Víctimas de nuestras emociones
Hace unos días leía un artículo en Expansión sobre “Cómo superar el miedo al jefe y otros seis temores laborales”. Entre ellos aparecían el miedo al despido, a hablar en público, al ninguneo, al estancamiento o a la incertidumbre… En la mayoría de estos casos, solemos poner el acento en el papel de “víctima” que nos ha tocado vivir. Culpamos al jefe, a los compañeros, a la empresa o al mercado… Pero rara vez nos responsabilizamos de lo que está sucediendo. Ni mucho menos nos preguntamos por qué o para qué nos está ocurriendo eso.
El problema es que transitamos ese tipo de situaciones con una mezcla de emociones y sentimientos. Estos se transforman en estados de ánimo negativos que se vuelven permanentes. Y de los que nos sentimos rehenes, teniendo la sensación de no poder hacer nada ante lo que sucede. El cóctel de emociones y sentimientos es variado. Aparecen la ira, el enfado, el resentimiento, la resignación, la apatía, la crítica, la tristeza, el pesimismo, la preocupación, la decepción, el desánimo, etc… Identificar qué estoy sintiendo y ponerle nombre es un primer paso. Sin embargo, no es suficiente, hay que ir más allá.
Descubrir nuestras motivaciones
“Necesitamos descubrir qué necesidad, qué deseo o qué motivación intrínseca queremos cubrir. “El miedo y la motivación son las dos caras de la misma moneda” (Pilar Jericó). La cuestión está en indagar qué es lo que nos mueve o nos remueve. Por qué sentimos esas emociones que nos desregulan y convierten nuestra vida en una continua lucha o nos inmoviliza, y que nos llena de sufrimiento. Necesitamos conocer qué necesidades no estamos cubriendo.» |
Esas necesidades psicológicas o motivaciones tienen que ver con la clasificación que hizo Maslow en su famosa pirámide: supervivencia, seguridad, pertenencia, reconocimiento, auto-realización. A través de ella desplegamos un amplio abanico de aspectos que identificamos como elementos imprescindibles de nuestra vida: autonomía, libertad, contribución, cooperación, amor, conexión, reconocimiento, propósito…Este tipo de necesidades están intimamente ligadas a nuestros valores, aquello que nos guía por la vida, y que cuando resultan agredidos, provocan nuestro enfado.
Ahora bien, descubrir esto requiere determinación para pasar a la acción y tomar conciencia qué lo que nos ocurre sólo es responsabilidad nuestra. Y pasar a la acción en muchos casos significará comenzar a hacer sacrificios o tomar decisiones que no serán cómodas. Por ejemplo, pensar más en nosotros o conocernos mejor. O realizar un proceso de formación que sirva para mejorar o aprender alguna habilidad o competencia.
Cómo vencer al miedo
Muchos de los miedos son desactivados con procesos que permitan mejorar nuestra valía o maestría en el ámbito en que nos movamos. Sí soy una persona competente, dejaré de tener miedo a un posible despido. Porque se que puedo encontrar otro trabajo o buscar un plan alternativo. La forma de ser más competente se consigue a través de la formación continua. Sí me da miedo hablar con mi jefe, puedo trabajar mi asertividad y mejorar mi autoestima. Y para eso cuanto más formados y mejor preparados estemos, menos miedo tendremos a afrontar ese tipo de conversaciones. Sí tengo miedo a que me ninguneen en mi empresa o que me pueda estacar en mi entorno, siempre puedo mejorar mi preparación y buscar otro lugar dónde reconozcan mi valía…
“En suma, pasar a la acción significa responsabilizarme de la situación. Afrontar una mejora continua de mi competencia o maestría, a través de la formación y el aprendizaje. Esto no significa “hacer cursos por hacer”, sino “saber qué tengo que hacer para lograr mi objetivo”. Y para ello, es imprescindible realizar un proceso de autoconocimiento, primera piedra sobre la que descansa la inteligencia emocional.” |
“El principio de la acción es la elección, y el de ésta el deseo y la selección orientada a un objetivo” (Aristóteles)