¿Cuándo es importante un coach personal? (Primera parte)

Sí vives bajo el síndrome burnout, quizá necesites un coach personal

Seguramente alguna vez te has sentido estancado en tu trabajo. O has perdido la ilusión o estés desencantado con las tareas que realizas en tu empresa. O simplemente, no te gusta lo que haces, pero necesitas seguir trabajando. A lo mejor, has llegado a plantearte un cambio de trabajo, que te permita vivir otras experiencias y encontrar algo que realmente te apasione.

Y, lo más probable es que en esa situación, las dudas y los miedos te hayan asaltado y atenazado, impidiéndote mover y continúes en el mismo sitio. Aunque, seguramente, después de este bucle de pensamientos y preguntas, estés más quemado (ahora se llama el síndrome burnout), más negativo y más desmotivado todavía. Es en esos momentos dónde un coach personal más te puede ayudar.

Cuando vives en la incomodidad acomodada…

Hace años, yo también vivía un ciclo similar al que te he descrito. Había perdido la ilusión en el trabajo, no me gustaba lo que hacía, cada vez estaba más negativo y era más crítico con todo lo que me rodeaba. Quería cambiar, quería encontrar algo que me ilusionara, algo que me gustara hacer…

Sin embargo, no sabía por dónde empezar, entre otras cosas porque no sabía realmente lo que quería. Me daba miedo salir de la seguridad que me daba mi puesto de trabajo. Y no estaba dispuesto a arriesgar ni a buscar algo diferente. Así viví muchos años, en lo que yo defino como “incomodidad acomodada” o una jaula de cristal con todos los lujos que me podía permitir, pero triste y amargado.

Estate atento a tus emociones

coach personalAunque pensemos que nada cambia, no es cierto. Incluso en esas situaciones de aparente calma, dónde parece que nunca pasa nada, pasan cosas. Vivimos colgados permanentemente de diferentes procesos emocionales. De hecho, son las emociones las que nos alertan de que algo está pasando. Sin embargo, solemos echarles la culpa de todos nuestros males. Quizá, más que a ellas, culpamos a otros (al jefe, a los compañeros, a la pareja, a los amigos…) de lo que nos pasa, y nos recreamos en el dolor que provocan algunas emociones.

Vivir mucho tiempo en un estado de “incomodidad acomodada” te puede llevar al encefalograma plano. Es decir, que tu cerebro deje de actuar, y se limite a vivir bajo mínimos. Lo podemos llamar el “día de la marmota”, o ser como un hámster que sigue dando vueltas a la misma rueda. Pero también, puede llegar a quemarte más, y entonces aparece la rabia, la ira, el enfado…por todo lo que sucede a tu alrededor. Esto es bueno, porque demuestra que en tú interior aún hay vida. Es un síntoma de esperanza, porque es lo que te hace actuar, lo que te saca del aletargamiento. La cuestión es qué hacemos con esa rabia. Porque una rabia mal encauzada nos puede llevar a la perdición.

Cambiamos cuando no somos capaces de soportar más el dolor

Los cambios no nos gustan, aunque nuestro cerebro esté programado desde los inicios de los tiempos para cambiar. Sin embargo, nos hemos acostumbrado a vivir en una aparente seguridad y certeza, donde cualquier atisbo de incertidumbre nos inquieta y nos hace revolvernos de nuestros asientos. La posibilidad de perder un trabajo o una relación o la salud, nos pone en alerta y nos crea ansiedad. Sin embargo, siempre que encontremos algo de satisfacción o algún beneficio en la situación que vivamos nos hará permanecer allí.

Sólo cambiamos cuando el grado de insatisfacción supera al beneficio que nos brinda esa “incomodidad acomodada”. O cuando el beneficio que pensamos obtener con el cambio es mayor al coste que nos supone cambiar. Por eso, perdemos el tiempo, intentando que una persona o un equipo, cambie o transforme su forma de actuar.

El cambio nace de uno mismo. Y eso sucederá cuando aquellas emociones, que nos generan insatisfacción, conocidas como el “Big Three de las emociones”, miedo, ira y tristeza, nos predispongan a actuar para pasar a otros estados emocionales que aumenten nuestro bienestar o satisfacción o nos permitan asegurar nuestra supervivencia.

¿Cómo un coach personal puede acompañar a una persona que quiere cambiar?

En primer lugar, ayudándole a clarificar sus objetivos. Es decir, que esa persona entienda qué es lo que realmente quiere y por qué. El problema radica en que en el momento en que una persona toma conciencia de la necesidad de cambio, está tan perdida y bloqueada, que ni siquiera es capaz de conocer qué quiere o qué le gusta o qué habilidades posee.

En nuestro próximo post, te explicaremos cómo un coach personal puede ayudar a una persona a conocerse más y mejor. Y te contaremos qué se necesita para iniciar un proceso de coaching.

“Un proceso de coaching es un proceso de cambio, y para lograrlo necesitas saber gestionar los miedos propios y ajenos”

Mientras tanto, no dudes en contactar con nosotros para resolver cualquier duda que pudieras tener y contratar nuestros servicios de coaching personal en Madrid o cualquier parte de España.