que nos diferencia del resto de seres vivos.
“Cuando ponemos en marcha nuestro pensamiento racional a la hora de tomar decisiones, tenemos en cuenta cuestiones relativas al pasado, al presente y al futuro:
Y siempre, hacemos un ejercicio de economía: qué gano y qué pierdo con lo que estoy decidiendo.” |
Sin embargo, hay un aspecto que no podemos obviar en cualquier decisión que tomamos, y es la emoción que me genera. Entonces aparecen las expresiones “me gusta”, “me apetece” o “sentía que era lo que me pedía mi corazón o mi interior”… Y aquí está la clave y lo que nos hace decidirnos por una cosa u otra. De hecho, la ciencia ha demostrado que en el 95% de nuestras decisiones, es el cerebro emocional, la amígdala, quién toma la decisión definitiva.
Estas emociones son las que están detrás de determinados comportamientos que no son entendidos ni comprendidos desde la racionalidad. Por ejemplo, abandonar un trabajo que me reporta una alta retribución económica, o continuar con una relación “complicada”, o realizar un trabajo de voluntario sin obtener ningún beneficio económico…
Respeto y aceptación
Es imposible entrar a debatir sobre los motivos internos que hacen que nos comportemos, a veces, de un “modo irracional”. Porque esos motivos suelen venir de zonas de difícil acceso para nuestro pensamiento lógico-racional (hemisferio izquierdo de nuestro cerebro). De hecho, cuando preguntamos por qué piensas así, la respuesta es: “tengo una intuición o una corazonada” (hemisferio derecho de nuestro cerebro).
“Quizá lo más prudente en esos casos, es aceptar su decisión. Sí alguien está actuando de un modo «irracional» es porque después de su análisis coste-beneficio, hay algo que le está reportando un beneficio neto. Ante eso, sólo podemos respetar su decisión sin entrar en juicios y valoraciones.” |
Después de todo, quizá cuando todo el mundo piensa lo mismo sobre un tema, no estemos tan desencaminados en adoptar una postura diferente, escuchando los motivos de nuestro corazón o nuestra intuición: “La única cosa realmente valiosa es la intuición” (Albert Einstein).
Identificar las emociones
Sin embargo, es necesario ser capaz de distinguir e identificar esas emociones que están detrás de cada decisión. Ser consciente de las emociones que me están empujando a tomar una decisión determinada, me va a ayudar a ser más inteligente.
No podemos quedarnos sólo en el “me gusta o no me gusta” o el “estoy bien o estoy mal”. La cuestión está en profundizar sobre el significado de lo que siento en cada momento, para conocernos mejor, y saber por qué estoy tomando una determinada decisión. El objetivo es evitar ser rehén de nuestras emociones.
A veces solemos caer en esa montaña rusa emocional. Alternamos situaciones de alegría y felicidad con otras de tristeza y desdicha que invaden nuestra vida, y nos desregulan emocionalmente. Una de las claves de la inteligencia emocional es evitar la desrregulación emocional.
“Ser capaz de dar una respuesta “inteligente”, serena y sosegada, cuando las cosas se desmadran, ya sea positiva o negativamente.” |
Para evitar estos desbordamientos emocionales, el mejor remedio podría ser coger el camino del medio y no entusiasmarse demasiado cuando te salen las cosas bien, ni deprimirte en exceso cuando no te salen. En el fondo, tenemos que ser consciente del “esto también pasará”, y tenerlo presente de forma continua.
Otra opción pasa por estar centrado en la tarea que te traes entre manos. Dejar de preocuparte por lo que sucedió en el pasado o por lo que sucederá en el futuro, aislandonos del contexto emocional.
“Antes de la iluminación, corta leña y transporta agua. Después de la iluminación, corta leña y transporta agua”