El aprendizaje basado en problemas ¿Se aprende más cuando se pierde?
Hace unas semanas escuchábamos a Perico Delgado y Manel Estiarte, iconos del deporte español de los años 80 y 90, lamentar que se estaba creando una sociedad en la que sólo vale ganar o ser el número uno. Basta con leer el artículo «Todos somos unos fracasados», para ser conscientes del tipo de cultura que estamos creando alrededor del fútbol. Pero ¿qué sucede con el que falla, con el que pierde o queda segundo o tercero?, ¿podemos extraer algún aprendizaje de la derrota?, ¿sirven de algo los problemas que aparecen y que nos hacen errar?, ¿existe de verdad el aprendizaje basado en problemas?.
Hay una frase socorrida y recurrente que solemos utilizar cuando perdemos: “Unas veces se gana y otras se aprende”. Y es cierto, que las derrotas nos pueden enseñar. Pero cuando perdemos, o no logramos los resultados esperados, la realidad es que te quedas jodido, como explicaba Javier Mascherano, después de perder la Final del Mundial de Brasil en 2014. Y a veces, es difícil encontrar algún aspecto positivo de esa derrota.
El aprendizaje basado en problemas: Análisis y reflexión
De las derrotas, problemas, errores y fracasos sólo se aprende si se analiza en profundidad el porqué, es decir, las causas. Y se integra ese aprendizaje y los cambios correspondientes que haya que realizar. No podemos hacer apología de la derrota o del fracaso. La derrota es positiva si se aprende algo. Si no hay análisis, si no hay reflexión, realmente no sirve de nada.
Marcelo Bielsa, entrenador de fútbol, siempre recuerda que “las operaciones y los cambios se hacen en la victoria, no en la derrota; la adversidad es el momento de observación de las cosas”. Y ese es el orden correcto de actuación cuando se ha producido una derrota: observación, reflexión y cambio. El error radica en invertir el orden cuando sufrimos el menor traspiés.
Los problemas siempre están ahí
El problema fundamental no es que haya problemas. El problema de fondo es intentar vivir en la fantasía de un mundo sin problemas, sin inconvenientes o sin adversidades. Pensamos erróneamente que podemos vivir una vida en función de nuestros deseos y expectativas. Nada más alejado de la realidad.
Había una serie ochentera llamada “Los problemas crecen”, en la que una familia tenía que ir haciendo frente a diferentes vicisitudes a medida que los hijos iban creciendo. Nada nuevo bajo el sol. Los problemas siempre están ahí, cambian las formas, los tiempos, pero siempre aparecerá un obstáculo. La cuestión es cómo abordamos esas situaciones y, sobre todo, qué aprendizajes extraemos.
Gestión psicológica de los problemas
Para aprender a vivir una buena vida, debemos aprender cómo funciona realmente el mundo frente a cómo nos gustaría que funcionase. Y aprender a razonar correctamente para enfrentarnos al mundo tal como es. En otras palabras, debemos aprender a gestionar los problemas a los que nos enfrentamos o los errores que cometemos.
Gregg Popovich, entrenador de los San Antonio Spurs, lo resume del siguiente modo. “¿Creéis que estáis en la Tierra y todo lo que queráis va a suceder? La medida de quiénes somos es cómo reaccionamos a algo que no va por el camino que deseamos.” Aprender a soportar los avatares del destino, es lo que permite desarrollar nuestro carácter, y lo que nos lleva al “aprendizaje basado en problemas”.
La clave para poder superar los problemas es aplicar el «bucle OODA». Un proceso que consta de cuatro fases: observación, orientación, decisión y acción:
- Primero, ver con claridad la situación que nos toca afrontar.
- Segundo, ser conscientes de dónde estamos y qué resultados podemos lograr en función de nuestras experiencias, educación, cultura, herencia genética, etc.
- Tercero, tomar decisiones en función de lo anterior.
- Cuarto, poner en marcha las acciones necesarias.
Y, posteriormente volver al punto inicial, teniendo en cuenta el proceso anterior.
Hambre por aprender de los errores
En el deporte, se dice que se falla mucho más de lo que se acierta. Y se pierde mucho más de lo que se gana. Sin embargo, nos olvidamos de los fallos y las derrotas, y pensamos que la vida de un deportista es siempre de color de rosa. Y no es así, ni siquiera la vida de los más grandes.
Esa fijación, en quedarnos sólo con la victoria, nos hace mucho daño, y nos condena al sufrimiento, al pensar que lo normal es la victoria, la perfección y ser los mejores. Y esto tampoco es así, sería conveniente que hiciéramos una lista de los errores, fracasos y derrotas que han salpicado nuestra vida.
Los mejores llegan a serlo, porque han sido los que más han fallado, los que más se han equivocado. Pero también los que han sabido analizar sus errores, han integrado los aprendizajes y realizado los cambios correspondientes. En suma, son los que han tenido más hambre por aprender.
“Si antes hubiese tenido la cabeza de hoy, no habría cometido los errores que cometí. Pero la cabeza de hoy la tengo gracias a esos errores.” (Anónimo)
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