Haciendo repaso del año
Cuando llegan los últimos días del año, solemos dedicarnos a hacer balance sobre lo ocurrido durante el año que acaba. Y en mayor o menor medida, solemos realizar peticiones para el nuevo año, con el fin de cambiar o transformar algo de nuestras vidas, que no va como nos gustaría.
El proceso suele constar de dos fases: primero analizamos y reflexionamos sobre lo ocurrido y después nos planteamos retos, cambios o ilusiones que se puedan cumplir en el nuevo año.
Antes de analizar dejar que la mente divague
Analizar y reflexionar sobre el pasado puede ser positivo, siempre y cuando no nos quedemos en la contemplación del recuerdo. Cuando nos recreamos demasiado en lo ocurrido corremos el riesgo de caer en dos peligros: la complacencia o/y el victimismo. Ambos igual de nocivos.
“Por lo tanto, la clave de esta fase es observar qué sucedió de la forma más objetiva posible, y extraer la lección y el aprendizaje de ese hecho o acontecimiento.” |
Sin embargo, para poder analizar y reflexionar con claridad y tomando perspectiva, es necesario dejar de forzar a nuestra mente. Necesitamos dejar un tiempo para que nuestra mente divague o simplemente para que no haga nada. Que no piense en nada.
“Paseando, meditando, haciendo tareas sencillas o realizando cualquier actividad física mejorará nuestra capacidad de reflexión.” |
Cambiar con propósito
La segunda parte de este pequeño ejercicio suele ser más atractiva, ya que nos centramos en el presente y futuro, a través de nuestros deseos, motivaciones, ilusiones… Lo que buscamos es cambiar algo con lo que no estamos conformes hoy. Y de esta forma surgen los retos del año.
Sin embargo, lo realmente importante no es lo que pidamos o lo que deseemos para el nuevo año. Lo transcendente es conocer para qué queremos ese cambio, es decir, el propósito. Porque cuando conocemos lo que queremos y el para qué lo queremos, es cuando se produce la transformación en nosotros.
“Transformar es cambiar algo por un fin o propósito” |
¿Qué necesitamos para transformarnos?
Pues básicamente se necesitan tres cosas:
- Un propósito, un fin, un para qué
- Una necesidad. Y cada uno deberá encontrar la suya: reconocimiento, aceptación, libertad, paz, conexión, autonomía, amor…
- Y conocer qué resistencias nos impiden llevar a cabo ese cambio: miedos, incertidumbre, baja autoestima…
En realidad, el que un cambio se produzca estará definido por la lucha entre la motivación (que esconde las diferentes necesidades que tenemos) y el miedo (que representa las distintas resistencias que mostramos ante los cambios). Por lo general, los miedos suelen ser mayores que nuestras motivaciones, por eso muchos de nuestros deseos o anhelos o retos de estas fechas, se quedan en nada cuando llegamos a finales de enero. Aplíquese a equipos u organizaciones.
Por eso, se hace necesario tener un propósito, un fin, un para qué. Es lo que refuerza nuestra motivación, y permite llegar a algo mucho más importante que un cambio, permite la transformación de una persona o de un equipo o de una organización.
“Para el que no sabe hacia dónde navega, ningún viento le favorece” (Séneca)
PD: Feliz Navidad y que el 2018 esté lleno de cambios con propósitos que nos hagan mejores personas y lograr mejores equipos y organizaciones.
Cloverton´s Christmas – Hallelujah