¿Cómo eliges vivir el cambio?

La vida es cambio y siempre nos demanda una respuesta

Probablemente, habrá gente que ya veía lo que se avecinaba con la famosa pandemia. Aunque para la mayoría de nosotros el coronavirus es un “cisne negro”, definido por Nassim Nicholas Taleb como un suceso de gran escala, imprevisible, irregular y con unas consecuencias de muy gran alcance que sorprenden y perjudican a ciertos observadores que no lo han previsto, y a los que define como “pavos”. En este caso, la inmensa mayoría del planeta somos “pavos”. La cuestión es cómo podemos vivir el cambio que ha provocado el coronavirus porque, aunque no queramos, lamentablemente nos afecta a todos.

 

Y, podemos vivirlo de diferentes formas. Minimizando o exagerando la importancia de la enfermedad. Enfadado con el mundo por las medidas de confinamiento o enrabietado porque se tenían que haber tomado antes. Preocupados por las consecuencias que tendrá para nuestra economía o tachando de insolidarios a los que siguen yendo a trabajar. Con miedo por si pillo el maldito virus y alguien de nuestra familia o amigos es infectado o mostrándonos sin temor alguno ante la pandemia. Con humor ante las diferentes iniciativas vecinales, los memes que recibimos cada día o violentados por como se banaliza una enfermedad que está haciendo sufrir a tanta gente. Aprovechando el momento para hacer negocio infundiendo miedo o contemplando impasible como se suceden los acontecimientos. Empapándonos de noticias de todo tipo en televisión, radio, periódicos, redes sociales, etc…o haciendo dieta informativa.

 

Todas estas opciones están encima de la mesa, y he de reconocer que cada cual es muy suyo de elegir la opción que más desee. Aunque en estos momentos, quizá la opción más recomendable sea la prudencia y la observación desapasionada de todo lo que está pasando. Dejemos que el tiempo, ese juez insobornable, dicte sentencia.

 

¿Cómo nos impacta emocionalmente el cambio?

El hecho incuestionable es que la realidad y el mundo ha cambiado en poco menos de una semana. Y cuando comenzamos a darnos cuenta que los cambios, voluntarios o forzados, poco tienen que ver con nuestros deseos y expectativas, nos comienzan a suceder cosas extrañas. Empezamos a entrar en una fase de confusión en la que no comprendemos qué está sucediendo. De hecho, podríamos asociar este proceso como una especie de “duelo”. Una herramienta muy útil en los procesos de coaching para explicar cómo vivimos el cambio.

 

Por ejemplo, primero experimentaremos una fase de preocupación (miedo), al darnos cuenta que las cosas no suceden como pensábamos. Después entraremos en una fase de negación, empecinándonos en querer demostrar que tenemos razón, y que las cosas tienen que ser como nosotros pensamos. Eso hará que la rabia y la ira se apodere de nosotros y nos esforzamos con más ahínco para demostrarnos y, sobre todo, demostrar a los demás que estábamos en lo cierto. Hasta que nos damos cuenta que por más que lo intentemos, la realidad es la que es. Entonces aparecerán sentimientos como la ansiedad y la angustia generados por la incertidumbre y el miedo que se abre paso ante una situación desconocida. Y, finalmente, llegará la tristeza y la depresión, al reconocer que, en este caso, el virus ha desbaratado de una u otra forma nuestros planes.

 

¿Y cómo salimos de ahí?

Obviamente, cada cual tiene que encontrar su receta para afrontar esta pesadilla, que inevitablemente afectará más a unos que otros. Y, cada persona debe elegir qué actitud tomar ante este cambio. Creo sinceramente, que de poco vale mandar recomendaciones, a modo de recetario universal, porque cada persona tiene su propia circunstancia, como decía Ortega y Gasset, y entrar en generalizaciones no aporta demasiado.

Podemos vivir con miedo, quejándonos por la irresponsabilidad y la insolidaridad de algunos, y dando lecciones sobre cómo abordar esta enfermedad. Y también podemos aceptar la realidad viviendo sin miedo, respetando las opiniones diferentes a la propia y cumpliendo con el confinamiento, lo cuál no impide que cada persona pueda ejercer su derecho a pensar, analizar, reflexionar y dar su opinión respecto a todo lo que está pasando y a actuar en el ejercicio de su libertad individual y con responsabilidad.

 

Leer más para saber vivir mejor

En cualquier caso, parece recomendable no hablar demasiado alto, ni en un sentido ni en otro, porque en tiempos donde la emoción está tan a flor de piel, ésta puede jugarnos una mala pasada…Seguro que todos recordamos otros episodios que causaron controversia en nuestra sociedad. Quizá, convendría leer más filosofía (por ejemplo: Cómo ser un estoico de Massimo Pigliucci) y seguir el consejo de los filósofos estoicos que nos legaron su sabiduría para afrontar situaciones adversas:

  • Aceptación: aceptar significa asumir que la vida es tal como es, no cómo queremos que sea o en función de nuestros deseos. Quizá sí aceptáramos más, viviríamos sin tanto miedo.
  • Confianza en la Vida, en la Naturaleza, en Dios, en la ciencia…: cada cual debe agarrarse a lo que crea. Al final, este tipo de sucesos nos hace tomar la correcta perspectiva de quiénes somos y, quizá, ni somos tan importantes como creemos, ni podemos controlar la vida a nuestro antojo.
  • Aprendizaje: sólo crecemos cuando nos hacemos las preguntas adecuadas para analizar y reflexionar sobre lo que nos ha enseñado este hecho: ¿qué he aprendido yo de esta situación?

 

“Todo fluye sin cesar, y la razón de nuestro sufrimiento se debe a nuestra falta de aceptación de este hecho. Solo modificando nuestra comprensión sobre este hecho y aceptando que la vida es tal y como, con sus cosas buenas y malas, podremos llegar a la ecuanimidad y tomar la actitud correcta mientras perseguimos la senda de la felicidad.”

(Shunryu Suzuki, Maestro Zen)

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