Cuando se para el tiempo.

A veces disfrutamos de una conversación dónde tenemos la sensación de que el espacio y el tiempo se paran. El mundo y todo lo que nos rodea deja de existir. Es un momento de conexión, de máxima complicidad, dónde la visión que tienes del mundo, coincide con la de la otra persona. Y comienza a producirse una conexión dónde todo fluye: las ideas, los pensamientos, las emociones y los cuerpos.

Son esas conversaciones de las que no te gustaría salir nunca. Disfrutas de la presencia de la otra persona, y ambos avanzáis en dirección a lugares de encuentro. Son las que abren las puertas del aprendizaje, del disfrute y de la felicidad.

En esos momentos, nos sentimos motivados, entusiasmados con lo que escuchamos, con lo que compartimos. Toda nuestra atención se centra en ese intercambio de palabras, que son mucho más que palabras. Inmediatamente después sentimos que algo ha cambiado. Aparece entonces un espacio para la reflexión, y como consecuencia, un profundo agradecimiento por tener la fortuna de mantener estos encuentros.

“Somos una conversación. Lo que nos sucede, tanto en el plano privado como en el público, se desarrolla dentro de una conversación, y con ellas creamos nuestra realidad»

Aprendemos en una conversación

Todos nuestros pensamientos, sentimientos, interpretaciones o juicios, así como las acciones que decidimos acometer, se manifiestan a través del lenguaje, en una conversación.

Darnos cuenta de esto, nos hace ser más conscientes del tipo de conversaciones que mantenemos en nuestra vida. Tener la posibilidad de tener conversaciones motivantes significa tener la posibilidad de adquirir nuevos aprendizajes, y este es el mayor regalo que podemos hacernos.

“A veces buscamos el aprendizaje en los libros, en los cursos, en personajes famosos y relevantes…

Nos olvidamos que el verdadero aprendizaje se produce cuando confrontamos nuestra realidad con la de otro. Llegamos a lugares de encuentro, comprendiendo su mundo, y haciendo comprender el nuestro”

Y en ese momento, dónde se honra la escucha en los tres niveles de comunicación (lenguaje, cuerpo y emoción), se produce la magia del aprendizaje, y el crecimiento de las personas.

A través de la escucha conectamos

Es entonces cuando surge la empatía, la aceptación de la visión de otra persona. Sin enjuiciar, respetando sus opiniones o sus interpretaciones acerca de la realidad, y unidos por un mismo sentir. Esa apertura nos conecta, nos ayuda a entender y comprender nuevas ideas. Es lo que Stephen Covey, definía como el Quinto Hábito: primero comprender, para después ser comprendido.

Es el nivel de escucha más elevado. Dónde ofreces tu espacio y tu tiempo, y rindes homenaje a la palabra del otro, para que muestre su mundo, surgiendo la magia de la comunicación. Es el momento de máxima conexión.

El aprendizaje se acelera, y la posterior consecuencia es una sensación de bienestar, de satisfacción personal y de felicidad. Surge lo que en otras ocasiones definíamos como el “flow” o “flujo”. Y ahí prende la llama de la motivación, de sentirse conectado con algo.

A veces, nos volvemos locos buscando dónde motivarnos, cómo motivarnos… Y la solución la podemos hallar en algo tan simple como una buena conversación con un amigo, con una pareja, o con un familiar… De este modo tan sencillo, podemos mejorar la calidad de nuestra vida en los diferentes planos en los que nos movemos cada día.

“La calidad de nuestras conversaciones determinará nuestra calidad de vida.

Es a través de este tipo de  conversaciones, cuando cambia la manera en que vemos el mundo.”

Tener la fortuna de disfrutar de una conversación motivante es un lujo al que todos podemos acceder, tan sólo debemos darnos cuenta de aquellas conversaciones que hacen que prenda fuego en nuestro interior, y nos conecte con algo que nos llene de satisfacción y felicidad.

«La verdadera conversación prende fuego, y se trata de algo más que emitir y recibir información» (Theodore Zeldin)