Las 8 actitudes que dificultan el trabajo en equipo
Propósito de año nuevo
Enero suele ser el mes en el que hacemos borrón y cuenta nueva, y elaboramos nuestra lista de buenos propósitos para el año nuevo. Sin embargo, la vuelta al trabajo después de las vacaciones navideñas, o tras unos días de anestesia compradora compulsiva, nos devuelve a la dura realidad de nuestro entorno laboral.
Lo que nos encontramos son algunas actitudes que dificultan el trabajo en equipo, y provocan cansancio y desmotivación. Estas son algunas de ellas, encarnadas por personajes que pueblan los equipos y grupos de trabajo.
El listo
Es el “sabelotodo” de la oficina. Siempre está enterado de todo, sabe de cualquier tema que hables, tanto profesional como personal. Ofrece consejo a diestro y siniestro, y no repara en reflexionar sobre si se ha pedido o no su opinión. La solución para este tipo de personajes es la escucha, fundamental a la hora de lograr una comunicación eficaz. La escucha comienza con estar callado, con aprender a escuchar lo que dice y lo que no dice el otro.
El víctima
Es el “quejas”. Cualquier cosa le incomoda, piensa que hay una conspiración universal contra él. Se caracteriza por echar balones fuera. Siempre echa la culpa a otros de su desgraciada situación. El victima te agobia y te inocula sus penas, hasta convertirte en otra víctima. La solución pasa por fomentar su responsabilidad, y hacerle ver que él único responsable de su situación es él mismo.
El negativo
Es el que “todo lo ve mal”. Suele ser una persona gris, oscura, triste, con miedo a todo lo que se avecina. Para él, el pasado siempre fue mejor que el presente, y no digamos el futuro. Desconfía de todo y de todos. Está resignado a perder. Te absorbe la energía con su sola presencia. Siempre dispuesto a amargarte la comida o el café con tanto pesimismo. La negatividad se combate con confianza: en uno mismo y en el resto de miembros del equipo, necesaria para superar cualquier adversidad.
El arrogante
Es el que “va de sobrado”. Es soberbio, altivo y desdeñoso. Primo hermano del listo, pero más perjudicial para la convivencia del grupo. Sufre el “síndrome de hubris”, mostrando una excesiva soberbia, arrogancia y autoconfianza. Suele aparecer en quien ostenta el poder. Desconocen la humildad y la capacidad para decir “no se” o hacer autocrítica. El arrogante destruye la armonía de un equipo.
El pasota
Es el que “pasa de todo”. Desganado, apático, desmotivado… ha perdido el interés por cualquier cosa relacionada con su trabajo. No se implica ni se involucra en nada. Escurre el bulto ante un trabajo pendiente. Suele mostrar poca preocupación por casi todo. Al pasota hay que conocerle y entender el porqué de su actitud. La cuestión está en descubrir qué resorte interior hay que tocar para activar su voluntad por hacer o su motivación.
El cabreado
Es el que está “enfadado con la vida”. Lo mejor es no cruzarte con él a cualquier hora, porque te hablará a gritos o de malos modos. Oculta una gran insatisfacción por todo. Aunque su principal problema es el miedo: a no saber, a perder, a no ser perfecto… La fórmula para desactivar el enfado o la ira, es la aceptación. Aceptar que existen tantas realidades como personas nos rodean, y que la realidad no es siempre como nos gustaría que fuera.
El burlón
Es el que se “ríe amargamente de todo”. Se caracteriza por la ironía y el sarcasmo. Está profundamente dolido con la vida. Está amargado con su situación o con lo que está viviendo en su trabajo. Se muestra indignado porque alguien le ha hecho algo, y se siente injustamente tratado. Suele ocultar resentimiento. Su solución pasa por mostrarse abierto a nuevos aprendizajes, a dejarse sorprender por algo.
El controlador
Es el “agonías”. No disfruta porque quiere que todo salga perfecto. Busca el control de todo: del trabajo, de los compañeros, de los tiempos, de los clientes… Pretende controlarlo todo, en su afán para que todo sea como tiene que ser. Para sentir que las cosas son como él piensa que tienen que ser. El controlador necesita soltar el control, dejarse llevar, liberarse de sus creencias, cuestionarlas… y comprender que hay pocas cosas que realmente pueda controlar.
Estas son 8 actitudes que obstaculizan el trabajo en equipo. Y quizá, lo más importante, es entender que ninguno somos indemne a padecer alguna de ellas, en algunos momentos de nuestra vida. Un buen propósito para este año sería auto-descubrirnos cuando estemos encarnando alguno de estos roles, y aprender a cambiar de actitud.
“Cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar”
(Refrán popular)