Cuatro formas de medir la confianza de un equipo
Un equipo formado por “scipiones”
La palabra “scipio” significa bastón en el que apoyarse. La mención de esta palabra nos lleva a una de las familias más conocidas y veneradas de la Antigua Roma: los Scipiones. Cuyo máximo exponente fue Publio Cornelio Escipión, que luchó contra Aníbal en la primera guerra mundial de la antigüedad, las Guerras Púnicas.
El apodo por el que eran conocidos, se debía a que uno de sus antepasados, Lucio Cornelio Barbo, era ciego, y su hijo, Lucio Cornelio se convirtió en su apoyo y su bastón. Desde ese momento, todos los miembros de esta familia fueron denominados Scipiones. Todos los miembros de la familia aprendían que los más jóvenes serían fundamentales para el apoyo de sus mayores, eran su scipio o bastón.
De esta forma, cada generación confiaba en la siguiente, para que fuera su bastón, su sostén ante las dificultades. Se establecía una confianza mutua entre padres e hijos. Algo similar a lo que debe ocurrir sí un grupo de trabajo quiere convertirse en un equipo. Extender y reforzar la confianza entre los diferentes miembros de un grupo es vital para construir un equipo.
Apertura hacia los demás
La confianza nace de un juicio, y ese juicio suele descansar sobre unos hechos o una impresión inicial. Ese juicio provoca que nos abramos a otros para contar nuestras cosas más personales: nuestras alegrías, deseos, penas, tristezas…Y también para confesar nuestras debilidades.
Cuando un equipo es capaz de abrirse a los demás, y contar aspectos de su vida más privada, sin miedo a sentirse traicionado o que se rían de una supuesta debilidad, el equipo crece, evoluciona y refuerza sus lazos de conexión. El grado de apertura para contar intimidades es una forma de medir el nivel de confiabilidad del equipo.
Tomar riesgos
Cuando confiamos en que hay alguien que nos va a sostener si caemos o nos equivocamos, asumimos más riesgos. Somos capaces de arriesgar, de dar un paso más allá, aun sabiendo que podemos fallar.
Cuando un grupo asume riesgos y, por ejemplo, hace propuestas imaginativas sin miedo a que sea tildado de iluso, muestra que en ese equipo se ha trabajado la confianza. El número de nuevas ideas, iniciativas, propuestas, acciones realizadas, aunque hayan sido erróneas muestra el nivel de confianza que existe dentro de ese equipo.
Compartir emociones
Las emociones han sido, y siguen siendo, un tema tabú dentro de las empresas y organizaciones. Parece como si el mundo emocional de las personas que forman parte de los grupos de trabajo no existiese. Sin embargo, no podemos negar que somos seres emocionales, y cualquier hecho puede provocar una reacción emocional diferente en cada persona.
Tener la valentía para abrir espacios dónde poder expresar nuestras emociones es fundamental para reforzar la confianza. Deben ser espacios seguros, dónde uno pueda expresar libremente sus emociones, sentimientos o estados de ánimo sin temor a ser considerado más débil. Cuando un equipo crea estos espacios para expresar cómo se sienten las personas ante determinados hechos, la confianza se refuerza.
Abrir conversaciones de calidad
Cuando un equipo es capaz de conversar sobre temas «calientes», demuestra que la confianza se ha trabajado. Nos cuesta abordar conversaciones difíciles. No estamos acostumbrados a confrontar nuestras ideas con las de otras personas que no piensan lo mismo que nosotros.
En un equipo con altos niveles de confianza, sus miembros son capaces de expresar sus ideas, aunque sean diametralmente opuestas a las de otros. Saben entrar en el conflicto con respeto, pero diciéndose las cosas a la cara. El número de conversaciones difíciles (sobre temas tabú, conversaciones pendientes, feedback…) sirve para medir el grado de confianza que existe entre los diferentes miembros de un equipo.
“La confianza viene de horas, días, semanas y años de constante trabajo y dedicación.” (Roger Staubach)