El miedo, la emoción más devastadora

La imagen del miedo

Hoy cometí el error de ir a comprar. Llevaba varios días retrasando la compra que suelo realizar cada quince días y decidí que era el momento de llenar de nuevo la nevera. Craso error. Podéis llamadme antiguo por no utilizar la tecnología y comprar a través de esas maravillas apps que te hacen la vida tan fácil y te llevan todo a casa. Pero me sigue gustando elegir entre los estantes aquello que necesito y que me llama la atención. Y lo que me encontré cuando llegué al centro comercial fue la desproporción, el despropósito y la histeria colectiva…y también miedo. Sobre todo, miedo, mucho miedo.

 

El miedo se había materializado en estantes vacíos, colas “kilométricas” con carros rebosantes, parkings repletos a las diez de la mañana… Una sensación de pánico generalizado, aunque todo el mundo se esforzaba en mantener las formas y dar una imagen de aparente normalidad y aguantando estoicamente las consecuencias del famoso coronavirus. La misma imagen se repetía en otros centros comerciales y, por extensión, podemos decir que el miedo se ha instalado en nuestra sociedad.

 

¿De qué nos habla el miedo?

El miedo es una emoción básica, que nos habla de la existencia de un peligro real e inminente, de algo que nos amenaza. Parece claro que, en este caso, el peligro es el famoso virus venido de Wuham, aunque también conocemos que no afecta a todos por igual y que, por lo general, es una gripe “normal”. Y, como otras gripes y enfermedades que afectan a miles de personas cada año, provoca muertes. Conviene recordar que, en España, en la temporada de gripe 2017-2018, cerca de 800.000 personas padecieron la gripe. De ellas, 52.000 tuvieron que ser ingresadas y cerca de 15.000 fallecieron.

 

En cualquier caso, el miedo ha acompañado al ser humano desde el principio de los tiempos, y es la que nos ha permitido sobrevivir como especie. Estamos aquí porque aprendimos que el león nos podía comer y desarrollamos los mecanismos para huir o evitarlo y, en caso de no ser posible, afrontar dicho peligro con algún tipo de estrategia. Parece lógico, que cualquier persona quiera huir, evitar o defenderse del virus, aunque la psicosis y la histeria colectiva que está apoderándose de la población, invite a hacer algún tipo de reflexión.

 

Cuando el miedo deriva en ansiedad

Si el miedo es la emoción ante un peligro real e inminente, la ansiedad se experimenta ante un riesgo imaginario, posible, pero poco probable. Es obvio que este virus es real y existe la posibilidad de que contraigamos dicho virus, como podemos contraer una gripe normal. Incluso con este virus, parece ser que el contagio puede producirse con más facilidad. Pero realmente, es poco probable que vayamos a morir a causa de él, salvo que estemos entre algún grupo de riesgo con alguna enfermedad previa (es precisamente a este tipo de colectivos a quien más afecta no solo el coronavirus, sino cualquier tipo de gripe).

 

Sin embargo, nos hemos instalado en una histeria colectiva donde parece que estemos ante el apocalipsis: centros comerciales arrasados, colegios cerrados, vuelos restringidos, espectáculos públicos suspendidos, empresas que cancelan eventos, reuniones pospuestas, recomendaciones para no salir de casa, teletrabajo, mensajes del tipo «lo mejor es quedarse en casa»…Realmente, ¿todo esto es necesario? Quizá si…o quizá no. Sí realmente es mucho más grave de lo que nos han contado, quizá estarían justificadas todas estas recomendaciones, incluso alguna más. Aunque probablemente, tampoco valdría de mucho todo este tipo de medidas, si estuviéramos ante una de las plagas que van a arrasar con gran parte de la humanidad. Y, como no termino de creerme las teorías conspirativas que anuncian el fin del mundo, prefiero preguntarme quién gana activando el miedo.

 

La sociedad del miedo

Es un hecho que el miedo, la ansiedad, la histeria, el alarmismo, la desproporción y el despropósito se ha instalado en nuestra sociedad. Y, asusta comprobar, como el miedo es capaz de movilizar a toda una sociedad en cuestión de horas…y de inmovilizarla. Porque lo que realmente está sucediendo es que con estas medidas están cargando de miedo a la población con un único objetivo: que nadie se mueva, que nadie piense, que nadie se pregunte sí todo esto realmente es necesario en aras a un supuesto bien común.

 

El mecanismo es muy similar a cuando alguien quiere que nada cambie: inducir el miedo para mantenernos dentro de nuestra zona de seguridad. Seguro que puedes reconocer situaciones dónde has intentado realizar un cambio y han aparecido fuerzas limitadoras que han tocado el botón del miedo para que no salieras de tu zona de seguridad. Esas fuerzas (que son personas de carne y hueso, o incluso puedes ser tu mismo cuando te boicotea tu propio miedo) inducen al miedo porque desean la sumisión de la persona o del grupo o de la sociedad por intereses políticos, económicos, sociales, etc. Esta manipulación del miedo provoca la renuncia a conocer por uno mismo la verdad, inseguridad, desesperanza, intolerancia, incomunicación, violencia, individualismo, etc.

 

Quizá por eso, hoy más que nunca, sea necesario recurrir a la reflexión, al análisis y a activar nuestro pensamiento crítico para no dejarnos manipular por el miedo y por quienes lo inducen. Y tener presente la fábula de “El labriego y la Peste”:

 

“Se encuentra el labriego con la peste y le pregunta: ¿peste adónde vas? Y la peste le contesta: voy a Bagdad a matar a 500 personas. Días después vuelven a encontrarse y el labriego le dice: peste mentirosa, me dijiste que ibas a Bagdad a matar 500 personas y mataste 5.000. Y la peste le responde: efectivamente yo maté 500 personas, los demás se murieron de miedo.”

 

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