¿Estamos preparados para el cambio tecnológico?

Los camareros robots.

Ayer navegando por Twitter, encontré un video de un “robot camarero” atendiendo en una cafetería de Almería. Más allá de la impresión o sorpresa que puede darte, encontrar a un androide sirviéndote el café y esperando a que deposites las monedas en su compartimento antes de irse, me surgen varias preguntas y algunas reflexiones. Por ejemplo, ¿es necesario un robot para servir un café?, ¿qué ventajas aporta?, ¿para qué utilizar un robot en lugar de una persona? O como se preguntaba la persona que colgaba el video: ¿psicológica, emocional y socialmente estamos preparados para este cambio tecnológico?

 

Empecemos por las ventajas. Porque haberlas, haylas, como las meigas. Si no fuera así China no hubiera invertido en este tipo de tecnología desde hace años, donde su uso hoy está muy extendido. Entre otras podemos encontrar las siguientes:

  • No se cansan, nunca están de mal humor, no tienen sueño, no se ponen enfermos y no piden vacaciones, están siempre disponibles.
  • Son efectivos, pueden ser manejados a distancia o programados para realizar distintas tareas.
  • Son una gran solución para la época actual, en la que es importante minimizar el contacto social a causa del Coronavirus.

 

Miedo a la tecnología

Los “robots camarero” están pensados para complementar el trabajo de los camareros humanos. No para sustituirlos, (al menos eso dice la teoría). Esto permite facilitar las labores de los profesionales y centrarse en tareas más especializadas y menos rutinarias. Hasta aquí, parece que todo tiene sentido. Aunque no hay que ser muy avispado para darse cuenta que este tipo de robots reducirá las plantillas, ya que el trabajo que antes realizaba una persona pasará a ser realizado por una máquina.

 

Este temor o miedo no es nuevo, ni ajeno a cualquier avance tecnológico que no se haya producido en otra época. Por ejemplo, los filósofos griegos pusieron resistencia a la escritura tal y como cuenta Platón en su diálogo Fedro. En el siglo XV, la Iglesia se posicionó en contra de la imprenta, debido a que los monjes habían tenido el privilegio de reproducir los textos manuscritos. O durante la Revolución Industrial, a principios del s. XIX, surge el “ludismo”, un movimiento contrario a la destrucción del empleo artesanal. Sus seguidores tenían como objetivo destruir las máquinas que amenazaban sus trabajos y provocaban miseria y precariedad. En suma, cualquier cambio tecnológico genera incertidumbre y nos abruma, y nuestra reacción suele ser el rechazo por el miedo que nos provoca.

 

Un progreso imparable…

 

El siglo XX vino cargado de inventos que cambiaron la vida y el ocio de las sociedades avanzadas. Y parece obvio, que a nadie le gustaría retroceder a épocas en las que no había electricidad, gas, automóviles o aviones. Hoy, estamos ante una nueva revolución tecnológica, definida como “Tecnologías 4.0” (Internet de las Cosas, Big Data, Inteligencia Artificial, Realidad Aumentada, Robots Autónomos…). La cuestión no es poner en tela de juicio estas tecnologías o los cambios asociados a ellas. Sino pensar y analizar sí lo que aportan realmente merece la pena, y cómo afectará ese cambio a las personas.

 

El uso de “robots camareros”, por ejemplo, más allá de las ventajas que aportan, también tiene una serie de desventajas. Una de ellas, es la frialdad que establece con el cliente. Es cierto que hay muchas personas que están de cara al público, que no son un derroche de calidez y amabilidad. Pero ir a tomar un café y encontrarte con un androide que te sirva tu pedido, puede ser incómodo y extraño. Probablemente, habría que invocar al sentido común. Ya lo dijo Jim Collins: “Ninguna tecnología por si sola puede iniciar el cambio de lo bueno a lo sobresaliente.”

 

Y ¿cómo afecta este cambio tecnológico a los equipos?

Imaginemos que efectivamente, nuestro robot se convierte en un miembro más del equipo. Naturalmente, nunca será parte de él, aunque no me extrañaría que se le convocará a las reuniones de equipo. La tontería y estupidez humana no tienen límite. Sin embargo, la realidad es que contar con un robot es mucho más sencillo que con una persona. Entre otras razones porque no tienes que comunicarte con él, ni formarlo, ni empatizar con él para entender sus problemas. Obviamente, se pierde la conexión. Ese concepto que permite crear el espíritu de pertenencia al grupo y que fomenta el «hacer equipo». Aunque claro, tampoco tienes que aguantar sus vaivenes emocionales ni sus problemas de motivación.

 

Y, también es más barato. Parece ser que el precio de uno de estos robots oscila entre 4.000 y 8.000 €. Así que claro, es mucho menos complicado desde un punto de vista económico, tener un robot que te sirva una caña, que contratar a una persona que sepa tirar una caña con su espuma. De hecho, como se puede ver el video del robot que sirve cañas, también consigue la famosa espuma. Lo curioso es que los robots están siendo utilizados como atracción y la gente se hace fotos y selfies con ellos. Como decía antes, la estupidez humana no tiene límite.

 

“Estaremos realmente atrapados con la tecnología cuando todo lo que realmente queramos sean sólo cosas que funcionen.”

(Douglas Adams)

 

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