El estado de los equipos: las habilidades blandas
El “gatopardismo”
El “gatopardismo” se resume en una frase: “Sí queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”. Esta paradoja expuesta por Giuseppe Tomasi di Lampedusa ilustra la situación actual de muchas organizaciones, empresas y equipos. De hecho, en muchos casos, los responsables, gestores y managers de estas organizaciones se llenan la boca de palabras grandilocuentes asociadas al cambio y/o la llamada transformación digital. Pero en esencia nada cambia. Se sigue menospreciando lo más importante: las personas.
La frase tomada de la novela “El Gatopardo”, simboliza la capacidad de los sicilianos para adaptarse a lo largo de la historia a los distintos gobernantes de la isla. Pero también la intención de la aristocracia de aceptar la revolución unificadora para poder conservar su influencia y poder. Y esto, es lo que ocurre en nuestras empresas y organizaciones: queremos que todo siga igual y para ello necesitamos que todo cambie.
Transformación tecnológica
Las circunstancias actuales han provocado que nuestra forma de trabajar haya cambiado. Hoy cientos de miles de personas trabajan desde casa, conectados a través de una pantalla. Sin embargo, seguimos teniendo las mismas dificultades para relacionarnos y para resolver conflictos dentro de nuestros equipos y empresas. Es curioso comprobar cómo, pese a estar más comunicados con diferentes herramientas, plataformas y aplicaciones tecnológicas, estamos más alejados que nunca en nuestros posicionamientos, ideas y pensamientos.
Decía Xavier Marcet en su artículo “Liderar es llenar las agendas de sentido”, que sí un líder quiere evangelizar sobre la transformación digital de su empresa solamente será creíble si él se ha transformado digitalmente como profesional. Y siendo cierto, esa transformación digital, definida como la integración de las nuevas tecnologías en todas las áreas de una empresa para cambiar su forma de funcionar, y que tiene como objetivo optimizar los procesos, mejorar la competitividad y ofrecer un nuevo valor añadido a los clientes, no servirá de nada, sí no somos capaces de realizar una transformación personal. Esta transformación se debe centrar en desarrollar otras capacidades, denominadas habilidades blandas, que nos permitan conectar más con los demás.
¿Sirven de algo las habilidades blandas?
Decía Peter Drucker que “lo que no se puede medir, no se puede mejorar”. Y ésta, quizá sea la razón, por la que cuesta tanto confiar en este tipo de capacidades. Las habilidades blandas son aquellas que impulsan la inteligencia emocional. También se denominan softskills, habilidades transversales o socioemocionales, y están enfocadas en desarrollar ciertos valores y rasgos que fomentan la comunicación y la relación efectiva de una persona con aquellas que le rodean. En suma, son las habilidades que nos sirven para movernos en nuestro entorno profesional y personal. Y que complementan al resto de habilidades técnicas para alcanzar nuestros objetivos.
Es obvio que resulta complejo medir nuestro nivel de empatía, de comunicación, de elocuencia, de creatividad, de trabajo en equipo o de liderazgo. Sin embargo, son estas habilidades las que nos permiten avanzar y resolver la mayoría de los conflictos a los que nos enfrentamos en el día a día. El inconveniente reside en que el aprendizaje de cada una de estas habilidades es lento. No se puede enseñar a empatizar con un curso de fin de semana, ni aprender las habilidades asociadas al liderazgo a través de un máster en liderazgo, ni convertirte en un líder coach con un par de videos de YouTube.
Se aprende a través de la experiencia
Escribía la semana pasada sobre “Cómo gestionar y resolver un conflicto de equipo” basándome en una experiencia personal vivida hace unos meses. Sin esa experiencia hubiese sido imposible integrar los diferentes conceptos, estrategias y herramientas relacionadas con el conflicto, para poder impartir aquel curso, y posteriormente escribir sobre él.
Sí queremos que las habilidades blandas se impregnen en nuestro día a día, es necesario practicarlas. Y para ello, lo primero que hay que hacer es tomar conciencia de la importancia que tienen en nuestra vida. Sí alguien se da cuenta que puede resolver un conflicto utilizando un estilo de comunicación asertivo en lugar de la agresividad o de quedarse callado, comenzará a utilizar este tipo de comunicación. Sí somos conscientes de la cantidad de juicios e interpretaciones que realizamos y que eso complica sobremanera nuestras relaciones, pondremos límites a nuestras opiniones.
Poner las palabras gruesas en las agendas
Sin embargo, sí todas estas cosas no se ponen en las agendas de los responsables, managers, gestores y líderes de las organizaciones, es imposible que estos conceptos calen en sus equipos y organizaciones. De nada vale llenarse la boca hablando de conceptos grandilocuentes como liderazgo, transformación, cambio, adaptación, motivación, aprendizaje, etc …, sí después eso no se lleva al día a día.
Por eso, sí se considera que las habilidades blandas son importantes y sirven para alcanzar objetivos reales, que se incluyan en las agendas de formación. Que se realice una formación seria, rigurosa y constante. Sólo de esta forma, se estará dando importancia real a las personas, y se les ofrecerán recursos para resolver situaciones que la tecnología por si misma no puede resolver.
“Ninguna tecnología por sí sola puede iniciar el cambio de lo bueno a lo sobresaliente.”
(Jim Collins, “Empresas que sobresalen”)
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