¿Cómo mejorar la comunicación dentro de los equipos?
Sangre, sudor y lágrimas
Estas fueron las palabras que pronunció Winston Churchill en uno sus discursos más recordados, justo cuando Inglaterra pasaba por los peores momentos de su historia. El discurso es un recurso dentro de la comunicación al que recurren todos los grandes líderes para transmitir algo relevante o para activar la motivación de sus equipos.
Sin embargo, no todos los líderes o gestores de equipos tienen la cualidad de la oratoria ni grandes dotes para la comunicación. Ni tampoco pueden ofrecer discursos motivacionales como el de Churchill. Entonces, ¿podría existir otro modo de comunicación efectiva dentro de los equipos?
Cognición compartida
Seguro que has vivido la experiencia con algunas personas, de miraros a los ojos y saber qué estabais pensando. En ese momento, ambos estabais en la misma longitud de onda. Ambos pensabais y actuabais como una sola. Compartíais el mismo mapa mental.
Lo mismo sucede con los equipos. Cuando, con el tiempo, los miembros del equipo se acostumbran a realizar una tarea juntos, desarrollan una cualidad que los científicos denominan “cognición compartida”. Consiste en crear un modelo mental común que permite a cada uno de ellos anticiparse a las respuestas de los demás y coordinar su trabajo con mayor eficacia.
Este mapa mental compartido, permite establecer una comunicación fluida sin apenas tener necesidad de hablar. Sin embargo, se necesita tiempo y vivir experiencias para alcanzar ese grado de interacción. Es necesario establecer algunas pautas para mejorar la comunicación en los equipos.
Fomentar las reuniones sociales y la interacción continua de modo personal
Los equipos con mejores niveles de comunicación son aquellos que en las reuniones sociales no formales (comidas, tiempos de descanso) son capaces de charlar sobre cualquier tema de forma acalorada. En esas situaciones, se percibe una energía que demuestra que el equipo está vivo.
Además, es necesario establecer conversaciones directas en persona. En muchas empresas, podemos observar cómo las personas llegan a sus puestos de trabajo, y se meten en “su mundo” colocándose cascos que disuaden cualquier tipo de comunicación. Y cuando tienen que comunicar algo lo hacen a través de mails, incluso estando al lado.
Comunicación democrática y participativa
Es clave que haya equidad respecto a la cantidad de tiempo utilizada para cada miembro del grupo. No es conveniente que nadie acapare el uso de la palabra. Seguro que alguna vez, has sentido hastío cuando una persona monopolizaba una conversación. La consecuencia directa cuando eso ocurre, es que dejamos de escuchar.
En una situación ideal, todos los integrantes de un equipo hablan y escuchan más o menos en la misma medida. Hacen aportaciones breves, concisas y concretas. Vamos que no sueltan un ladrillo, ni tampoco se gustan hablando más de la cuenta.
Escuchar más que hablar
Los mejores comunicadores, al contrario de lo que se piensa, no son quienes más hablan, sino los que mejor saben escuchar. No tienen que ser necesariamente extrovertidos, pero son capaces de sentirse cómodos abordando conversaciones con otras personas. Y son capaces de desarrollar la cualidad de la escucha empática: atienden no solo a lo que dicen las palabras, también la comunicación no verbal (lenguaje corporal, expresiones faciales, gestos, contacto físico) y las emociones.
Desarrollar la inteligencia emocional
Consiste en desarrollar la habilidad para reconocer, regular y proyectar las emociones propias por un lado. Y por otro, saber identificar las emociones o los estados de ánimo de los otros, para interactuar mejor con ellos.
En suma, saber cómo regular nuestras emociones y dar una respuesta apropiada, que no sea una respuesta impulsiva. Significa poner inteligencia entre los estímulos que recibimos y la respuesta que damos.
“Cualquier puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo” (Aristóteles)