Un hecho hace saltar la chispa.
En la década de los 50, en una pequeña población de los Estados Unidos, crecía un niño de aspecto extraño y diferente al resto. Estudiaba en un colegio de monjas y muchos de sus compañeros solían mofar de él por su desorientación. Durante años, permaneció en aquella escuela, convirtiéndose en un niño solitario y aislado. Tenía dificultades para relacionarse con los demás, y mostraba un bajo rendimiento escolar.
Una noche, cuando tenía ocho años, sentado en la alfombra de su casa, y con la mirada fija en el televisor en blanco y negro de su casa, presenció algo que le cambió la vida. Vio en la pantalla a un tipo que se movía con movimientos electrizantes, y le cautivó para siempre. La imagen era la de Elvis Presley. Y desde ese momento, nuestro pequeño y enigmático personaje quiso hacerse con una guitarra, para imitar lo que había presenciado esa noche en la televisión.
Había surgido una energía profunda dentro de él, que le impulsaba a conseguir algo. Había un deseo y una fuerza que le impulsaba. Esa fuerza le llevó a convertirse en aquello con lo que se identificaba. Ese deseo era el origen de su motivación. Aquel niño se llamaba Bruce Frederick Springsteen…
Cuando no sabemos cuál es nuestro camino
Muchos de nosotros no tuvimos la suerte de encontrar nuestra motivación intrínseca a tan temprana edad. Y nos dejamos arrastrar por las creencias que nos instalaron cuando éramos pequeños. La educación de nuestras familias, lo que nos enseñaban en el colegio, lo que veíamos en la tele, los amigos que tuvimos, la religión que nos inculcaron… Todo conspiró para que nosotros siguiéramos un plan, que quizás no era el nuestro. Estudia tal cosa que eso te llevará a tener un buen trabajo, ganarás dinero, tendrás un buen coche, casa, etc… Quizás no nos llenaba, pero lo compramos, y dejamos de pensar o de sentir sí lo que hacíamos era lo que de verdad queríamos ser o hacer.
“Sin embargo, esa ilusión de encontrar la felicidad siguiendo ese guión, se pinchó como una burbuja. Un día que nos dimos cuenta que lo que hacíamos no nos llenaba, o no nos gustaba, o estaba afectando a nuestra vida a través de la queja, la apatía, el pesimismo o la negatividad». |
Es un momento de lucidez, en el que nos damos cuenta de qué es lo que nos está pasando. Y nos hacemos una pregunta que suele aparecer cada vez que vemos inmersos en algún hecho importante que tenemos que afrontar: ¿y ahora qué hago?
Quizás como dice Jon Kabat Zinn, en el libro «Mindfulness en la vida cotidiana«, todo se resume a esto. Cómo voy a manejar esto “aquí y ahora”, con independencia de lo que pasó en el pasado o de las historias que nos contemos de cara al futuro.
¿Cómo nos reencontramos con nosotros mismos?
No es posible dar una receta mágica. Ni tampoco los libros de autoayuda sirven para descubrir que nos vuelve a conectar con algo que nos haga feliz. Habrá algunos que decidan olvidar y conformarse con lo que tienen. Otros en cambio optarán por buscar aquello que les permita activar su motivación. La cuestión para estos últimos, es cómo lograr tal hecho.
Solemos asociar la motivación a diferentes aspectos que nos permiten tener un subidón en nuestra vida:
- Encontrar un trabajo que nos motive
- Tener una pareja que nos satisfaga plenamente
- Difrutar de unos amigos ideales con los que disfrutar de la vida
- Meter un pelotazo en el trabajo que nos permita disfrutar de algunos placeres
Sin embargo, ninguna de estas cosas te va la felicidad o el bienestar de forma permamente o continuada.
También descubres que nadie va a descubrir tu camino por ti. Ni un coach, ni un mentor, ni un psicólogo, ni tu familia, ni tu mejor amigo…
“Simplemente, descubres que el camino lo haces tú, día a día, en cada instante preciso. Tú eres el que tiene que dar cada paso arriesgándote, tomando decisiones y abriendo nuevos caminos. Ese es el camino, y cada cual sabrá y decidirá qué es lo que tiene que hacer. Los senderos que transitamos los vamos creando cada uno de nosotros.” |
Cuando no trazamos un plan para encontrar nuestro camino…
Sin embargo, sí no somos capaces de pensar o de sentir qué camino queremos transitar, lo más probable es que nos acabamos perdiendo. Acabaremos haciendo trayectorias circulares para acabar en el mismo sitio, y concluir con la sensación de que no nos hemos movido. Peor aún, que lo que hemos hecho no nos ha servido de nada. Necesitamos tener un plan, aunque sea un simple boceto con dos o tres estaciones por transitar.
Claro, cuando sabemos a dónde queremos ir todo es muy fácil. El problema radica en que «en ese momento de duda y desmotivación», no sabemos ni dónde estamos ni mucho menos a dónde nos queremos dirigir. Entonces, ¿cómo nos “encontramos”?
“La única forma de “encontrarnos” es conocernos a nosotros mismos. Saber quienes somos, qué fortalezas tenemos, qué valores son innegociables para cada uno, qué personas nos inspiran, qué aficiones tenemos, qué libros o qué música nos gusta, qué cosas nos hacen ser curiosos y querer saber más…” |
Tiempo para nosotros
Y para esto, solo es necesario una cosa, tiempo para nosotros. Necesitamos un tiempo de reflexión, de silencio, de escucharnos, de escuchar lo que nos rodea… No es posible descubrir nuestro camino sin aprender a escucharnos y a escuchar lo que nos rodea.
Como aquél niño de ocho años, tenemos que aprender a escuchar lo que nos gusta… Quizás no lo encontremos a la primera, ni a la segunda. Es probable que pase tiempo sin saber a dónde vamos. Y posiblemente tengamos que perdernos para encontrarnos.
Alguno leyendo esto, pensará «yo no tengo tiempo para eso». No es cierto. Todos tenemos el mismo tiempo. El tiempo es lo único que nos iguala a todas las personas. Todos podemos decidir en cualquier instante regalarnos un tiempo para nosotros, un tiempo aquí y ahora. Puede ser meditando o reflexionando o pensando o sintiendo.
La motivación comienza a encontrarse cuando somos capaces de encontrarnos a nosotros mismos. Para eso necesitamos dedicarnos un tiempo de silencio y de reflexión. Y después tener la valentía de coger el tren que nos llevará a un lugar desconocido, y sin duda, mejor que el que transitamos en la desmotivación.
«Cuando sobreviene el silencio de lo psicológico, se revela la verdad» (Consuelo Martín)