Cuatro ideas para evitar el desorden en los equipos
La Segunda Ley de la Termodinámica
La primera piedra angular en la comprensión de la condición humana es el concepto de entropía o desorden. Esta Ley afirma que en un sistema aislado (que no está interactuando con su entorno), la entropía nunca disminuye. Y esto es lo que sucede en los equipos, si los analizamos como un sistema aislado.
Un equipo es un sistema formado por dos o más personas, dónde la felicidad entendida como el funcionamiento “cuasi” perfecto del mismo, dependerá de establecer una serie de condiciones adecuadas entre un número infinito de posibilidades. Esa disposición de condiciones permitirá contener la entropía y el desorden que se manifiesta en cualquier equipo o sistema.
Claridad y convicción
Uno de los aspectos que sirven para frenar el desorden interno dentro de los grupos de trabajo o equipos, es contar con un conjunto de personas adecuadas. Tanto en las personas que forman el grupo como en la persona que lo dirige, el líder. Las personas adecuadas son personas responsables, competentes, aptas, auto-motivadas y que saben auto-dirigirse.
Esto significa que deben tener sus ideas claras y estar convencidos de hacía dónde dirigirse. Deben saber qué quieren, cómo lo quieren, y lo más importante, por qué lo quieren. Esto vale para todos los miembros de un grupo, y en especial para el líder.
Capacidad de conexión
La conexión entre los diferentes componentes de un grupo es lo que permite la cohesión de los diferentes miembros, y la aparición del equipo. Cuando conectamos, cuando hablamos el mismo idioma, tenemos unas ideas que nos unen, más allá de las diferencias de matices o la existencia de ideas complementarias, el desorden comienza a desaparecer.
La conexión tiene que ver con establecer una serie de condiciones que permitan desarrollar la confianza, la empatía y la comunicación. Cuando hay confianza, la comunicación es más eficaz, porque hay valentía para entablar debates. Para intercambiar ideas. Cuando hay empatía, somos capaces de entender las ideas y los sentimientos de otros, se refuerzan los lazos de unión del equipo.
Ser ejemplo
Cuando mostramos comportamientos correctos y expresamos una serie de principios o valores correctos, el resto del grupo tiende a imitar dichos comportamientos. El ejemplo es el modo más eficaz de comunicarnos con el resto de personas del grupo, sin necesidad de acudir a los discursos. Además, para cualquier líder, el ejemplo es el modo más eficaz de ganarse la autoridad y el respeto del grupo. Con el ejemplo se lideran equipos.
Tiene que ver con el hacer. Y el ejemplo descansa sobre la responsabilidad y la coherencia. Cuando damos ejemplo, nos hacemos cargo de nuestra responsabilidad dentro del funcionamiento del equipo. Además, el ejemplo permite demostrar la coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos. Cuando dentro de un grupo, el líder se comporta dando ejemplo, el grupo comienza a sentir respeto por él, y lo sigue. El ejemplo fomenta el compromiso.
Toma de decisiones coherente
En realidad, tomamos decisiones desde que nos despertamos. Sin embargo, la mayor parte del tiempo, no somos consciente de ello. Y sólo consideramos el hecho de tomar decisiones, cuando tenemos que enfrentarnos a la resolución de un reto.
Cuando el reto es un problema, uno de los modos de enfrentarnos a él, es a través de la procrastinación. Es decir, postergamos determinadas decisiones por miedo a equivocarnos, o por miedo a no dañar a alguien, o simplemente por pereza.
Tomar decisiones dentro de un equipo es absolutamente necesario. La vida de un equipo se nutre de eso. La toma de decisiones se hace especialmente necesaria en momentos complicados. En esos momentos, cualidades como la serenidad y la coherencia, marcarán el grado de acierto de la decisión tomada.
“Cualquier imbécil puede derribar un granero, pero para construirlo se necesita un carpintero.” (Sam Rayburn)