El hombre que cambió.

Hace unos días leía un artículo sobre Pep Guardiola, “El hombre que cambió” de Martí Perarnau. Y en él explicaba el cambio que se había producido en el entrenador catalán durante las temporadas que ha estado entrenando al Bayern Munich. “Hoy es más dúctil y cercano a la gente y su llegada a Manchester este verano, ha sido un reflejo de este cambio. Vestido de manera más informal y bromeando con los seguidores de su nuevo equipo”.

Ese cambio no se ha quedado solamente en el trato con los aficionados. También se ha producido en su manera de liderar y gestionar un equipo. ¿Qué sucedió en Munich para que se produjera dicha transformación?

Guardiola siempre ha ejercido un tipo de liderazgo dónde mantuvo las distancias con los jugadores. No quería relacionarse emocionalmente con ellos de forma estrecha para no sentirse influido a la hora de confeccionar las alineaciones.

En su última temporada en el Bayern, algo sucedió que cambió su forma de liderar. “Ante una epidemia de lesiones, que dejó al equipo diezmado, los jugadores se unieron e hicieron piña, creando un ambiente formidable de cooperación. Este hecho emocionó a Pep, y se abrió emocionalmente al equipo”, destaca Perarnau.

Tipos de liderazgo

Se produjo la incorporación de un nuevo estilo de liderazgo como explica Daniel Goleman en su libro “Cómo ser un líder”. El liderazgo estratégico o visionario que había caracterizado a Guardiola, se cimentaba en un gran conocimiento técnico y en su experiencia profesional como jugador. Lo que le permitía ganarse el respeto y la admiración de su equipo.

Sin embargo, había una distancia emocional que le separaba del equipo (“para no hacernos daño”, solía decir), pese a los abrazos, las risas o el buen rollo que se observaban en los entrenamientos. Esa apertura emocional a la que se refiere Perarnau, es lo que Goleman define como “liderazgo emocional”. Y fue eso, lo que Guardiola incorporó durante su último año en la capital bávara.

“El liderazgo emocional es aquel que tiene que ver con el desarrollo de determinadas habilidades relativas a la inteligencia emocional. Por ejemplo, desarrollar la habilidad de la empatía. O liderar desde un estado de ánimo optimista, aún siendo consciente de las dificultades que se puedan estar viviendo. ”

Este tipo de liderazgo permite aunar los diferentes enfoques de liderazgo que debe manejar un líder eficaz: visionario, coach, democrático, asociativo…

Seguro que muchos pensaréis: “Yo no tengo la suerte de tener un líder que ejerza ese liderazgo emocional. Y yo sólo no puedo hacer que mi jefe cambie”. Quizás sea así, sin embargo la cuestión una vez más, está en poner el foco en mí. ¿Qué puedo hacer yo para revertir esa situación?

La actitud promovió el cambio

El cambio en Guardiola se inició con la actitud que tuvieron esos jugadores ante una situación adversa. Fue eso lo que provocó la reacción del entrenador y su posterior cambio.

“Una forma de iniciar ese cambio en mí, es a través del estado de ánimo que llevo cada día a la oficina o con el que me relaciono con mi entorno.

Sigal Barsade en la Escuela de Dirección de Yale demostró que en los grupos de trabajo:

  • La alegría y la calidad se contagian con facilidad.
  • Mientras que la irritabilidad lo hace en menor grado, y la depresión todavía menos.”

La razón estriba en lo que los científicos llaman circuito abierto del sistema límbico del cerebro. Dependemos de conexiones con otras personas para determinar nuestros estados de ánimo. Esto significa que mi estado de ánimo influirá en el de las personas con las que me relaciono y viceversa. Así un estado de ánimo positivo se extiende con mayor rapidez gracias al uso del sentido del humor. Y acelera la expansión de un clima optimista, siempre y cuando sea genuino y auténtico, claro.

Así que todo comienza por cambiar mi estado de ánimo y contagiar al resto. Está demostrado que cuando los estados de ánimo optimistas comienzan por la parte más alta de la organización, éstos tienden a propagarse más rápido. Porque todo el mundo observa al jefe, afectando a los estados de ánimo de sus colaboradores más directos y extendiéndose al resto de la organización.

En cualquier caso, no esperes a que tú jefe cambie. Comienza tú el cambio, “sonríe y el mundo sonreirá contigo”. Y si no quiere sonreír, será su problema, no el tuyo. Al final, todo es una cuestión de actitud.

“Sí no sabes sonreír, no abras un negocio” (Proverbio Chino)

Bruce Springsteen – Waitin´on a sunny day